
Veinte años de gobiernos del Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia llegaron a su fin el domingo. Los bolivianos votaron a la derecha y dejaron a la izquierda, dividida y enfrentada, fuera de la segunda vuelta electoral que se celebrará el 19 de octubre.
Evo Morales, que gobernó el país entre 2006 y 2019, impedida su candidatura por la Corte Constitucional por haber sido reelegido en dos oportunidades, llamó a votar nulo, en contra de sus antiguos delfines, y aún pescó más de 1 millón de adhesiones. El líder histórico del MAS, que tiene una orden de captura por un caso de trata de personas durante su tercer mandato presidencial, concurrió a votar protegido por más de un centenar de hombres y mujeres que lo resguardan de la policía.
El sorpresivo ganador de la primera vuelta de la elección presidencial, Rodrigo Paz Pereira, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, nacido en el exilio, venció incluso a las encuestas que lo ubicaban en un distante tercer lugar. Postulado por el Partido Demócrata Cristiano, el ganador recibió el respaldo de casi un tercio de los votantes con una campaña austera y un mensaje que ratificó tras su victoria: “Lo más importante es Bolivia, Bolivia, Bolivia. Están incluidos todos. No hemos insultado. Hemos representado a la gran mayoría. Hoy el pueblo ha alzado la voz. Por eso nuestro proyecto es de todos y para todos”. Pero, advirtió, no se trata de un cambio de gobierno “sino de un cambio de sistema político”.
Paz competirá en la segunda vuelta contra el exmandatario (2001-2002) Jorge “Tuto” Quiroga, que se postuló por cuarta vez a la presidencia y quien prometió un nuevo amanecer para su país tras la “larga noche de dos décadas” de Morales y Arce.
A diferencia de nuestras elecciones presidenciales, el sistema electoral boliviano confirmó muy pronto la ventaja de Paz y Quiroga en las votaciones. Luego las fuerzas políticas reconocieron la voluntad de los votantes, incluso desde la Presidencia. Solo Morales se aventuró a hablar de fraude si su opción de voto nulo no se imponía, aunque culpó de la derrota a Arce, su excompañero en el MAS.
Junto a la debacle política de la izquierda boliviana, el país enfrenta serias dificultades económicas que se manifiestan en el crecimiento de la inflación y la escasez de divisas y combustible. Desde 2014, y una vez concluido el boom de las materias primas, Bolivia recurrió, según un reporte del Banco Mundial, a un elevado gasto público y un creciente endeudamiento interno para mantener el crecimiento. El resultado fue más deuda pública y la reducción de las reservas internacionales y de los ahorros fiscales acumulados en la bonanza. La recomendación de BM es fomentar la inversión privada para recuperar el crecimiento, promover empleo de calidad y diversificar la economía.
Paz, graduado en economía y relaciones internacionales, además de una maestría en gestión política que el domingo confirmó con nota sobresaliente, propone un Estado facilitador y ágil que sirva al ciudadano y no al revés. Formado en colegios jesuitas -su padre estuvo a punto de ordenarse sacerdote antes de militar en la política- repite un mantra, con un toque propio: “El pueblo unido no será vencido si Dios está con ese pueblo.”
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