Los vaticanistas, apostadores por un nuevo Papa italiano, se equivocaron. No contaron con un Espíritu Santo juguetón con el destino. Los notables electores han votado por un cardenal americano del norte y del sur. Robert Francis Prevost Martínez, desde ahora León XIV, agustino de Chicago y misionero en Perú, hereda el gobierno de Francisco con la incógnita de si continuará esa senda o impondrá un sello personal de equilibrios diplomáticos

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El análisis más inmediato es que es un hombre de Francisco. Subió al colegio cardenalicio en 2023 y Bergoglio lo encumbra en el Vaticano como jefe de los obispos del mundo. La rapidez de la fumata bianca da pistas de lo que tramaba el insondable Espíritu Santo desde la Capilla Sixtina. Tras las primeras votaciones, en las que el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, iba por delante, Prevost lo adelantó por la izquierda y ganó el trono de san Pedro, bajo la bendición del aleteo santísimo del buen espíritu.
Aunque, a priori, pueda parecer que el inefable jesuita dejó todo amarrado, ningún análisis garantiza que el agustino vaya a completar la labor rupturista radical de Francisco. Lo que está claro es que el nuevo Papa es un misionero, labor al agrado del anterior, quien siempre quiso serlo. Prevost, de 69 años (cumplirá 70 en septiembre), ha ejercido su apostolado en las entrañas del Perú durante 40 años. Tiene doble nacionalidad, estadounidense por nacimiento y peruana por adopción, habla español con ese acento, que se le pegó en Chiclayo. En su trayectoria ha sido superior de los agustinos americanos del norte. Como discípulo de san Agustín, la ortodoxia de la Iglesia Católica es su fiel.
Como Francisco, éste viene señalado por oscuros episodios de su pasado. Es el llamado «Caso Prevost», cierta prensa peruana le acusó de no haber sido suficientemente diligente contra los sacerdotes acusados de abusos sexuales ocurridos en su diócesis de Chiclayo, Perú. Los hechos ocurrieron en abril de 2004. Tres hermanas de Chiclayo se reunieron con el entonces obispo Robert Prevost (Roberto para aquellos feligreses) en 2022 para denunciar al padre Eleuterio Vásquez González (el padre Lute) por haber cometido abusos sexuales con ellas. El obispo Prevost las animó a denunciarlo ante las autoridades civiles, cosa que hicieron. Ellas hablaron con la prensa local y el caso se difundió, pero creen que Prevost no actuó con la suficiente fuerza y voluntad para apartar al padre citado de su magisterio eclesiástico.
El escándalo salpicó a una organización ultraconservadora peruana de sacerdotes y laicos, Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), que reconoció que cuatro miembros de su cúpula incurrieron en abusos sexuales a menores y mayores de edad entre 1975 y 2002. El papa Francisco, informado por el obispo Prevost, ordenó una investigación que concluyó en la orden del Vaticano para disolver a la SVC. Asimismo, el presidente de la Conferencia Episcopal peruana, monseñor Carlos García, ha afirmado que el obispo, Prevost, “enfrentó las dificultades de la Iglesia peruana y fue él quien abrió el camino en Perú para escuchar a las víctimas y organizó la Comisión de la Verdad”. Prevost ha declarado a la prensa peruana: “Nosotros rechazamos el encubrimiento y el secreto, eso hace mucho daño, tenemos que ayudar a las personas que han sufrido”.
Otra faceta a analizar es la inclinación ideológica de este americano un yanki-peruano, primer Papa estadounidense, con apostolado desarrollado en Perú. Mr. Trump lo ha reconocido, como una alegría y honor para Estados Unidos. Más allá de la seguridad de que el Vaticano y la Casa Blanca tienen que llevarse bien, esté quien esté al mando; el entorno de Make American Great Again (MAGA) ya ha declarado que este nuevo Papa es marxista. Parece una afirmación radical, pero si es un hombre de Francisco, puede que no sea tan bolchevique. El Papa fallecido sostuvo que él estaba con la Teología de la Liberación, sin ser comunista. Si Prevost es marxista siendo estadounidense y ahora Papa, eso sí que sería una inexplicable jugarreta del Espíritu Santo.
Al seguir algunas de las declaraciones de Prevost contra el comunismo y las ideologías progresistas –no hay espacio aquí para tantas–, se puede afirmar que no parece un marxista. “La teología marxista… termina adorando al Estado por encima de Dios”. “El comunismo es el error del siglo XX… su ateísmo es su primer veneno”. “El comunismo ha penetrado en ambientes cristianos disfrazado de solidaridad”. “Dios creó al hombre y a la mujer, no a una identidad fluida”. “La unión entre personas del mismo sexo no es matrimonio”. “Educar en la verdad biológica es proteger al niño”. “La Iglesia no puede ceder ante ideologías comunistas… que niegan la ley natural. Cristo es la verdad, y sólo en Él hay libertad”.
Es pronto para vaticinar la deriva que seguirá el Vaticano bajo la batuta de este peculiar personaje, agustino y misionero, en el mundo digital globalizado. Aboga por la paz, en un mundo en precario equilibrio. Su elección no se sabe aún si es un premio divino o un castigo terrenal. Lo cierto es que por algo ha sido elegido. Nada en la Capilla Sixtina del cónclave sucede por casualidad. Tal vez haya escogido llamarse León XIV para que la protección del Papa del Rerum Novarum le guíe en desarrollar la política que León XIII inauguró con la decidida puesta al día de una Iglesia, que originó la doctrina social de la Iglesia. También inspiró la denostada y alabada, al unísono, Teología de la Liberación en Hispanoamérica. Que dos papas seguidos vengan de esas tierras tampoco es casualidad. Que el Espíritu Santo, que lo eligió, le ilumine.
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