Vos sabéis que a mediados del siglo XIX, en Maracaibo, el agua era distribuida por hombres, que, cabalgando a burro y mula, vendían la lata de agua por un cobrito. ¡Del agua e' la playa! Gritaban los burreros vendiendo el agua como en quincalla.
Usted pagaba sus cinco céntimos, y el agua le sería servida en la puerta de su casa. De donde traían los aguadores el cristalino líquido. De la misma ciudad. Se excavaban profundos pozos, y brotaban copiosos manantiales de agua dulce, como la de los cocotales de las orillas del lago.
Ese sitio que quedaba en el camino real de Bellavista, por los alrededores de la iglesia las Mercedes, a punta de excavaciones, trajinar de burros y burreros aguadores, fue tomando el famoso nombre de La Hoyada.
Símbolo de modernidad en este servicio, fue la idea que tuvo la Compañía del Ferrocarril, de montar un Vagón Cisterna, donde le servían agua a los vecinos hasta donde llegaban los rieles de aquella máquina ruidosa. Este vagón terminó instalándose justo al lado del puente O' Leary, donde los vecinos de Santa Lucía, eran atendidos eficientemente.
Fue a partir de 1938 cuando los maracuchos pudieron cambiar la totuma y el balde por el chorro de la tubería al inaugurarse la primera Red de Tuberías con agua potable. El Ministerio de Obras Públicas utilizó como fuente de abastecimiento un campo de pozos construido en el kilómetro 12 de la carretera Maracaibo - Machiques
Bajo el gobierno del General Isaías Medina Angarita se funda el Instituto Nacional de Obras Sanitarias (INOS). A partir de ese momento, mediante contrato con la Municipalidad de Maracaibo, el INOS obtiene la delegación de la prestación del servicio de agua potable y la red de aguas en la ciudad.
Hoy, en este siglo XXI tenemos una Maracaibo sedienta donde a falta de un suministro eficiente por parte de Hidrolago, los camiones cisternas hacen sus agostos vendiendo el preciado líquido como en los viejos tiempos de los aguadores en burro del Maracaibo del siglo XIX. Pa' que vos sepáis.
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