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jueves, 17 de julio de 2025

¡En Venezuela el populismo ya no gana elecciones! Marcos Hernández López


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Desde una mirada crítica, el populismo, como enfoque de política económica en gobiernos intervencionistas y personalistas, tiene como objetivo principal defender el bienestar del “pueblo”, comprometiendo el gasto público sin incentivar el crecimiento macroeconómico. Su intención es mejorar la distribución del ingreso a favor de los sectores más desposeídos de la sociedad. Sin embargo, es importante destacar que este modelo tiende a anteponer los intereses políticos sobre los económicos.

El término populismo se ha utilizado en política con dos acepciones distintas: una con connotación positiva, y otra, más común, con una carga negativa. A menudo se confunde erróneamente con la demagogia: mientras esta última se refiere al uso de discursos emocionales para influir en el electorado, el populismo se centra en las acciones de gobierno orientadas a ganar aceptación popular mediante políticas que apelan directamente a las masas.

El populismo ha sido una constante en la historia política de Venezuela, especialmente vinculado a su condición de país rentista petrolero. Durante el siglo XX y lo que va del XXI, distintos gobiernos han recurrido a discursos y políticas populistas para consolidar su poder y movilizar a la población.

Raíces y evolución del populismo venezolano

Populismo clásico (mediados del siglo XX): Surge en la década de 1940, en un contexto de migraciones del campo a la ciudad y nuevas demandas socioeconómicas. La política y el petróleo se vincularon estrechamente. Líderes como Rómulo Betancourt (Acción Democrática) y Rafael Caldera (COPEI), aunque con matices ideológicos distintos, implementaron políticas sociales y de redistribución de la renta petrolera. Si bien estas medidas contribuyeron a la democratización inicial, también sentaron las bases para una dependencia estructural del Estado y del petróleo, configurando una "democracia clientelar".

Declive del puntofijismo y surgimiento del neopopulismo (finales del siglo XX y XXI): A partir de los años 80, el agotamiento del modelo rentista y diversas crisis económicas provocaron un creciente descontento social. El Caracazo de 1989 fue un punto de inflexión que expuso la fragilidad del sistema. En este escenario emergió Hugo Chávez, quien canalizó el malestar popular y prometió una "revolución bolivariana" para redimir al pueblo de la llamada "IV República".

Características del populismo en Venezuela

  • Liderazgo carismático: Se centra en una figura fuerte que se presenta como la voz legítima del pueblo. Hugo Chávez fue el ejemplo más representativo en la historia reciente del país.
  • División binaria: El discurso populista construye una dicotomía entre un “pueblo virtuoso” y una “élite corrupta”, generalmente identificada con la burguesía o el imperialismo.
  • Dependencia de la renta petrolera: El populismo venezolano se ha sustentado históricamente en la renta petrolera, lo que ha dificultado la diversificación económica.

Impacto del populismo en la economía y sociedad venezolana

El populismo en Venezuela, particularmente en su versión más radical del siglo XXI, ha tenido consecuencias profundas y negativas:

  • Crisis económica: El modelo rentista, combinado con un intervencionismo estatal excesivo, ha provocado hiperinflación, desabastecimiento, caída de la productividad no petrolera y una severa crisis estructural.
  • Deterioro social: El empobrecimiento generalizado, la inseguridad alimentaria, el colapso de los servicios públicos y la migración masiva han marcado la vida cotidiana de millones de venezolanos.
  • Erosión democrática: La concentración de poder en el Ejecutivo, el control de las instituciones, la falta de independencia judicial y la manipulación electoral han debilitado significativamente la democracia.
  • Persistente dependencia del petróleo: A pesar del discurso oficial de diversificación económica, la estructura productiva sigue atada a los vaivenes del mercado petrolero internacional.

Populismo, democracia y autoritarismo

Cuando Hugo Chávez asumió el poder hace más de dos décadas, promovió un populismo de izquierda que, en teoría, buscaba salvar la democracia. Sin embargo, el resultado fue la erosión de las instituciones democráticas, como quedó en evidencia cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se arrogó las funciones del Parlamento.

El caso venezolano se ha convertido en una advertencia clara: el populismo, aunque pueda iniciar como un proyecto democrático, en muchos casos deriva en autoritarismo. No siempre es así, pero cuando se lleva a sus extremos lógicos, puede debilitar o incluso destruir la democracia.

La Quinta República y la consolidación del modelo populista

La llamada Quinta República, impulsada por Hugo Chávez bajo el estandarte del “socialismo del siglo XXI”, inició una profunda reconfiguración de las políticas sociales, económicas y educativas. Aunque prometía un cambio estructural con una nueva constitución y nuevos valores, en la práctica consolidó un modelo populista tradicional, apoyado en el rentismo y la emocionalidad política.

En este contexto, Chávez revitalizó la práctica populista mediante un discurso altamente emocional y polarizador, que logró conectar con amplios sectores sociales excluidos. Esta estrategia recuerda en muchos aspectos al modelo de Juan Domingo Perón en Argentina, combinando paternalismo estatal con culto al liderazgo carismático.

El populismo como ideología nacional

Uno de los aspectos más peligrosos del populismo en Venezuela es su transformación en una especie de patria emocional, donde el “pueblo” se equipara con la totalidad de la sociedad. El nacionalismo inducido por Nicolás Maduro busca consolidar la imagen de un Estado al servicio de los excluidos, mientras se presenta como el defensor de la soberanía frente al “imperio norteamericano”.

El politólogo Kurt Weyland señaló en 2013 que “el populismo siempre estará en conflicto con la democracia”. Esta afirmación cobra particular relevancia en el caso venezolano.

Populismo, dependencia y crisis económica

Nicolás Maduro ha sido artífice de su propia crisis económica. Sustituyó estratégicamente la producción nacional por importaciones —como el caso de los CLAP— quebrando a buena parte del aparato productivo local. Aun con los pocos ingresos en divisas que recibe el país, mantiene una visión distorsionada y politizada de lo que debería hacerse ante la aguda crisis.

En el fondo, todo responde a una clara intención: que la población dependa cada vez más de las “bondades” del Estado venezolano o, en su defecto, de la llamada revolución bolivariana.

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EL NACIONAL.

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