Bueno, se les fue Manuel Rosales. No tenía alternativa.
Presentarse ante una jueza de idéntica calaña moral y tan obediente a órdenes de la "Superioridad" como la de Maracay, conducía a una inmolación inútil. No tenía Rosales el más mínimo chance de ser sometido a un juicio verdadero; su condena ya está dictada y sólo un estúpido creería que un dirigente de la oposición venezolana puede recibir real justicia de este régimen canallesco. Los perros de presa del chavismo ahora lanzarán sobre Rosales toneladas de basura, pero se equivocan si piensan que serán creídos. Como me dijera un alto diplomático brasileño, la semana pasada, en Río de Janeiro: "las acusaciones de corrupción contra adversarios políticos deben ser tomadas con grano de sal; por lo general son montajes". No es equivocada esta apreciación. Un régimen que dejará como legado el enriquecimiento escandaloso y absolutamente obsceno, público y notorio, de sus clanes cívico-militares, a través de negocios petroleros, financieros, en la cadena de alimentos y en la más burda especulación cambiaria, se complace en proyectar su miseria moral y ética sobre aquellos a quienes califica de "enemigos", acusándolos, precisamente, de corruptos. Un régimen que en diez años apenas si ha hecho públicos unos pocos casos de buhonería de la corrupción (por ejemplo, el de la notaria esposa de un magistrado del TSJ), mientras los grandes capos disfrutan sabrosamente de las gigantescas fortunas que han hecho robando a la nación, sin embargo, "descubre" casos de corrupción, mire qué casualidad, entre dirigentes de la oposición. Es toda una epopeya del cinismo. Por eso Manuel Rosales hizo bien en escaparse de Chacumbele y de sus esbirros judiciales y parlamentarios. Los escarrás y marioiseas hablarán de cobardía. Si no lo hicieran no serían quienes son. Hay que oír sus palabras como si fueran lluvia. Por lo pronto, bien por Manuel. Tal Cual digital
No hay comentarios.:
Publicar un comentario