Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 7 de agosto de 2025

La Palestina imaginaria Por Guy Sorman


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Siguiendo los pasos de Pedro Sánchez, el presidente Macron ha decidido a su vez ponerse del lado de los ángeles. Para entrar en este panteón de los biempensantes, el camino es fácil y sin obstáculos: basta con declararse a favor del reconocimiento de un Estado palestino. De inmediato, los ángeles, más bien de izquierdas, aplauden. Por supuesto, este reconocimiento de un Estado que no existe, que no tiene fronteras, ni gobierno, ni población bien definida (dos millones de palestinos tienen voluntariamente la nacionalidad israelí), no compromete a nada concreto. Y no mejora en nada la dramática situación de esos desgraciados palestinos que no son ciudadanos de Israel, atrapados entre el corrupto Gobierno de Ramala y los terroristas de Hamás . Pero a los ángeles no les importan esos detalles. Lo importante es adoptar una postura ventajosa, discurrir, pero no actuar. Reconozco que actuar en ese infierno que es hoy Gaza y que mañana podría ser Cisjordania es un camino escarpado. ¡Recordemos! Desde la fundación del Estado de Israel, ninguna intervención, ni militar ni diplomática, procedente de Europa y Estados Unidos ha logrado nunca avanzar en la causa humanitaria de los árabes ni en la seguridad de los judíos. Sí, en los asuntos internacionales hay situaciones que no tienen solución. La relación entre Israel y Palestina pertenece sin duda a esta categoría.

El único 'modus vivendi' más o menos estable que ha existido en esta región se remonta al Imperio otomano. Los sultanes otomanos, desde su palacio de Estambul, comprendieron que el concepto de Estado-nación no se aplicaba al Oriente Próximo, una colección de comunidades con identidades y religiones infinitamente variadas. El régimen que adoptaron, y que funcionaba bastante bien, consistía en vincular a cada uno, no a una entidad geográfica, sino a su religión. Se era judío y otomano, armenio y otomano, ortodoxo y otomano, musulmán suní y otomano. Todo funcionaba en relativa armonía, hasta que los europeos se empeñaron en imponer al Oriente Próximo fronteras artificiales, la idea de Estado-nación y ciudadanía nacional. Desde la disolución del Imperio otomano en la década de 1920, este artificio solo ha conducido a guerras civiles dentro de los nuevos Estados y entre ellos. Es cierto que, en política, es raro que un gobierno reconozca un error y revierta su decisión, independientemente de su orientación. Por lo tanto, los occidentales persisten en el mismo error.

Si los palestinos están desesperados, nos dicen Sánchez o Macron, es porque no tienen un Estado-nación. Imponiéndoles un Estado-nación se volverán pacíficos, prósperos y felices. Solo con escribir esta propuesta, nos damos cuenta de inmediato de que es una tontería y que no tiene ninguna posibilidad de prosperar. Al igual que no hay un Estado-nación druso o kurdo en esta región, no hay ni habrá un Estado-nación puramente palestino. Las generaciones futuras de israelíes no lo aceptarán, y hoy menos que nunca. En cuanto a los palestinos, les cuesta mucho definirse a sí mismos, ya que su única identidad es la que les ha sido impuesta por las Naciones Unidas, que los define estatutariamente como 'refugiados' a perpetuidad, transmisible de una generación a otra. Mis padres fueron refugiados en la Francia de 1933 a 1945, con un pasaporte denominado Nansen concedido por la Sociedad de Naciones, antecesora de la ONU; pero, por suerte, no me transmitieron esa identidad. Así pues, en lugar de hacer de angelitos y pretender aportar una solución a un problema palestino que no la tiene, sería mejor desglosar la tragedia en sus diferentes elementos para intentar devolver un poco de humanidad a una región en vías de deshumanización.

La prioridad sería expulsar de una vez por todas a los mercenarios terroristas de Hamás fuera de la zona de Gaza, ofreciéndoles una salida que en su momento adoptó la Organización para la Liberación de Palestina: deponer las armas, liberar a los rehenes y refugiarse en un país que esté dispuesto a acogerlos. Para la OLP de Yasser Arafat, ese país fue Túnez. Hoy podría ser Argelia, el régimen más favorable a Hamás. Los vecinos inmediatos, Egipto, Jordania y los Emiratos, no quieren saber nada de estos saqueadores de Gaza; además, no les prestan ninguna ayuda, ni siquiera humanitaria, sabiendo que los secuaces de Hamás confiscan la ayuda antes de revenderla. Una vez liberados los rehenes y exfiltrado Hamás, el Gobierno israelí se vería obligado a moderar su agresividad militar y negociar una posible coexistencia: la que reinaba incluso antes del inicio de este conflicto desencadenado por Hamás, ese ignominioso 7 de octubre.

Lo más difícil será, evidentemente, convencer a los hebreos. En mil años, estos han aprendido por las malas que solo la fuerza puede protegerlos del exterminio. Hay que reconocer que ser judío significa interiorizar el hecho de que el antisemitismo nunca desaparecerá, que a veces ese antisemitismo se llama antisionismo y que Israel nunca será considerado por sus vecinos como un Estado como los demás. También será difícil, aunque mucho menos, persuadir a los palestinos de que existen formas de organización distintas del Estado-nación , menos satisfactorias para el espíritu y para los ángeles, pero más operativas. Pensemos, por ejemplo, en los cantones suizos o en cualquier otra forma de federación en la que el orden se mantiene gracias a una potencia dominante, mientras que la dominación se vuelve relativa y soportable. Esta fórmula federal o confederal, progresivamente, en lugar de basarse en el uso ilimitado de la fuerza, podría arraigarse en la esperanza económica: una economía liberal que abarcara Israel, los asentamientos de Cisjordania, la propia Cisjordania y Gaza conduciría a una prosperidad hasta ahora desconocida para los árabes de la región. La esperanza económica sería, en mi opinión, el disolvente más radical contra el odio étnico. Curiosamente, estas soluciones imperfectas no son propuestas por ningún jefe de Estado europeo y, evidentemente, tampoco por la Organización de las Naciones Unidas. Todos prefieren hacer el ángel antes que comprometerse con los detalles concretos y diabólicos de una solución realista.

Última reflexión sobre este tema: ¿cómo es posible que en Europa nos conmovamos tanto por Gaza y nada por la guerra civil en Sudán, ni por el exterminio de las civilizaciones uigures o tibetanas? Incluso en el caso de Ucrania, la indignación europea se está desvaneciendo. La verdad es que Israel es un asunto interno de Occidente; Gaza es el escaparate de nuestras pasiones, Jerusalén nuestro suburbio espiritual.

Artículo publicado en el diario ABC de España

https://www.elnacional.com/

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