El reciente anuncio de Warren Buffett a sus 94 años de renunciar a fin de este año a su posición de CEO de Berkshire Hathaway, su empresa, y de donar buena parte de su fortuna a la Fundación Bill y Belinda Gates, ponen en primer plano al hombre de éxito en los negocios, pero muy especialmente a una figura ejemplar en muchos planos.
Medios tan importantes como The New York Times, The Economist o The Washington Post se han ocupado del hacedor de fortuna, pero también de la dimensión humana de Buffett desde la perspectiva de sus valores. Conocido como uno de los inversores más exitosos del mundo –su empresa ha sido valorada en 1,16 billones de dólares– Buffett es también admirado por esas lecciones de vida que reflejan su forma de hacer negocios y, especialmente, su visión ética y personal del mundo.
Quienes lo han tenido más cerca dan testimonio de un hombre al que la riqueza no le sacó ni de su estado ni de su ciudad, pero sobre todo no le alejó de un estilo de vida marcado por la sobriedad, la sencillez, la accesibilidad. La gente, sus vecinos, pudieron ver al hombre que no presume de su éxito ni hace exhibición de su riqueza, que sigue viviendo en la misma casa que compró en 1958, que evita el lujo innecesario y se caracteriza por una actitud modesta y cercana.
Los empresarios que crecieron a su lado o gracias a sus consejos podrían hablar de su honestidad y de su integridad. Una de las principales máximas de Buffett destaca precisamente el valor de la transparencia y la confianza como pilares fundamentales en las relaciones laborales y financieras. Su reto ha sido superarse a sí mismo, mantener el entusiasmo por el logro. Su legado ético va más allá del dinero. Muchos lo consideran un ejemplo de cómo se puede triunfar sin renunciar a los principios.
Su trayectoria –seis décadas al frente del conglomerado Berkshire Hathaway– muestra bien el valor de la paciencia y de la disciplina: la paciencia, como recomienda el propio Buffett, para saber esperar el momento adecuado tanto en las inversiones como en la vida; la disciplina, como componente esencial de la capacidad de trabajo, de la constancia, de la estrategia, de la firmeza en el compromiso con los principios. Buffett es de los que no exige reconocimiento ni depende del aplauso. Introvertido, más no distante, no necesita estar rodeado de multitudes ni busca protagonismo constante.
De personalidad reservada pero carismática, Warren Buffett es un caso inspirador de cómo triunfar en los negocios sin perder la esencia humana y el interés por el otro y los otros. Comunicador claro, incluye en sus recomendaciones dedicar más tiempo para pensar, aprender y tomar decisiones. Amante del conocimiento y de la lectura como uno de los pilares de su crecimiento personal y profesional, disfruta de la reflexión y la rutina. Reservado, paciente, disciplinado y metódico, prefiere negocios predecibles y evita riesgos innecesarios. Entre sus recomendaciones incluye las de dedicar más tiempo para pensar, aprender y tomar decisiones más inteligentes en lugar de operar constantemente, pero también las que tocan conductas como la disciplina, la limitación del gasto, el sentido social de la vida y de la riqueza. “No es posible hacer un buen negocio con una mala persona. Elige a los asociados cuyo comportamiento sea mejor que el tuyo. Rodéate de personas exitosas” son algunas de sus recomendaciones. Con razón, su visión de negocio, caracterizada por el sentido común, la disciplina y el enfoque en el valor a largo plazo, se ha convertido en una clave de la educación financiera.
El legado de este hombre se extiende mucho más allá de la fortuna que ha creado. Sus principios y sus ideas han enriquecido gran cantidad de vidas.
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