Redacción (ALN).- Edmundo González en el exilio, María Corina Machado en la clandestinidad y una base electoral desmovilizada: este es el balance de la oposición venezolana al cumplirse un año de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. Un evento que, lejos de concretar una alternativa de cambio, profundizó la fractura política y la concentración autoritaria del poder por parte del chavismo, que derivó nueva dinámica política en Venezuela.
Después de autoproclamarse ganadora con el 70 % de los votos —basándose en copias de más de 80 % de las actas no publicadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE)—, la oposición pasó de la euforia inicial a un escenario de desgaste, propiciado por la persecución estatal y la cada vez más marcada división interna.
La represión se intensificó después de los comicios. Las protestas callejeras que exigían transparencia electoral fueron rápidamente disueltas por cuerpos de seguridad y grupos de choque vinculados al oficialismo. En ese contexto, se afianzó una estructura de represión institucional que, según organizaciones internacionales como la Washington Office on Latin America (WOLA), recurre a prácticas propias de regímenes autoritarios.
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Mientras, el CNE, controlado por rectores afines a Nicolás Maduro, proclamó como ganador al llamado “presidente obrero”, quien aseguró un tercer mandato consecutivo, respaldado por un aparato de control cada vez más consolidado.
“No cabe duda que la oposición está debilitada tras el 28J”, dijo en un análisis para Crónica Uno el analista político Pablo Quintero.
De acuerdo con Quintero, la incapacidad para cumplir con el objetivo planteado de “ganar y cobrar”, como se prometió insistentemente durante la campaña presidencial, es el principal elemento que debilita al liderazgo opositor.
Cambio de seña electoral
Pero la crisis opositora no se limita a la represión. Las divisiones internas y la falta de una estrategia clara, como el giro de 180 grados que dieron Machado y González cuando llamaron a la abstención en los comicios regionales y parlamentarios de mayo pasado, han llevado a contradicciones públicas. Lo que sirvió en bandeja de plata las gobernaciones y la Asamblea Nacional al chavismo.
“Eso dejó a la oposición en una situación delicada porque perdió espacios, y es probable que pierdan muchas de las alcaldías que controlan porque la gran mayoría de los electores de oposición se encuentran profundamente desmotivados, eso está a la vista (…), el electorado (opositor) está desatendido y teme que participar en las elecciones no valga la pena”, agregó Quintero.
Pese a esto, la oposición aún cuenta con “considerable” respaldo popular, según el analista Aníbal Sánchez.
“Pero no ha sido capitalizado en los procesos electorales que prosiguieron (como las elecciones del 25 de mayo), al contrario, estos eventos solo han servido para pronunciar las diferencias en la oposición”, dijo Sánchez, al tiempo que apuntó que “el boicot”, en la forma de llamados a la abstención, “parece ser el único activismo” que la coalición opositora Plataforma de la Unidad Democrática (PUD) está dispuesta a hacer.
El más reciente informe de la ONG Foro Penal, al 21 de julio de 2025, reportó que en Venezuela hay 853 presos políticos. Entre ellos 94 mujeres y 4 adolescentes. Se trata de detenciones acumuladas desde 2014, pero que se incrementaron de forma sostenida luego de los comicios del 28J.
Solo entre el 18 y el 21 de julio de 2025 excarcelaron a 66 personas, lo que refleja una dinámica de “puerta giratoria” que, recalcaron los voceros de la ONG, forma parte de una estrategia represiva para mantener el control sobre la disidencia.
Human Rights Watch, por su parte, documentó un auge de asesinatos, desapariciones forzadas, torturas y detenciones arbitrarias cometidas desde las elecciones, en muchos casos ejecutadas por cuerpos de seguridad y grupos paramilitares.
La oposición ¿a las calles?
La historia reciente se puede contar en tres actos: primero, la elección del 28 de julio de 2024 y la autoproclamación opositora, sustentada en copias fidedignas de las actas electorales; segundo, la reacción inmediata del aparato estatal, que combinó silencio institucional con represión selectiva; y, finalmente, un presente marcado por el silencio, la fragmentación y la incertidumbre.
