
Hoy, 5 de julio de 2025, se cumple el 214 aniversario de aquella maravillosa asamblea patriótica que declaró el nacimiento de la “República de Venezuela”. Única y originaria en la cual ya desde entonces sería necesario que nos reconociéramos todos. Aquellos que debíamos amarla y defenderla por lo que significa para quien naciendo en ella, o asimilándose a ella como hijo adoptivo, la sienta como suerte de vientre terrenal que le ha dado vida a su vida.
Junto con la religión católica como guía espiritual y el castellano como idioma nacional en todo su territorio, surgieron de los propios recursos de su entorno, por la providencia de su clima caribeño, montañoso y de llanuras, diverso y tropical, nuevas formas y palabras. Fusiones culinarias e intercambios de otros saberes y sabores, con nutritivas experiencias y múltiples colores.
Venimos del viejo mundo español al nuevo mundo suramericano. Sudorosos cuerpos atravesaron, más que aquel mismo océano de ahora, las fronteras del miedo a lo desconocido de entonces. Dadas las condiciones de difícil navegación, de muy largas distancias y tempestades que sortear entre ambos mundos, se dieron las circunstancias para que fecundaran aquellos “vinientes españoles”, sin definición de tal propósito ni conciencia, para el surgimiento de una nueva nación de razas y culturas. Mezcladas y moldeadas en los barros de la sangre caliente, de la desnuda y tersa piel india, junto al robusto africano esclavizado para las faenas, seres que fueron a fundirse en un prodigioso mestizaje de incontenible urgencia e innegable naturaleza animal, por la inexorable tendencia evolutiva del hombre.
Venezuela había llegado a ser ya, para aquella primera década del siglo XIX, una nación muy distinta a la otrora indígena originaria. Nación parida a una nueva identidad por la ocurrencia de más de trescientos años de acontecimientos y procesos históricos del mundo. La época de la ilustración, la revolución industrial, la revolución de las trece colonias americanas de Estados Unidos, la Revolución francesa y la rebelión de los esclavos africanos secuestrados en Haití. Todo ello antecede a la que fuera la nueva y naciente república venezolana de 1811.
Desde los primeros asientos españoles, y primera ciudad fundada en Venezuela en el año 1500 en la isla de Cubagua, al establecimiento de la Capitanía General de Venezuela en 1777, diversas ciudades se fueron construyendo por colonos, en medio de lo que vivían como una naturaleza alucinante.
Desde improvisados campamentos hasta aldeas, del trazado de caminos de colonización a la determinación de ciudades, con un patrón urbano vertebrador según modelo del Estado monárquico español, llegamos a aquel día 5 de Julio de 1811. Fue a Caracas, la capital de la Capitanía General, adonde acudieron hombres de tres generaciones de venezolanos que se habían crecido ante disímiles experiencias, retos y trayectorias. Con un propósito común, y para sellar la visión histórica de mucho más que sólo un naciente país, la de toda una región suramericana independiente. Región latinoamericana que aún consideramos, a pesar de los 214 años transcurridos al día de hoy de nuestra independencia, no ha terminado de comprenderse a sí misma.
Somos venezolanos porque somos españoles. Somos americanos porque el mundo equivocó nuestra denominación de origen, que debió ser ¡colombianos! En honor a Colón, héroe al que la ignominia e ignorancia califican de agresor en lugar de corajudo almirante descubridor. Las primeras publicaciones cartográficas de nuestro lugar de ubicación en el globo terráqueo nos reconocían por la firma de otro también gran navegante y cartógrafo, Américo Vespucio. Por este último se llegó a saber que éramos un nuevo continente. América y los americanos.
Trescientos años después, hoy debemos volver a reconocernos, y a ser reconocidos en un mundo muy distinto al de aquellos años de los siglos XVIII y XIX, de nuestros padres fundadores. Lo que hicieron por nosotros, sus aportes, sus luchas y sacrificios por la edificación de una mejor humanidad son imperecederos . Desde Miranda, quien tuvo la verdadera visión y plan de mucho más que sólo una República de Venezuela, se fue concibiendo toda una gran nación al sur del Río Grande y para todos países libres y unidos que se podrían formar en una gran confederación de la región latinoamericana.
Nuestra identidad de nacimiento, e históricamente indestructible como libertadora, es heroica. Vivirá para siempre si nos mantenemos unidos en valores y principios, con nación de conocimiento de la historia, y bajo el bendito influjo de nuestra fe, del ejemplo universal del ideólogo y “Primer Libertador” Francisco de Miranda y de Simón Bolívar el Libertador.
Aquel 5 de Julio de 1811 de gloria inmortal fue la unión de los dos más grandes e imprescindibles hombres del momento que lograron la trascendente determinación. Miranda con 61 años de edad y el joven Simón Bolívar, 33 años menor, quien cumpliría 28 años aquel mismo mes de julio de 1811, avanzaron unidos en el gran movimiento revolucionario que daba nacimiento la República de Venezuela con la “Declaración de Independencia de Venezuela”, e inicio de la más grande epopeya de liberación suramericana.
Miranda el Generalísimo, ex comandante en Pensacola con la retoma española de Florida que contribuyó al logro de la independencia de las trece colonias de los Estados Unidos de América, luego ingresa a los ejércitos de la Revolución francesa con grado de Mariscal de Campo y es ascendido a General de División por su victoria en la batalla de Valmy, que detuvo a los ejércitos prusianos para la posterior consolidación de la República francesa. Único latinoamericano reconocido en el Arco de Triunfo de París, tiene que dar significado con su ejemplo imperecedero a todo siempre orgulloso y al vez humilde ciudadano venezolano, donde quiere que vaya.
Bolívar, el Libertador de cinco naciones además de Venezuela, liberadas en su gesta emancipadora del subcontinente americano con su Ejército Libertador, nos obliga con su legado de coraje y entrega. Bolívar, el venezolano amante de Colombia, que la funda siguiendo el “Plan Miranda”, con la Nueva Granada, Panamá y Ecuador, es también junto con el prócer José de San Martín, Libertador de Perú, además de inspiración de la fundación del Alto Perú con una nueva república: Bolivia
Ser venezolano hoy es volvernos a reconocer nuevamente todos como hermanos en el Cristo que nuestros mayores abrazaron con fe para sortear dolores y sinsabores de dificultades, de enfermedad y muerte sufridas en la lucha por ese camino a la independencia y a la libertad. Asumir como parte de esta resistencia actual el masivo escape temporal que debimos hacer desde nuestra amada tierra de gracia, para volver a liberarla y reconstruirla.
Ser venezolano es comprender que ha llegado la hora de dejar de ser víctimas y prepararnos para la lucha definitiva de construcción de ese camino de regreso a casa. Camino que venza cada golpe de traición a la soberanía ciudadana.
De ese cáncer de la banalidad del mal, de su lujuria, de su enriquecimiento por corrupción y vendepatrias que hieren y matan con alevosía a nuestros hermanos de la nación venezolana, cubana y nicaragüense, provocando lágrimas de sangre a miles de sus hijos inocentes, perseguidos en el aquí y en el allá; volveremos para tornar esas lágrimas de sangre en unas de alegría, al tiempo de reencontrarnos a nosotros mismos y a los hijos venidos de todas partes del mundo que se fueron ayer. Los venezolanos de ayer, mañana y siempre ¡somos libertadores!, ¡somos venezolanos! ¡Nuestra verdadera Tierra de Gracia renacerá! ¡AVANZAR!
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