Estados Unidos ha dado una señal clara de que aspira a que la onda expansiva de sus recientes bombardeos a Irán sacuda también las relaciones de la República Islámica con América Latina.
Por BBC Mundo
Una alta funcionaria del Departamento de Estado de EE.UU. dijo esta semana que «cada país (de la región) tiene que tomar una decisión sobre si va a respaldar a un régimen que es patrocinador estatal del terrorismo».
El comentario surgió en una conferencia virtual con periodistas, ante una pregunta concreta sobre la actitud que asumiría Washington en la Organización de Estados Americanos con los países que rechazaron el ataque a Irán del pasado fin de semana.
Pero el hecho de que la funcionaria estadounidense dijera la misma frase de forma casi idéntica tres veces durante ese diálogo sugiere que se trató de un mensaje premeditado.
«Es, hoy en día, una gran oportunidad para que los países en la región se den cuenta de qué lado van a estar», sostuvo.
EE.UU. considera a Irán como un «Estado patrocinador del terrorismo» desde 1984 y su presidente, Donald Trump, afirma que los bombardeos que ordenó en tres instalaciones nucleares iraníes buscaban impedir que ese país desarrolle un arma atómica, aunque Teherán niega que tuviera tal objetivo.
La crisis parece ser vista como una coyuntura propicia para trazar líneas en el Hemisferio Occidental por parte de Washington, que se preocupa desde hace tiempo por la presencia iraní en América Latina.
La cuestión entonces es qué lazos tiene Teherán con la región… y cómo el gobierno de Trump podría buscar reducirlos.
«Alianza por conveniencia»
Latinoamérica ha estado tradicionalmente lejos de las prioridades de Irán, pero comenzó a ser vista con interés por la teocracia de este país tras el cambio de milenio.
Entre 2005 y 2013, el entonces presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad visitó la región una vez por año en promedio, en procura de paliar el aislamiento que le causaban las sanciones internacionales por su programa nuclear doméstico.
Ahmadinejad abrió embajadas en el subcontinente, promovió acuerdos en distintas áreas y cultivó vínculos especiales con gobernantes de izquierda como Hugo Chávez en Venezuela, los hermanos Castro en Cuba o Daniel Ortega en Nicaragua.
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