La noticia de la semana ha sido la “Proclamación” del presidente Trump por medio de la cual impone restricciones de diversa severidad a los ciudadanos de un número de países -entre los que está Venezuela - para ingresar, permanecer, solicitar visa norteamericana, etc. Tal norma entra en vigencia el próximo lunes 9 y ya ha causado gran preocupación entre nuestros compatriotas.
Las restricciones más severas son para los ciudadanos de Afganistán, Myanmar, Chad, República del Congo, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen, cuya entrada a territorio norteamericano se prohíbe totalmente.
Venezuela está en otra parte de la lista y se encuentra acompañada por Burundi, Cuba, Laos, Sierra Leona, Togo y Turkmenistán (bonita compañía). Puede entrar y permanecer bajo ciertas condiciones.
La norma tiene dos fundamentos principales que son: a) la seguridad nacional que exige la máxima protección al país y sus ciudadanos para prevenir el ingreso de terroristas y la realización de atentados de ese tipo y b) la falta de eficacia, de competencias y la negligencia culpable de que esos Estados no cumplan con los estándares básicos de investigación, control o eficiencia para dar garantías a Estados Unidos de que quienes solicitan entrada a su territorio no son terroristas. Venezuela es considerada en ese grupo como consecuencia de los sobrados y conocidos casos de otorgamiento de pasaportes venezolanos a ciudadanos -generalmente oriundos del Medio Oriente- que ninguna conexión tienen con nuestro país y en muchos casos ni conocen nuestro idioma.
Venezuela incursionó en esas prácticas desde temprana etapa del chavismo, seguido por el madurismo. Se ha comentado que fue Tarek el Aissami -el otrora omnipotente ministro a quien se atribuye la representación de Hezbolá en Venezuela- quien habría dado la orden de entregar pasaportes a esa clase de personas y a otras más cuyo perfil arroja serias preocupaciones.
Es evidente que dicha permisividad debe tener buena dosis de carga ideológica, toda vez que no es secreto que tanto Chávez como Maduro abrazaron causas extremistas, antioccidentales y antinorteamericanas a lo largo de toda sus gestión.
Es tan triste como evidente que medidas como la que comentamos tienen una generalización que causará seguramente que paguen justos por pecadores.
Esas lamentables situaciones ya han ocurrido varias veces, como han sido los arrestos y deportaciones que el propio gobierno norteamericano, en algunas ocasiones, ha reconocido como erróneos y que han dado lugar a difíciles enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Poder Judicial que interpreta la ley con la óptica jurídica, siendo que la administración considera que el asunto excede el marco de la perspectiva únicamente legal.
La valoración de las alternativas entre una interpretación más o menos benigna o humana de las leyes frente a la necesidad de enfrentar un problema de seguridad nacional requiere un juicio moral que no estamos en condiciones de adelantar en estas líneas cuyo único objeto es ilustrar acerca de una norma que pasado mañana entrará en vigencia.
Lo anterior tiene su conexión con el tema de la inmigración, que fue uno de los decisivos en la campaña para llevar a Mr. Trump a la Oficina Oval junto con el asunto de la seguridad nacional como razones que autoricen a dejar de lado algunas libertades individuales. Tal discusión es de larga data y consiste en poner de primero los derechos individuales frente a las necesidades colectivas o viceversa. De una u otra alternativa depende la definición de la calidad democrática de una sociedad.
No cabe duda de que la determinación de quiénes son los que recibirán permisos de entrada o permanencia en Estados Unidos es exclusivamente prerrogativa de ese país, pero aún siendo así ello no excluye el valor de los principios de solidaridad, compasión y amplitud que han sido pilares fundamentales de la sociedad norteamericana, cuya variedad étnica y cultural así lo refleja.
La historia milenaria nos enseña que desde los albores de los tiempos la movilización de personas ha tenido y sigue teniendo una relevancia indetenible que desafía a veces el derecho de los pueblos a mantener su pureza étnica.
Desde la conquista, colonización y mestizaje de nuestro continente, el flujo de gente ajena a la sociedad local ha modelado nuestra propia identidad americana. Venezuela es, asimismo, producto de ese mestizaje que nos otorga algunos de los atributos que caracterizan a nuestro gentilicio.
Los grandes conflictos que al propio día de hoy se viven en el mundo están siendo producidos por circunstancias que exceden el marco de las leyes migratorias. Francia se está islamizando, Alemania se ha llenado de turcos primero y sirios después, cuyo aporte -guste o no- moldea el estereotipo del catire de ojos azules que tradicionalmente ha representado a los alemanes. El reciente flujo de ucranianos en toda Europa y de latinoamericanos en Estados Unidos se deja ver en los apellidos de la gente (Marco Rubio, De Santis, María Elvira Salazar, etc.), ninguno de ellos desciende de los peregrinos del Mayflower que en el año 1620 atracó en Plymouth Rock conduciendo a los primeros colonos ingleses en Estados Unidos, que llegaban en busca de libertad religiosa y oportunidad de desarrollo.
Cierto y lamentable es que los 600.000 compatriotas que viven en Estados Unidos, que dejan una impronta ampliamente positiva, hoy deben cargar con la mala prensa generada por las acciones de algunas manzanas podridas que ponen en jaque la percepción favorable hacia nuestros compatriotas, en la que justos y pecadores se venden en un mismo paquete.
Tampoco debemos perder de vista que los verdaderos culpables son los que originaron la emigración: Chávez, Maduro, Fidel, Petro, Kirchner y otros que habiendo comenzado con credenciales inobjetables derivaron en lo que ya sabemos.
De lo anterior, este opinador rescata la reiterada teoría de la responsabilidad colectiva de los pueblos que dentro de las reglas democráticas cometen graves errores. Chávez, Maduro, Petro, Hamás, Hitler, etc., son el resultado de graves equivocaciones cometidas por los pueblos que, lamentablemente, deben cargar con sus consecuencias.
apsalgueiro1@gmail.com
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