País inventado de todas piezas por Bolívar para mantener el equilibrio político de las futuras naciones latinoamericanas, Bolivia se ha revelado, a lo largo de sus casi dos siglos de existencia, como la nación latinoamericana que más altos precios ha pagado por su soberanía e independencia.
Altos precios, pagados de las más diversas maneras. Gente de las altas montañas caída en los campos de batalla en guerras que se libraron en las costas del Pacífico, en la selva amazónica o en los pantanos del Chaco. Territorios arrebatados por casi todos su vecinos en guerras francas o encubiertas. Privilegios brindados por la naturaleza en la producción y control de bienes estratégicos tan distinto orden como la quinina, el caucho o el estaño, que se esfumaron en la competencia internacional sin dejar huella duradera en la construcción de la nación.
Pero, a través de esos avatares todos vinculados, cómo no es difícil darse cuenta, con la injerencia en la vida de la nación de poderes políticoeconómicos extranjeros, Bolivia no sólo ha logrado mantener su independencia, sino que ha perseverado en la búsqueda de caminos para resolver con autonomía los problemas que trae desde su nacimiento como sociedad étnica, cultural y geográficamente profundamente diferenciada. Ninguna nación, en efecto, hay en América, donde haya sido tan difícil encontrar ese mínimo de homogeneización y consenso que hace posible la convivencia dentro de la nación de gente tan diversa por procedencia geográfica, cultural o étnica. Y los bolivianos, pagando los elevados precios que hemos señalado, han logrado hasta ahora hacerle honor a aquellos primeros constituyentes que afirmaron en 1825 la voluntad de los pobladores de Chiquisaca, la rica provincia del para entonces desmantelado Imperio español, de constituirse en nación.
Voluntad de ser una nación multiétnica, multicultural independiente. Voluntad que hoy día, justamente ayer, 4 de mayo, se puso a prueba. Los bolivianos, en efecto, inician hoy lo que todo el mundo ve como un proceso destinado a saber cuáles serán los marcos constitucionales y legales que habrán de darse las diversas regiones y las diversas etnias para convivir en el seno de una sola nación. Que, ojalá, esta voluntad no sea interferida o mediatizada por esas fuerzas exógenas que siempre han perturbado la siempre manifiesta y clara voluntad de los bolivianos de ser dueños de su propia vida y destino. Tal Cual digital
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