
Los activistas de extrema derecha no encuentran motivos para manifestarse contra este gobierno, que ha adoptado puntos de vista y temas de conversación en línea con su programa político.
Durante el primer mandato del presidente Donald Trump en la Casa Blanca, extremistas de derecha como los Proud Boys salían a la calle, cada fin de semana, para alzar la voz —y a menudo los puños— sobre cuestiones como la migración, la represión del discurso conservador y la retirada de las estatuas de la época confederada.Pero en los primeros siete meses del segundo mandato de Trump, ha habido una llamativa ausencia de manifestaciones de extrema derecha. Y eso, dicen algunos líderes del movimiento, se debe a que el presidente ha adoptado efectivamente su programa político.
“Las cosas que hacíamos y de las que hablábamos en 2017 y que eran tabú, ya no lo son: ahora son la corriente dominante”, dijo Enrique Tarrio, presidente de los Proud Boys, quien participó en muchas de aquellas primeras concentraciones de extrema derecha. “Sinceramente, ¿de qué tenemos que quejarnos hoy en día?”.
Ya sea desmantelando programas de diversidad, quejándose de los prejuicios contra los blancos en los museos o simplemente promoviendo un aura de nacionalismo autoritario, Trump ha abrazado una serie de puntos de vista y temas de conversación de extrema derecha de formas que han deleitado a muchos activistas de derecha que durante mucho tiempo han apoyado esas ideas.
Su gobierno también ha contratado a varias personas con antecedentes de hacer comentarios racistas o antisemitas o que han visto con buenos ojos el atentado contra el Capitolio del 6 de enero de 2021.
Las figuras de extrema derecha se han mostrado especialmente entusiasmadas por la agresiva represión de Trump contra los migrantes indocumentados, y han alabado no solo las omnipresentes imágenes de agentes federales enmascarados que hacen redadas en granjas y fábricas, sino también la ideología que ha alimentado esas medidas: la creencia de que la migración a Estados Unidos es prácticamente sinónimo de una invasión militar.

De hecho, la semana pasada, en el octavo aniversario de la violenta concentración de extrema derecha de Charlottesville, Virginia, en la que un grupo de neonazis marchó con antorchas cantando contra los migrantes y los judíos, Augustus Sol Invictus, un abogado de Florida que ayudó a organizar el acto, se maravilló de la profundidad con la que el gobierno de Trump había adoptado una postura que antes había estado al margen del discurso político.
“Hace ocho años eras un extremista si protestabas por ser sustituido por inmigrantes”, escribió Invictus en las redes sociales. “Tu vida estaba acabada si hablabas de detenerlo o revertirlo. Ahora es política oficial de la @CasaBlanca”.
Abigail Jackson, portavoz de la Casa Blanca, ofreció una defensa enérgica de Trump. “El presidente Trump es la voz de millones de hombres y mujeres olvidados que apoyan las políticas ampliamente populares que está aplicando”, dijo.
Durante el gobierno de Joe Biden, organizaciones de extrema derecha como los Proud Boys y los Oath Keepers se vieron gravemente perjudicadas, en gran medida por el procesamiento penal de decenas de sus miembros que participaron en el ataque del Capitolio.
Los Oath Keepers, un grupo de tipo miliciano formado por militares y agentes de la ley en activo y retirados, apenas existe ya. Su fundador, Stewart Rhodes, ya no aparece en público tan a menudo como antes en manifestaciones de extrema derecha o enfrentamientos con el gobierno.

En cuanto a Tarrio, él y sus compatriotas han renunciado en general a las manifestaciones planificadas en las que participaron durante años en ciudades como Nueva York; Berkeley, California; Portland, Oregón; Los Ángeles; Nueva Orleans, y Charlottesville. En la actualidad, se dedica principalmente a presentar pódcasts y a promocionar una aplicación basada en blockchain llamada “ICERAID”, que paga a la gente en criptomoneda por denunciar a migrantes indocumentados.
Aunque algunos grupos de extrema derecha, como la organización fascista Patriot Front, han seguido organizando manifestaciones públicas, los investigadores de Armed Conflict Location & Event Data, organización sin fines de lucro que realiza un seguimiento de la violencia política, han constatado que este año se han producido muchas menos protestas de extrema derecha que en los últimos años.
Además de las perturbaciones derivadas de los procesos penales del 6 de enero, algunos expertos en extremismo de extrema derecha afirman que la relativa tranquilidad de los extremistas se debe a que el gobierno de Trump ha promulgado gran parte de su programa.
“El auge de la alt-right hace una década fue una reacción contra el primer presidente negro y las ideas de progreso en materia de raza e inmigración”, dijo Amy Spitalnick, directora ejecutiva del Consejo Judío de Asuntos Públicos. “Ahora, una década después, hemos visto normalizarse lo contrario de esas ideas en las más altas esferas del poder, incluida la Casa Blanca”.
Haciéndose eco de Tarrio, añadió: “¿Por qué necesitas protestar cuando la Casa Blanca está haciendo básicamente lo que tú quieres?”.
El primer mandato de Trump y los cuatro años intermedios en los que estuvo fuera del poder se caracterizaron a menudo por coqueteos con la extrema derecha, aunque llevados a cabo a una distancia que le permitía negar relación.

