jueves, 24 de julio de 2025

Cuando la ideología triunfa sobre los intereses económicos

No cabe duda de que muchos legisladores republicanos votaron en contra de los intereses económicos de sus electores al apoyar la "Gran y Hermosa Ley" del presidente estadounidense Donald Trump. Este resultado encierra una importante lección para los estudiantes de economía política, quienes suelen asumir que los intereses son evidentes.
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Por: Dani Rodrik 

Entre los desastres de la "Gran y Hermosa Ley" del presidente estadounidense Donald Trump, uno resulta particularmente doloroso para los economistas políticos. El proyecto de ley elimina radicalmente los subsidios a las energías limpias introducidos durante la administración del presidente Joe Biden hace tres años. Muchos consideraban que estos subsidios eran inmunes a un cambio de presidente, ya que crean nuevos empleos y oportunidades de ganancias para las empresas en estados tradicionalmente republicanos. Por muy alérgico que sea el Partido Republicano, controlado por Trump, a las políticas verdes, la opinión general era que no se atrevería a eliminar estos beneficios. Pero finalmente lo hizo.

¿Dónde se equivocó la opinión general? Los académicos que estudian cómo se toman las decisiones políticas tienden a centrarse en los costos y beneficios económicos. Razonan que la legislación que genera ganancias materiales para grupos organizados y bien conectados a expensas de pérdidas difusas para el resto de la sociedad tiene más probabilidades de aprobarse. Muchos elementos del proyecto de ley de Trump se explican bien desde esta perspectiva: en particular, genera una drástica transferencia de ingresos hacia los ricos a expensas de los pobres. Del mismo modo, es improbable que la legislación que genera pérdidas concentradas para poderosos intereses económicos avance significativamente. Esto explica, por ejemplo, por qué el aumento del precio del carbono, un requisito para combatir el cambio climático pero un duro golpe para los intereses de los combustibles fósiles, ha sido un fracaso políticamente tóxico en Estados Unidos.

El programa de energía verde de Biden, la llamada Ley de Reducción de la Inflación (IRA), se diseñó para superar este obstáculo político. En lugar de blandir un palo -impuestos al carbono-, ofreció incentivos en forma de subsidios para la energía solar, eólica y otras energías renovables. Estos incentivos no solo hicieron posible la IRA, sino que se esperaba que fueran duraderos. Incluso si los republicanos recuperaron el poder, los beneficiarios de los subsidios se resistirán a su eliminación. Con el tiempo, a medida que los grupos de presión verdes se fortalecen, tal vez incluso una ofensiva directa contra los combustibles fósiles se volvería políticamente viable.

Estas esperanzas se han visto frustradas. Los grupos de presión ecologistas intentaron suavizar las disposiciones del proyecto de ley contra la IRA y lograron retrasar la eliminación gradual de los créditos fiscales para la energía eólica y solar hasta mediados de 2026. Pero si bien la IRA no se ha derogado por completo, la transición ecológica que anticiparon los demócratas ahora está hecha añicos.

Quienes se adhieren a la versión materialista de la economía política encontrarán maneras de justificar este cambio. Los recortes fiscales regresivos para los ricos exigieron que los ingresos se buscarán en otras fuentes. Así que quizás se sacrificó un grupo de interés menos influyente por uno más poderoso, o quizás tres años no fueron suficientes para que los subsidios a la IRA crearán un grupo de presión lo suficientemente fuerte a su favor. Como dijo un defensor: "Nunca lo sabremos, pero si hubiéramos tenido otros cuatro años para que estas inversiones en la industria manufacturera se consolidaran, habría sido mucho más difícil para los legisladores revertirlas".

En última instancia, sin embargo, estas excusas suenan falsas. Debemos aceptar que la ideología a veces prevalece sobre los intereses materiales. No cabe duda de que muchos legisladores republicanos votaron en contra de los intereses económicos de sus electores. Algunos lo hicieron por temor a represalias de Trump, otros porque son realmente escépticos del cambio climático y, al igual que Trump, se oponen a cualquier cosa que huela a activismo verde. En cualquier caso, fueron las ideas sobre lo que es importante y como funciona el mundo, más que los grupos de presión económicos o los intereses creados, las que prevalecieron.

Aquí hay una lección más amplia sobre la economía política. Las narrativas pueden ser tan importantes como la política de grupos de interés para impulsar la agenda de un partido. La capacidad de moldear las visiones del mundo y las ideologías, tanto de las élites como del electorado común, es un arma poderosa. Quienes la poseen pueden persuadir a la gente a tomar decisiones que parecen entrar en conflicto con sus intereses económicos.

De hecho, los propios intereses, económicos o de otro tipo, se ven moldeados por ideas. Para determinar si ganamos o perdemos con una política en particular, necesitamos saber como se desarrollará en el mundo real y también qué sucedería en su ausencia. Pocos entre nosotros tenemos la capacidad o la inclinación para comprenderlo. Las ideologías ofrecen atajos para procesos de toma de decisiones tan complejas.

Algunas de estas ideologías adoptan la forma de historias y narrativas sobre como funciona el mundo. Un político de derecha, por ejemplo, podría decir: "La intervención gubernamental siempre es contraproducente" o "Las universidades de élite producen conocimiento interesado y poco fiable". Otras se centran en aumentar la relevancia de diversos tipos de identidades: étnicas, religiosas o políticas. Dependiendo del contexto, el mensaje podría ser: "Los inmigrantes son tu enemigo" o "Los demócratas son tu enemigo".

Es importante destacar que el concepto de "interés propio" se basa en una idea implícita sobre quién es el "yo": quiénes somos, distintos de los demás, y cuál es nuestro propósito. Estas ideas no están fijadas en la naturaleza ni son innatas. Una tradición alternativa en economía política considera que los intereses se construyen socialmente, en lugar de estar determinados por las circunstancias materiales. Dependiendo de si nos identificamos como "hombre blanco", "clase trabajadora" o "evangélico", por ejemplo, recibiremos nuestros intereses de manera diferente. Como dirían los constructivistas, "el interés es una idea".

Hay una lección aquí para los oponentes de Trump. Para tener éxito, deben hacer más que producir políticas bien diseñadas que generen beneficios materiales para grupos específicos. Ya sea en la lucha contra el cambio climático, la promoción de la seguridad nacional de Estados Unidos o la creación de buenos empleos, necesitan ganar la batalla más amplia de las ideas, en particular las ideas que moldean la comprensión de los votantes sobre quiénes son y cuáles son sus intereses. Los demócratas, en particular, deben reconocer que las narrativas e identidades que promovieron hasta hace poco dejaron atrás a muchos estadounidenses comunes, al igual que las políticas económicas pre-Biden que contribuyeron al ascenso de Trump.

El autor

Dani Rodrik, profesor de Economía Política Internacional en la Escuela de Economía Kennedy de Harvard, es expresidente de la Asociación Económica Internacional y autor del libro de próxima publicación "Prosperidad compartida en un mundo fracturado: Una nueva economía para la clase media, los pobres del mundo y nuestro clima" (Princeton University Press, noviembre de 2025).

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