Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 17 de julio de 2025

MARACAIBO, BAJAREQUE Y VENTANALES Por Douglas Zabala



La llegada de los españoles a nuestra Bahía, no solo nos trajo la cruz, la biblia y la espada; con ellos también llegaron los secretos de cómo poder construir casas, que pudiesen aguantar el inclemente calor de estas tierras tropicales, tan distantes y distintas de su lugar de origen.

A las técnicas españolas en la construcción de esos caserones, se unieron las aportadas por nuestros indígenas. Ellos eran expertos en la elaboración del bajareque; un sistema de paredes, aunque similar a otros tipos de edificaciones primitivas, fue usado por los ahora nuevos residentes de nuestra ciudad.

El bajareque consistía en horcones de madera, enterrados en el suelo con una separación aproximada de un metro, unidos horizontalmente por largueros generalmente de mangle. Se armaba una estructura con caña brava, que era rellenada con el barro amasado con paja y la concha de coco

Las casas de la Maracaibo colonial fueron llenando los espacios de aquellos patios, gracias a esa mezcla de las técnicas autóctonas y de españoles, que resolvieron quedarse para siempre en esta ciudad, con sus coloridas viviendas de bajareque, gárgolas y ventanales.

El Empedrao aún conservan esa herencia. Nuestras casas de colores, ventanales amplios y detalles coloniales se levantan como testigos del Maracaibo de antaño. A través de esas ventanas, la ciudad aún respira su historia. Pero lo que una vez fue orgullo patrimonial hoy sufre la amenaza del abandono. Como El Saladillo, mi barrio natal, que ya desapareció del mapa físico, estos sectores corren el riesgo de quedar reducidos a recuerdos.

La declaratoria de patrimonio urbano no basta si no va acompañada de acción. Hoy, los ventanales se agrietan, el bajareque se desmorona y la memoria corre peligro. Por eso, se hace urgente mirar hacia Santa Lucía y El Empedrao con voluntad restauradora. No como lugares pintorescos solo pá parrandear, sino como reservorios de identidad y cultura.

Que las nuevas generaciones comprendan que en esas casas no sólo habitan familias, sino también sueños, luchas y ritmos cotidianos. Preservarlas es más que conservar fachadas: es proteger la esencia de Maracaibo.

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