Esta progresión no solo desnuda una pérdida de capacidad política, sino también una desconexión entre liderazgo y ciudadanía, donde ni la calle ni el voto parecen hoy herramientas suficientes para disputar el poder.
Tras los resultados oficiales, que dieron a Maduro como ganador con casi el 52 % de los votos, estallaron protestas espontáneas en varias ciudades de Venezuela.
En el imaginario colectivo opositor aún vibran las imágenes de miles de personas en las calles pidiendo la divulgación de las actas de la elección mientras arrasaban con símbolos del oficialismo, como carteles y estatuas de Hugo Chávez.
Pero a las protestas siguió una ola represiva que dejó a más de 2000 activistas y manifestantes tras las celdas, incluidos varios menores de edad.
“El miedo genera un efecto de inhabilitación sobre la gente, un efecto de apatía, tanto que las personas a día de hoy están enfocadas en el tema económico al ver que la oposición, aún con el liderazgo que tiene, es víctima de las detenciones. La traducción social de esto es que si meten preso a un dirigente político, qué queda para los demás”, dijo Quintero.
Liderazgo difuso en la oposición
Asimismo, apuntó que, en este momento de división en la oposición, donde no hay una estrategia unitaria, ir a las calles no produciría un cambio político.
“De hecho, todo lo contrario, produciría estancamiento y represión, que son resultados negativos para la gente”, añadió.
Esta es la principal razón por la cual la oposición no continúa ejerciendo su reclamo del 28J en las calles, pero también las órdenes “difusas” que emanan del liderazgo opositor: mientras la PUD se alinea con Machado y llama a la abstención, otros líderes regionales como Manuel Rosales, en el Zulia, o Gustavo Duque, que controla el mirandino municipio de Chacao, una de las mayores vitrinas políticas del país, piden a los electores participar en las elecciones.
“Llamar a la calle representa un desgaste fuerte porque el venezolano lleva en la calle desde 2014, y al ver todo lo que ha sucedido con las detenciones y encarcelamientos, evidentemente la disposición de salir a las calles es muy baja”, insistió Quintero.
Cúpula fortalecida
Contrario a la precaria posición de la oposición, el chavismo luce fortalecido, pese al cuestionamiento nacional e internacional a su legitimidad, por una sencilla razón: controla todos los espacios de poder.
“Los resultados de la elección de la Asamblea Nacional, permitirá al chavismo consolidar el control sobre instituciones clave como la Fiscalía General y el Tribunal Supremo de Justicia. Son las cuentas que no sacan los que nos adversan como opositores desde los teclados o haciéndose eco de sueños o anhelos”, explicó Sánchez.
Además, el analista remarcó que para el chavismo es fundamental el respaldo de la Fuerza Armada, pese a que pueda haber señales de “descontento” entre los militares.
“Maduro ha demostrado resiliencia”, dijo Sánchez, al destacar la capacidad del líder socialista para enfrentar “vulnerabilidades significativas” como la crisis económica, las luchas internas dentro del chavismo y la presión internacional, incluso de países que alguna vez le respaldaron, como Brasil, Colombia y México.
Quintero, por su parte, recuerda que el chavismo está lejos de su época dorada en materia electoral, cuando con millones al año en ayudas sociales y el carisma del fallecido Hugo Chávez (1999-2013), ganaba cualquier comicio casi sin dificultad.
“Pero al día de hoy está en una posición de fortaleza porque controla el poder, tiene acceso a la comunidad internacional, se encuentra dialogando y negociando con Estados Unidos y al día de hoy no hay protestas. Es decir, no hay riesgo político ni mediático sobre la base de protestas. Mientras exista una oposición debilitada y que se contradice, el chavismo se va a fortalecer, aunque no por mérito propio, sino porque su adversario es muy débil”, afirmó.
Un año después del 28 de julio, como resume el politólogo Pablo Quintero, la oposición no solo perdió una elección. Perdió cohesión, legitimidad y capacidad de acción política. Lo que quedó no fue una fuerza movilizada, sino un conjunto fragmentado, silenciado y vigilado. Frente a ese vacío, el chavismo no triunfó por méritos propios, sino por la debilidad de su adversario.
Tomado de Crónica Uno.
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