Hace muchos años, en plena época del comunismo estalinista, un alto dirigente del Partido Comunista yugoslavo escribió un libro muy crítico titulado La nueva clase, publicado en 1957. En él sostenía que esa nueva clase no era un error del sistema, sino el resultado inevitable del monopolio del poder, la planificación centralizada y la eliminación de la propiedad privada sin un control democrático real.
Eso fue exactamente lo que pasó en la Unión Soviética. Surgió una élite, conocida como la nomenklatura, que terminó controlando todo. Tras la caída del comunismo, muchos de sus miembros pasaron a manejar las grandes empresas del Estado, ahora en manos de los llamados oligarcas.
Algo similar ocurre en Cuba, donde esa élite controla el turismo y otras pocas actividades que aún generan ingresos, en medio de un país devastado económicamente.
En otros países de la región se sigue un camino parecido, aunque con otros nombres. En todos los casos, el resultado es el mismo: un pequeño grupo se queda con el control de lo poco que produce riqueza, mientras la economía de sus países sigue en caída.
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