En 2017, después de que un activista neonazi arremetiera con su vehículo contra una multitud de manifestantes de izquierda en Charlottesville y matara a una mujer llamada Heather Heyer, Trump criticó a los nacionalistas blancos que planearon la manifestación. Pero, casi al mismo tiempo, afirmó que había “gente muy buena en ambos bandos” del conflicto.
Durante un debate presidencial en 2020, hizo un llamamiento a los Proud Boys, en el que le decía al grupo extremista que “retrocediera y se mantuviera al margen”. Pero al día siguiente se retractó, diciendo que no tenía ni idea de quiénes eran los Proud Boys.
Hizo lo mismo en noviembre de 2022, tras cenar con el tristemente célebre nacionalista blanco Nick Fuentes en Mar-a-Lago, su club privado y residencia de Florida, y no tardó en declarar que no sabía nada de su invitado ni de sus opiniones.
Pero ahora, Trump y su gobierno parecen menos interesados en distanciarse o en negar relación.
En su primer día de regreso a la Casa Blanca, concedió un indulto extraordinariamente amplio a todos los casi 1600 alborotadores que participaron en el ataque al Capitolio, incluidos quienes agredieron a la policía y fueron condenados —como Tarrio— por sedición.

También promulgó dos órdenes ejecutivas: “Garantizar la protección de los estados frente a la invasión” y “Proteger al pueblo estadounidense frente a la invasión”. Ambas se basaban en un lenguaje y unas ideas sobre los migrantes que se hacían eco de las declaraciones de los extremistas violentos que atacaron a los hispanos en El Paso, a la comunidad negra en Búfalo y a los judíos en Pittsburgh.
Al mes siguiente, Trump emitió una orden ejecutiva por la que suspendía la ayuda exterior a Sudáfrica y permitía que miembros de la minoría blanca del país se establecieran en Estados Unidos mediante un programa de refugiados.
En la orden, dijo que los funcionarios estadounidenses debían hacer todo lo posible para ayudar a “los afrikáners de Sudáfrica que son víctimas de una injusta discriminación racial”. La opinión equivalía en la práctica a una aprobación por parte del gobierno de las teorías de extrema derecha sostenidas desde hace tiempo sobre los malos tratos infligidos a los sudafricanos blancos en la época posterior al apartheid.
Al mismo tiempo, sus ayudantes y aliados, cuando se enfrentan a opiniones racistas o de extrema derecha de quienes les rodean, han optado a menudo por ignorar la situación o pasar al ataque.
Este invierno, por ejemplo, un joven empleado de la agencia de reducción de puestos de trabajo de Elon Musk, el Departamento de Eficiencia Gubernamental, dejó el gobierno tras revelarse que había publicado comentarios racistas en internet, entre ellos uno que decía: “Normalicen el odio a los indios”.
Pero en lugar de dejarlo marchar, Musk y el vicepresidente JD Vance iniciaron una campaña para que volviera, sugiriendo con despreocupación que sus comentarios ofensivos no eran más que indiscreciones reveladas al público por periodistas que querían destruirle la vida.
Casi al mismo tiempo, el Departamento de Estado contrató a un hombre llamado Darren Beattie como subsecretario en funciones de Diplomacia Pública y Asuntos Públicos. Beattie fue incorporado al gobierno a pesar de que ya había sido despedido de un trabajo anterior como redactor de discursos en el primer gobierno de Trump por aparecer en una conferencia a la que asistieron nacionalistas blancos.

