Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Antipolítica a la vuelta de la esquina / PAVEL GÓMEZ

Es necesario repetirlo mil y una veces: la antipolítica y sus defensores tuvieron una gran responsabilidad en lo ocurrido en el país en los últimos veinte años. La implosión de nuestro sistema político tuvo muchos determinantes, pero las ideas contrarias a la política, y en particular a los partidos, jugaron un rol estelar. 

La antipolítica se manifiesta en unas pocas claves:

a) Los partidos políticos son vistos como maquinarias perversas cuyo objetivo es alcanzar y mantener cuotas de poder en lugar de ocuparse de los temas trascendentales de la sociedad; 
b) la política regida por partidos generaría una dinámica que se independiza del ciudadano (o, como prefieren expresarlo, de la sociedad civil); 
c) algunas individualidades tienen cualidades morales y sapiencia que los convierten en notables, en tipos superiores que sí comprenden (a diferencia de los políticos profesionales) cuáles serían los objetivos supremos y cuáles son los medios que nos permitirán alcanzarlos; 
d) las fallas en la consecución de los grandes objetivos nacionales y en la resolución de problemas se deberían más a las pobres cualidades éticas de los ejecutores que a los incentivos del sistema político; y 
e) los problemas de la gestión pública serían resueltos mejor por gerentes, por jugadores independientes o por intelectuales que por políticos profesionales. 

Estas ideas, comunes a las corrientes antipolíticas que aún hoy danzan por el globo terráqueo, fueron la base del bombardeo del sistema político venezolano desde mediados de los ochenta. En Venezuela, estas ideas fueron defendidas y diseminadas por gente de todo el espectro político: intelectuales autocalificados como notables, dueños de canales de televisión, militantes del movimiento vecinal, articulistas y dueños de diarios, profesores universitarios, dirigentes empresariales, libretistas de telenovelas e influyentes sacerdotes. 

Aunque muchos de aquellos han cambiado de opinión, como es esperable que ocurriese a la luz de los resultados de su prédica, todavía las ideas de la antipolítica viven alojadas en el pensamiento político venezolano. 

El problema con la antipolítica no es de forma: es de fondo. La antipolítica socava la legitimidad de los partidos y, con esto, da al traste con los incentivos de largo plazo de los agentes políticos. El horizonte temporal de un partido es mucho mayor que el de sus militantes y, por tanto, el ejercicio de funciones de poder por parte de sus militantes debe estar alineado con el deseo de los relevos de tener oportunidades electorales en el futuro. Así, cada partido funciona como un mecanismo de preservación de posibilidades futuras de poder, lo cual extiende el horizonte relevante para las decisiones de los miembros de un partido que ejercen cargos públicos: el partido disciplina a sus militantes para que ejerzan funciones públicas de tal manera que la calidad de su gestión le permita preservarse como opción de poder. Nada menos que este mecanismo es lo que dinamita la antipolítica. 

Por supuesto que la existencia de partidos no es condición suficiente para que los gobernantes tomen decisiones pensando en un horizonte mayor que el de sí mismos en tanto individuos (y de esto sabemos en Venezuela). Pero es condición necesaria. 

En los últimos tiempos, el fundamentalismo antipolítico ha reemergido combinando nuevas y viejas vestimentas. Allí, hoy se inscriben jugadores que se comportan como agentes libres, quienes capitalizan una popularidad derivada de su pasantía por cargos públicos o partidos políticos (algunos de los cuales se han encargado de dividir), o de dirigir franquicias que toman la forma de ONG, o de la conducción de programas de TV. Un filón muy peligroso de la antipolítica contemporánea es la creencia de que los lazos de consanguinidad o afinidad de los familiares de los políticos, son una garantía para lograr triunfos electorales y consolidar posiciones de gobierno. 

Esta infiltración de las posiciones "independientes", o de los supuestos representantes de la sociedad civil, cuenta hoy con un poder mediático muy peligroso para la recomposición del cuadro político venezolano. El peso de ciertos medios (y en especial de cierta televisión que se convirtió en trinchera oposicionista) en la formación de las preferencias electorales, representa hoy uno de los principales trampolines de la antipolítica y una de las amenazas más fieras a la consolidación de partidos políticos y a la re-profesionalización de la política venezolana. 

Este peligro se manifestó en las elecciones parlamentarias con la proporción de agentes libres y candidatos sin militancia partidista electos, debido exclusivamente a su popularidad en los segmentos opositores. Y lo peor es que se corre el riesgo de que esta tendencia se profundice, de cara a la selección de candidatos para las próximas elecciones de diciembre, y para las cruciales elecciones del 2012.

Tal Cual digital  

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