En aquella Caracas de noviembre de 1886 la ciudad aspiraba a dar la imagen de una capital moderna, y por ello, el Gobierno del Distrito Federal emitió una resolución que prohibía “en absoluto implorar limosnas por las calles”.
Gobierno del Distrito Federal. – Circulares: 12 de noviembre de 1886. – 23° y 28°.
Observa este Gobierno que, sin embargo, de la terminante disposición dictada de orden del Presidente de la República, sobre reclusión de enfermos y pobres de solemnidad, continúan algunos viviendo de la caridad pública por las calles de la ciudad; y como existen en el Distrito varios establecimientos de beneficencia, sostenidos por las Rentas Municipales. Se resuelve:
1° Queda prohibido en absoluto implorar limosnas por las calles de la ciudad.
El decreto respondía al malestar de una élite gobernante que veía la miseria como un desorden que debía ser eliminado. Al respecto, el artículo 2° obligaba a quienes se considerarán indigentes a presentarse ante el Despacho oficial, donde se les expedía una boleta para ingresar a la Casa Nacional de Beneficencia o al hospital. No se ofrecía ayuda, sino reclusión.
El artículo 3° era aún más severo: quien se negara a cumplir con esta orden y se encontrara pidiendo limosna sería “conducido por la policía” al asilo correspondiente.
Este decreto no buscaba integrar a los pobres, sino hacerlos invisibles. Era una política de control, no de justicia. En su afán por parecer civilizada, Caracas decidió que era más fácil encerrar a los necesitados que atender sus causas.
Si bien es cierto que en este siglo XXI no se persigue judicialmente el acto de implorar una limosna. Bajo el gobierno actual en Venezuela se ha instaurado una versión modernizada y masiva de aquel viejo decreto. La pobreza ya no se esconde tras los muros de un asilo; se disimula tras la ficción de un salario.
Hoy, los salarios de los trabajadores, universitarios y maestros son, en esencia, una limosna. Una limosna mensual que no alcanza para lo elemental, que condena a una vida de privaciones y que obliga a millones a depender de remesas familiares o del ingenio de la informalidad para no perecer.

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