Pocos meses antes de su nuevo nombramiento, Beattie seguía publicando mensajes racistas en internet.
“Los hombres blancos competentes deben estar al mando si quieres que las cosas funcionen”, escribió en las redes sociales en octubre. “Desgraciadamente, toda nuestra ideología nacional se basa en proteger los sentimientos de las mujeres y las minorías, y en desmoralizar a los hombres blancos competentes”.
(En julio, la cartera de Beattie se amplió cuando fue nombrado para dirigir el Instituto de Paz de Estados Unidos, que dirige la “divulgación de la diplomacia pública” en el Departamento de Estado. Un portavoz del departamento, Tommy Pigott, defendió la contratación. “Darren Beattie ha sido un miembro inestimable del equipo del gobierno de Trump en el Departamento de Estado en la aplicación de la política exterior de Estados Unidos primero del presidente”, dijo).
El Departamento de Defensa de Trump ha contratado a Kingsley Wilson, hija del comentarista conservador Steve Cortes, como vicesecretaria de prensa, a pesar de su historial de comentarios extremistas en las redes sociales.
El año pasado, Wilson publicó un mensaje en el que manifestaba su apoyo a la llamada teoría del gran reemplazo, una idea de extrema derecha que sostiene que los liberales han intentado a propósito reemplazar a la población blanca de Estados Unidos por extranjeros e inmigrantes.
En 2023, publicó otro mensaje en el que cuestionaba los hechos relacionados con la muerte de Leo Frank, un hombre judío linchado por una turba antisemita en Georgia en 1915. El consenso entre los juristas es que Frank fue condenado falsamente por violar y asesinar a una niña de 13 años, pero el mensaje de Wilson culpaba al propio Frank.
En un comunicado, Sean Parnell, el principal vocero del Pentágono, dijo que Wilson “ha estado haciendo un trabajo fantástico” y que “grupos de izquierda han atacado erróneamente” su carácter porque es “alguien que lucha por el presidente Trump”.
La Oficina del Asesor Especial, una agencia de vigilancia independiente, está dirigida ahora por Paul Ingrassia, a pesar del historial de este de hacer comentarios racistas y apoyar a nacionalistas blancos como Fuentes.
En abril de 2023, Ingrassia escribió una publicación en Substack en el que le pedía a X que restableciera la cuenta de Fuentes por motivos de la Primera Enmienda. Ocho meses después, publicó un mensaje en X que decía: “Los hombres blancos excepcionales no solo son los constructores de la civilización occidental, sino que son los más capaces de apreciar los frutos de nuestra herencia”.
Todos estos acontecimientos se han producido mientras la cuenta X oficial del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés) de Trump ha publicado algunos mensajes de contenido nacionalista blanco apenas velado.

La semana pasada, por ejemplo, la cuenta, que buscaba nuevos reclutas para el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, publicó una imagen del Tío Sam bajo un eslogan que decía: “América te necesita/Únete al ICE ahora”. Sobre la imagen había una pregunta: “¿Hacia dónde, hombre americano?”.
Parecía una referencia al libro de 1978 Which Way, Western Man? (¿Hacia dónde, hombre occidental?), escrito por el supremacista blanco William Gayley Simpson y publicado por la National Alliance, una organización neonazi. El libro afirma que existe un complot judío contra los blancos del mundo occidental y llama a la violencia contra los judíos.
Ante la pregunta de los periodistas acerca de la publicación la semana pasada, Tricia McLaughlin, vocera del DHS, calificó la pregunta de “vergonzosa” y dijo: “¿En dónde estamos citando a un supremacista blanco?”.
Pocos días después de que Trump ganara la reelección, William Teer, líder de los Texas Three Percenters, un grupo local de milicianos de extrema derecha, le escribió con una oferta: su organización quería ayudar a la Casa Blanca a llevar a cabo su plan para deportar a millones de inmigrantes.
Aunque no hay evidencia de que el gobierno aceptara la propuesta de Teer, podría decirse que no necesitó hacerlo. Los funcionarios de Seguridad Nacional, que disponen de miles de millones de dólares procedentes del reciente proyecto de presupuesto de Trump, han estado contratando a nuevos agentes de migración y tomando medidas enérgicas con nuevas iniciativas, como animar a los agentes a buscar sentimientos antiestadounidenses en las cuentas de redes sociales de los migrantes que intentan entrar en el país.
Esta última medida pareció encantar a Kevin DeAnna, uno de los primeros líderes de la alt-right, quien a menudo escribe para un sitio web nacionalista blanco bajo el nombre de James Kirkpatrick. El martes, DeAnna publicó en las redes sociales un artículo en el que se citaba a un portavoz del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos que decía: “Los beneficios de Estados Unidos no deben concederse a quien desprecia al país y promueve ideologías antiestadounidenses”.
“Me dieron un poco más de aquello por lo que voté”, escribió DeAnna.

Alan Feuer cubre extremismo y violencia política para el Times, centrándose en los casos penales relacionados con el ataque del 6 de enero al Capitolio y contra el expresidente Donald Trump.
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