2024 fue un año récord en Colombia en lo atinente al ingreso de divisas por remesas. Así lo indican las estadísticas del Banco de la República. Con un ingreso mensual de 1.000 millones de dólares por concepto de remesas podría decirse que los nacionales que viven por fuera de las fronteras de su país le hacen un muy significativo aporte. Las remesas de los colombianos son de importancia superlativa ya que contribuyen a impulsar el consumo, dinamizan la inversión y motorizan el crecimiento económico.
Por fuera de las fronteras neogranadinas viven 5 millones de sus ciudadanos. Ellos han sido impulsados a dejar el terruño por razones de seguridad y por causas económicas. Solo el año pasado salieron para no volver 500.000 de ellos.
La tendencia de este año es similar a la del año pasado, pero la presencia de colombianos en Estados Unidos, desde donde se proveen casi la mitad de las remesas, se está viendo amenazada por las políticas migratorias del nuevo gobierno de Donald Trump. La nueva administración considera que este flujo de recursos está fuertemente impactado por el narcotráfico.
Al lado de México, que recibió el año pasado 66.000 millones de dólares en remesas, los 12.000 millones que enviaron a su país los colombianos no parecen una cifra estrambótica. Pero lo que es significativo es que el monto de los dineros que los colombianos enviaron a su tierra no solo se expandió notablemente con respecto al año anterior, sino que superó la inversión extranjera directa en el país vecino. Ha habido momentos puntuales incluso, como a fines del año 2024, en que el monto global ha superado al ingreso petrolero y es un hecho que hoy cuadruplica el de las exportaciones de café.
La debilidad de las inversiones foráneas hacia Colombia se explica en la desconfianza que es notoria en el desempeño de la economía. Por su lado, la fortaleza y el dinamismo de las remesan han pasado a representar un elemento de sustento para la población aportando ellas al país 3,3% del valor global del PIB de la nación. Hace una década ese aporte rozaba apenas el 1,1%.
No todo lo que ingresa por concepto de remesas puede traducirse en ahorro o en gasto corriente de sus beneficiarios. Investigaciones sobre este flujo durante las últimas dos décadas en que estas se duplicaron señalan que una parte del parte del vigor de la industria de la construcción en ciudades como Bogotá, Cartagena y Medellín está soportada en los envíos de divisas que las familias reciben desde el exterior. Otras industrias también reciben el influjo beneficioso de las remesas. El caso es que Colombia depende de manera determinante de este ingreso. Por ello, cuidarlas ha sido una tarea de los gobiernos hasta el presente, mientras que se intenta orientarlas a inversiones productivas.
Asi pues, este flujo histórico de recursos vital para el sostén de la nación pudiera verse sensiblemente reducido toda vez que el gobierno norteamericano actual ha estado considerado la medida de imponerles un impuesto. Washington es del criterio que la remesas se han convertido en una forma sencilla de lavado de dinero. La falta de transparencia en su registro y su elevado monto hacen dudar del origen de los fondos. De acuerdo al criterio trumpista, este sería un instrumento útil para desestimular el narcotráfico, una actividad ilegal que pudiera estarlas sustentando.
Hace falta, del lado colombiano preservar este vital ingreso para la economía nacional al tiempo que evidenciar el adecuado origen y la aplicación de montos que ascienden a sumas poco usuales, incluso en países con un alto numero de emigrantes. El principal destino de emigración de los colombianos es el país del norte y ellos ocupan el sitial 11 dentro del número de inmigrantes legales de los Estados Unidos.
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