«Nuestro comandante ha ascendido a esas alturas y está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un papa sudamericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo bueno, llegó la hora de América del Sur». Así recibió Nicolás Maduro el nombramiento del argentino Jorge Bergoglio como primer Papa latino de la Historia, empujado por el primer milagro de Hugo Chávez ocho días después de su muerte.
Maduro trató desde el primer día a Francisco como «uno de los nuestros». En la Patria Grande (que reúne a izquierdistas, revolucionarios y populistas) era tratado como uno más, lo que provocó una larga controversia en Venezuela, Cuba y Nicaragua. «Mi sentimiento es que nunca se mojaron lo suficiente (cuando le pidió ayuda con Venezuela)», se quejó recientemente Felipe González.
Un sentimiento compartido por buena parte de los venezolanos. «Se fue con muchas deudas con Venezuela, aquellas que son producto de su gran y permanente ambigüedad: decir que está con los pobres y los sufrientes, pero no condenar abiertamente a los causantes de los sufrientes. Ser claros y directos con algunos y con otros dejar muchas zonas grises», resumió para EL MUNDO Alexander Campos, director del Centro de Investigaciones Populares y católico practicante.
El Vaticano participó en primera línea en las negociaciones entre Gobierno y oposición de 2016, realizadas en parte en el Hotel Meliá de Caracas. Pietro Parolin, convertido ya en secretario de Estado de la Santa Sede pero que había fungido durante años como nuncio del Vaticano, soportó el peso de la negociación.
Como hace con todas las negociaciones, el chavismo no cumplió lo pactado, y Francisco se lo echó en cara a Maduro en una carta personal, filtrada posteriormente. La revolución bolivariana evitó la pelea directa con el Santo Padre, pero arremetió con todo contra Parolin, a quien acusaron de militar en la «escualidez» (oposición) y de ser un infiltrado del imperio. «Respete, nosotros no nos metemos con sus asuntos, no nos metemos con los padres acusados de pedofilia», disparó entonces Diosdado Cabello, número dos del oficialismo.
«Si se dejó engañar no fue porque no tuviera la información necesaria. Siempre ha tenido buena información, pero siempre le han podido sus predisposiciones ideológicas en lo político, mientras en lo moral, teológico y espiritual parecía más abierto, creativo y disruptivo. En eso no fue entero», reprochó Campos, que recoge buena parte del pensamiento nacional.
Pese a los disparos de la artillería pesada del chavismo, Maduro sostuvo públicamente una cercanía con el Papa, lo que le llevó a Roma en 2013 y 2016. Sólo con el paso de los años, y tras el megafraude electoral y la represión salvaje del año pasado, Francisco deslizó unas palabras críticas ante los periodistas. «Las dictaduras no sirven y terminan mal antes o después, leyendo la historia», certificó el papa.
«Un tema espinoso», resumió el historiador católico Leonardo Fernández Otaño. «Intentó mediar en el caso venezolano, pero no obtuvo los efectos deseados, al igual que con Nicaragua, que finalmente dio vida y oxígeno a la autocracia y la represión. No obstante, demuestra el intento de buscar horizonte, medios y modos para una resolución pacífica, aunque sabemos que las autocracias de izquierda no deseen ningún cambio en pro de la democracia».
El deshielo de Cuba con EEUU (viaje incluido a la isla de Barack Obama), en el que también participó el Vaticano, «permitió cierta dinamización de la economía, pero resultó a la larga un retroceso autocrático», señaló el historiador cubano, quien consideró positiva la visita del papa a la isla. En cambio, pocos olvidan el impacto causado al escuchar a Francisco asegurar que mantenía una «relación humana» con Raúl Castro semanas después del estallido social del 11 de Julio.
En varias ocasiones, y de forma muy discreta, el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) trabajó en Roma para que Francisco intercediera por los presos políticos cuando otros, como la Comisión Europea y la ONU, miraban a otro lado. Fundamental fue la postura del Vaticano en el minideshielo con el que se despidió la administración de Joe Biden, que incluyó la excarcelación de más de 200 prisioneros políticos.
«Entendemos que algunas expresiones del Papa causaron malestar entre muchos cubanos, incluso católicos, pero es justo agradecerle habernos escuchado. Es cierto que se consiguió una muy parcial excarcelación de presos políticos, pero aún así agradecemos al Papa sus gestiones en favor de los cientos de cubanos y familiares que sufren. Exigimos al régimen cubano que el deseo del Papa sea respondido a cabalidad y no se prolongue la injusticia», desveló a EL MUNDO Yaxis Cires, director de estrategia del OCDH.
«¿Quién elige al Papa y a los cardenales? ¿Cuántos votan, quiénes se los dan? Si van a ser democráticos que empiecen a elegir con el voto de los católicos al Papa», despotricó el comandante Daniel Ortega, al frente de la tercera dictadura del continente, la mejor forma de demostrar cuál es la relación actual de Nicaragua con el Vaticano.
Ortega conquistó la Presidencia nica por la fuerza, tras un gran fraude electoral y tras encarcelar a siete precandidatos democráticos e imponer partidos satélite como rivales electorales. Para entonces, año 2021, el enfrentamiento del poder sandinista con los obispos locales se había trasladado hasta la Santa Sede, sobre todo desde 2018, cuando los prelados emergieron como los grandes emblemas democráticos tras la sublevación popular de abril.
«La tensión constante llegó al más alto nivel con el Vaticano, que a través de su representante intentó mantener un canal de negociación, sobre todo con los presos políticos. Hasta que en 2022 Ortega rompe el vínculo y expulsa de manera intempestiva al nuncio en Managua. Y se expresó de manera despectiva contra Francisco y el Vaticano», recordó para este periódico Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica.
El Papa no tardó en responder para hacer historia, al definir al régimen de Ortega como una «dictadura grosera», comparable con las comunistas o con la hitleriana.
La venganza sandinista prosigue hoy: deportaciones de sacerdotes y religiosas, persecución de católicos, prohibición de las procesiones, confiscación de centros y universidades vinculados a la Iglesia… Eso sí, desde el Vaticano se consiguió la libertad de monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, tras 17 meses encarcelado y víctima de malos tratos.
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