Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

lunes, 16 de junio de 2025

El espejo roto por Pedro Adolfo Morales


España ya no se reconoce frente al espejo. No por la crisis. Ni siquiera por la decadencia institucional. Lo que se ve es otra cosa. Lo que se ve es una cultura de poder que ha normalizado la corrupción como método de gobierno y la impunidad como forma de supervivencia.

Un día cualquiera de junio, con el país anestesiado por el calor y la rutina, estalla el informe. Santos Cerdán, número dos del PSOE, operador histórico del sanchismo, no solo fue el arquitecto de unas primarias cuestionadas. Fue también la bisagra de una red de comisiones, adjudicaciones, favores y sobres cerrados con nombres propios y cantidades exactas. Nada de teorías. Todo documentado por la Guardia Civil. La dimisión llegó, sí, pero con retardo. Como si el problema fuera el escándalo y no los años de podredumbre que lo preceden.

Pedro Sánchez compareció como si le doliera el alma. Dijo que no debía haber confiado. Que lamentaba los hechos. Que se siente traicionado. Palabras limpias. Mirada ensayada. Y al fondo, el abismo. Porque no se trata de un caso aislado, ni de un colaborador infiel. Se trata del núcleo de poder que lo sostuvo desde el origen. Y se trata, sobre todo, de una estrategia construida en el doble discurso, regeneración por un lado, trampas por el otro.

Aquel partido que llegó al gobierno denunciando los excesos del PP por la Gürtel, hoy amanece enlodado hasta el cuello. Lo que comenzó en las oficinas del Ministerio de Transportes con un operador menor, terminó salpicando a toda una estructura de poder. La política española ha dejado de girar en torno a ideas o proyectos de país. Gira en torno a equilibrios frágiles, pactos de silencio, y una coalición que solo se mantiene unida por el miedo al vacío.

Los socios se quejan, pero no se van. Yolanda Díaz exige giros, pero sigue votando a favor. El PNV mira hacia otro lado. Junts amaga con retirarse, pero calcula escaños. Todos saben que sin Sánchez no hay presupuesto, sin presupuesto no hay cargos y sin cargos se acaba el festín. El PP, por su parte, hace lo que sabe hacer, medir encuestas, calcular escenarios y no moverse hasta que haya garantías. Hablan de ética mientras esperan que el desgaste siga su curso.

Y mientras tanto, la ciudadanía contempla. No con sorpresa, sino con resignación. Lo sabían. Lo intuían. Pero hoy lo tienen por escrito. Y duele. Porque España no es Venezuela, pero empieza a parecerse en lo que de verdad importa, en esa sensación de que todo está pactado de antemano, de que nadie paga por nada, de que el poder no cambia de manos sino de nombre.

Lo más peligroso no es el delito. Es la rutina del delito. Que los ministros hablen de comportamientos individuales cuando la maquinaria entera estaba engrasada con sobres. Que la prensa se autocensure. Que el votante mire al suelo y diga, sin ira, que todos son iguales. Esa es la derrota.

El país tiene dos caminos. El primero exige coraje, elecciones libres, auditorías reales, fin del clientelismo y de las alianzas sin ética. El segundo es más cómodo, dejar todo como está, blindarse hasta 2027, seguir llamando regeneración a lo que es simplemente control de daños.

No hay tanquetas en las calles ni presos por opinar, pero hay algo igual de grave, la certeza de que el poder puede corromperse sin consecuencias. Que el Estado es un botín y el ciudadano apenas una estadística electoral. Que un presidente puede rodearse de sombras y aún así gobernar como si nada.

España está a tiempo. Pero el reloj no espera. O rompe el espejo y se reconstruye con dignidad, o seguirá viéndose deforme, con el rostro ajado de una democracia traicionada desde dentro.

Pedro Adolfo Morales Vera es economista, abogado, criminólogo, politólogo, historiador y documentalista.

EL NACIONAL.

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