La vida política se ha desplazado.
Pasa más por la calle que por una reactiva Miraflores.
No significa que el Presidente no concentre todavía la mayor suma de poderes que venezolano alguno haya tenido en nuestra historia. Sino que el suyo no es capaz de cohesionar al país y echarlo a andar. El proyecto autoritario carece de mayoría. Frente a ese choque con la realidad, el Presidente acelera su operación de dominio sobre la economía y aumenta los esfuerzos para invadir espacios que resisten al modelo estatista unipersonal.
La actitud muestra la profundidad de su derrota.
Primero la negó. Luego aplicó hacer del ataque su mejor defensa. Apeló a formas primitivas de radicalismo y a una furia privatizadora que luce suicida.
Mientras, la inconformidad crece.
Ya no puede esconder que su primer escenario para el 2012 es un nuevo revés electoral. No otra cosa indica que haya comenzado temprano ameterle miedo a los electores sobre las próximas elecciones presidenciales. Esa tecla, aunque borrosa de tanto uso, deja su marca. Reitera el mensaje de que no votar por el gobierno abrirá las puertas a la violencia. Para acentuar esa percepción se anuncia un golpe de Estado, amenaza verosímil si se considera el historial de quien la formuló. Al Presidente lo extravía su ambición de perpetuarse
indefinidamente en el poder. Pero la vía no electoral le arrojaría costos y riesgos muy elevados. Tres consecuencias negativas surgirían inmediatamente.
La primera sería perder la apuesta estratégica de que se puede avanzar hacia cambios estructurales por una vía pacífica. La segunda consistiría en desbaratar una estimable votación que pesaría dentro de toda competencia democrática posterior. La tercera significaría arruinar liderazgos nacionales y regionales con posibilidades de desempeñar destacados papeles en la vida pública.
No basta querer quedarse en el poder y propinarle una patada definitiva a la Constitución y la voluntad nacional. Habrá un rechazo internacional, incluidos factores que respaldan o brindan una neutralidad positiva al actual proceso. Se apartarán sectores en el PSUV que no están dispuestos a echar por la borda la reconducción democrática del proyecto, fuerzas que en el caso de no ser oídas tomarán la vereda de la rebeldía silenciosa, que estuvo detrás de la evaporación de dos millones de votantes.
Hasta ahora no puede deducirse que la FAN tendrá un comportamiento distinto al de las oportunidades en las que el Presidente ha perdido. Ciertamente existen los fanáticos generales rojos con sus alucinaciones autocráticas. Pero, el conjunto de la oficialidad no decapitará la institucionalidad para sostener una dictadura abierta. Si la gente no quiere su mando moribundo, el Presidente tendrá que entregarlo. No tiene otra opción sostenible.
Tal Cual
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