Los títeres se diferencian poco de las marionetas: los títeres (aunque sean personajes masculinos) tienen falda, pues por allí es por donde se introduce la mano del amo que los dirige y utiliza.
Las marionetas están en cambio conectadas, por cuerdas o cables, a esas manos. Pero unos y otros son clones del marionetero o del titiritero, a pesar de tener rostros o máscaras hechos de madera o de papier maché, y rellenos de aserrín, que tienen formas y expresiones diversas, para que parezca que son seres diferentes.
En realidad, no son distintos: no tienen alma, son cuerpos vacíos, son muñecos sin pensamiento, vocabulario o voluntad propios. Representan el sueño de los mediocres y perezosos: tener alguien que piense o decida o hable por ellos. Es la pregonada muerte del libre albedrío: recurso legitimante para montar sobre la gente la voluntad de un dictador (dictador, claro, es "el que dicta").
Cuando la gente no piensa, entonces, simplemente obedece. Son muchos los recursos del autoritarismo, del pensamiento único, de la jefatura máxima: uno, por ejemplo, el utilizar masas uniformadas, como Mao; o los oleajes rojos de la coreana dinastía Kim Il Sung. Ellos son sombras masivas de sujetos intercambiables, seres idénticos, sin personalidad, sin sentimientos propios, que se ponen la ropa regalada que los desaparece como personas. Sólo las moverán emociones infusas, odios, gritos de guerra. Otro recurso es la amenaza, el terror, que paralizan. Otro, en fin, es el borramiento de la memoria histórica (se le cambia a un país el nombre, la bandera, el escudo, la moneda, la hora; se eliminan capítulos de los libros de historia: la gente entonces se sentirá confundida, sin rumbo, sin pasado, será manipulable, dirigida por las únicas imágenes mentales que le quedan, y las únicas órdenes que puede recibir).
En el Zulia, esta entidad federal con una identidad indomable, uno ve algunos títeres obedeciendo mandos: al primer grito del jefe, ponen denuncias ante los tribunales, insultan a quienes, aunque sea con palabras, tocan al amo. Se encaminan raudos con su uniforme asiático, sus odios, y sus frustraciones, hacia donde les indican los controles ocultos o evidentes. Y hasta el rostro de papier maché -fenómeno del mimetismopuede cambiar de angelical a demoníaco.
Pero también veo aquí a tanta gente libre protestar y alzarse. Por eso amo a este Estado inigualable, dispuesto a ser gobernado desde el corazón soleado, inteligente, bravío, trabajador y rico de esta tierra olorosa a algas y cocoteros, a petróleo, a selva, a mojito y patacón. No gobernado desde los cables y satélites de Miraflores. Y mientras camino por sus calles con mis propias piernas, con mi propio cerebro, con mi alma profundamente independiente de mujer libre nacida de mujer libre; con mi pluma y mi lengua que no admiten controles ni cercanos ni remotos; con mi identidad defendida con las uñas, no puedo decir sino "¡Zulia, cómo nos parecemos!".
Zulia vibrante, escandaloso, con tus casas de todos los colores posibles, porque nunca permitiste que se parecieran las unas a las otras; con tu lago lleno de marullos de orientación cruzada, impredecible: ¡no te dejes!, ¡patalea, sigue siendo tú mismo, chistoso, gaitero y bochinchero, creador, productivo y, sobre todo, diferente! Tal Cual digital
MI esposo es del oriente del País y yo de Maracaibo mis hijos son VENEZOLANOS. No existe la República del Zulia.
ResponderBorrarZulianidad...Tiran los papeles al piso.
Vivos en el carrito de tráfico.
Ofenden al vecino. No acatan las normas de convivencia.
Ni saludan al vecino. Ni mucho menos saludan a los humildes ni creen el los liceos públicos.
El monumento a la chinita es puro plástico, así es la llamada Zulianidad.