Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 18 de julio de 2008

El fantasma de Leopoldo Lopez / ALONSO MOLEIRO

El entusiasmo con el cual ciertos personeros del oficialismo se expresan de las inhabilitaciones políticas planteadas por el contralor Clodosbaldo Russián es suficientemente explícito.

En una nación que está gobernada en más de sus dos terceras partes por chavistas, sobre la que todos los días llueven quejas de corrupción, incluso de boca del propio presidente Chávez, nuestro pintoresco funcionario –hablamos de Russián-, ese mismo que ha tenido tanto talento para lucir pintado en la pared mientras escuadrones enteros de oportunistas se han enriquecido a la vuelta de pocos años, sólo tiene ojos para pillar modales administrativos en figuras públicas que puedan resultar incómodas para su jefe.

Un enseñamiento que, en este caso, parece tener nombre y apellido: Leopoldo López. Vamos a dejar de engañarnos: con o sin justicia, López es la única figura pública de la oposición cuyo liderazgo tiene una proyección auténticamente nacional. Los durísimos ataques personales que le han lanzado estos años –que en algún momento encabezó con entusiasmo el hoy olvidado Juan Barreto lo único que han hecho es fortalecerlo. Es un tipo dueño de un ángel que ha sabido penetrar los sectores populares, y que, a la larga, podría horadar, incluso, el predominio político de Chávez. Si se descuida, y él lo sabe, el deslave podría comenzar en estas elecciones regionales.

Sobre López se ha desplegado, entonces, con toda su sordidez, todos los tentáculos legales del estado venezolano, a sabiendas de que, si lo dejan engordar, éste podría encender las luces de alarma de la revolución. ¿Alguien se imagina que puede pasar con el chavismo si López hace en Caracas lo que se ha hecho en Lima o Medellín? Son suficientemente descriptivas, más allá de los tecnicismos y las leguleyerías de un personaje tan insignificante como Russián, el regusto mal disimulado que sobre esta circunstancia han hecho públicos algunos voceros del oficialismo especialmente despreciables (porque no todos lo son). Nos referimos en este caso William Lara; a un cómico que hace de parlamentario que denominan Mario Isea y a este sujeto engominado de apellido Serra que dice ser dirigente estudiantil. Un elemento que se expresa con la espontaneidad de un animador de Coca Cola, pero que, con toda su soltura, no logra articular una sola idea que tenga consistencia cuando toma un micrófono. Son los mismos sujetos, por cierto, que no le encuentran nada de particular al hecho de que Cilia Flores tenga cerca de 10 parientes suyos trabajando en la Asamblea Nacional.

Si para ellos la hipótesis de perder las elecciones no fuera el fin del mundo dejarían a López participar y lo enfrentarían con gusto, como sucede en todos lados. Si se gana, se gana, si se pierde, se espera un período y se busca la revancha. Perder, en este caso, no es sólo salir del gobierno. Significaría el fin de esa conexión con el derecho divino que los hace sentirse con derecho para hacer lo que les de la gana.

Con los retrasos inventariados, hay que anotar que el mosaico de la oposición, de izquierda a derecha, está obrando con responsabilidad. La unidad de todos los factores se va a producir, si acaso con pequeñas fisuras. Ello saben que tienen, desde hace mucho, una falla de origen: la inexistencia de un aparato político que sepa calibrar el largo plazo y un liderazgo nacional que la proyecte. En eso consiste ese especial interés por asfixiar a Leopoldo López.

De todas formas, el mapa de la gobernabilidad de este país quedará sensiblemente alterado a partir de diciembre. El intento será inútil.


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