Es verdad que la estupidez humana no tiene límites. Hay que ser bien bruto para prohibir la venta de perros calientes en la calle con la excusa de que son imperialistas, como lo hicieron funcionarios de la Alcaldía Libertador con los trabajadores informales que laboran en el down town. ¡Qué imperialistas ni ocho cuartos!
Los perros calientes deben ser ricos y sabrosos, nada más, además de sanos, obviamente. Es curioso cómo dos de los símbolos del fast food americano no son nativos del continente sino que se originan en Alemania. La clásica hamburguesa debe su nombre a la ciudad de Hamburgo y a la manera que tenían de preparar la carne molida. Y la salchicha del perro caliente nace con el tipo frankfurter, originario de la ciudad de Frankfort. Fueron también emigrantes alemanes quienes hicieron popular el consumo de estos alimentos en los Estados Unidos a fines del siglo XIX.
El primero que registra la historia es Charles Feltman, quien comenzó a vender salchichas en un carrito en Coney Island, Nueva York, en 1867. Le siguió luego un empleado suyo, Nathan Handwerker, quien montó un negocio similar en la esquina del frente pero a mitad de precio. De ahí pasó a los estadios de béisbol y hoy no existe ciudad seria en el mundo que no tenga venta callejera de perros calientes. Originalmente las salchichas y cualquier otro tipo de embutidos, se hacían rellenando la tripa del intestino delgado con carne picada y otros aliños. Hoy en día se emplean tripas sintéticas y otros aditivos como nitritos, nitratos, E 250, E 252, azúcares, colorantes, antioxidantes, monoglutamato, polifosfatos, E 452, fermentos lácteos y muchas cosas más que ustedes no quieren saber.
El término perro caliente viene del inglés hot dog, bautizado así por un periodista deportivo llamado Ted Dorgan, luego de escuchar en un estadio de béisbol cómo a las salchichas que vendían las llamaban dachshund, que en cristia- no es perro salchicha. La popularidad del perro caliente nace de la simpleza de su preparación y de la facilidad de montar una venta callejera sin necesidad de cocinas complicadas. Pero el secreto de su éxito está en el pan que sirve de punto de apoyo de la salchicha sin necesidad de plato. El pan debe ser suave, esponjoso, algo húmedo, sin condimentos que compitan con la salchicha y los aderezos.
La versión venezolana del perro caliento o, mejor dicho, caraqueña, es como los llaman en Las Mercedes o en Plaza Venezuela: asquerositos. Aquí vamos más allá del tradicional aderezo de ketchup y mostaza y los acompañan prácticamente con todo lo digerible que uno pueda encontrar. Normalmente lleva papas fritas trituradas, cebolla, repollo, zanahoria, guasacaca, salsa rosada, queso rallado, picante al gusto, etc.
Nada más hay que pararse de madrugada en unos de los kioscos callejeros de la ciudad y ver la enorme opción de posibilidades que nos ofrecen los perrocalenteros criollos, que de imperialistas no tienen mucho, y pedir uno con todo, si es que pueden comerlo. Parece que la inquina, más que con los perros calientes, es con los vendedores que, de acuerdo con la nueva nomenclatura bolivariana, son vulgares empresarios que lo que quieren es ganar dinero con su trabajo. Dicen que ser rico es malo, pero qué ricos y buenos son los perros calientes. Miro Popic
No hay comentarios.:
Publicar un comentario