Nos sobran los motivos para no ir a votar el 25 de mayo. Visto, sentido y sufrido el peso de la dictadura sobre el país y los estropicios que le ha producido, dejándolo en ruinas y, como consecuencia, a los venezolanos huyendo de él, me pregunto: quién carajo está dispuesto a legitimar una “paz autoritaria”, quién está dispuesto a volver a llenar de sentido la institución del voto que el régimen ha vaciado tantas veces, pero de manera significativa, el 28 de julio con el fraude más grande cometido por el régimen en su particular historia electoral y miren que ha trampeado procesos electorales, pero ninguno como ese cometido el 28 de julio. Y, no tengo duda, de que volverá hacerlo, una y otra vez, si los resultados no lo favorecen y puedan perder el poder. Y finalmente, quién está dispuesto a “pasteurizar” la dictadura, blanqueando y legitimando esos resultados fraudulentos.
Y, ¡sorpresa! uno se queda abrumado con las repuestas, pues sí los hay.
Basta ver y escuchar a Henrique Capriles y a Manuel Rosales hilvanando sus argumentos para justificar su participación en el proceso electoral convocado por el régimen, el 25 de mayo: “Votar el 25 de mayo significa reclamar el triunfo del 28 de julio” (¿cómo se comerá eso?) o “Si no votamos el gobierno se coge todo”, “Hay que negociar, esa es la única salida para nuestra amada patria”, “ya basta de consignas vacías”, de “pura palabrería que nada propone”, “No se puede hacer solo lo que diga una sola persona”.
Creo que hay que decir las cosas realmente como son, cuando Capriles señala que si no se vota el gobierno se queda con todo, es que acaso Capriles ignora que precisamente el régimen, aun perdiendo abrumadoramente, ha terminado quedándose con todo, hasta el punto de que el 28 de julio se quedó nada más y nada menos con la presidencia de la república.
Justamente, por eso, precisamente, el régimen madurista-chavista es una dictadura, porque más allá del uso desnudo de la represión, el régimen ha sido y es capaz de cambiar los resultados que el pueblo se da si estos difieren de sus intereses. Para ello cuenta con lo que se ha llamado hasta la náusea “los aparatos de poder autoritario”, entre estos, el CNE y la FAN.
Por su parte, cuando Rosales, dice que solo la negociación puede sacar del marasmo a su “amada patria”. ¿Acaso no se ha negociado? Si algo ha hecho la oposición es negociar, aún, con la certeza de que se negocia con un actor no confiable.
Para prueba de esta reincidencia negociadora de la oposición es que se va a las elecciones del 28 de julio bajo el paraguas del “Acuerdo de Barbados”, acuerdo que el régimen no cumplió en ninguno de sus aspectos. Rosales hace una vez más el llamado a ser realista confiando, solo que el actor con la que se pretende negociar, insisto, ha resultado ser no confiable y uno vez que ve cumplido sus puntos se sustrae de cumplir con la totalidad de dichos acuerdos.
Lo peor de su incumplimiento es que todos los acuerdos firmados y que no son cumplidos por el régimen han estado soportados institucionalmente por organismos, tanto nacionales como internacionales.
De los argumentos que ambos dirigentes esgrimen se pueden llenar tres o cuatro páginas. Y si seguimos toda su línea argumental veremos que el grueso de los mismos no es para oponerse al régimen. Pero ojo, sí son argumentos qué si se oponen, ¿pero a quién? Pues, a MCM, y a Edmundo González Urrutia y a la dirigencia que condujo a la oposición el 28 de julio y que terminó con un triunfo inobjetable de los sectores que demandan democracia.
Repito que hay que decir las cosas, realmente, como son: es cierto que MCM es incomodísima al régimen, pero, es más incomoda a aquel sector de la oposición que fue desplazado por el nuevo liderazgo que emergió en las primarias y que los dos dispuestos a ir a las elecciones del 25 de mayo, arriba nombrados, desistieron de asistir y no dijeron por qué. Ahora, aparecen convocando a todo el pueblo a unas elecciones que además de blanquear el fraude cometido, su objetivo latente, y por supuesto, no se manifiesta, es descalificar el liderazgo de MCM.
De tal modo que MCM se enfrenta hoy al peor de los mundos posible: por un lado, al régimen que la mantiene perseguida y en la clandestinidad y, por otro, a un sector de la oposición que se esfuerza en descalificarla constantemente.
Tanto a Rosales como a Capriles se le ven los hilos de la costura
He visto a Rosales en la calle, dando su discurso sobre la imperiosa necesidad de ir a las elecciones. Veo a Capriles en su programa en su canal de YouTube señalando exactamente lo mismo. El primero se da el lujo de ir y venir a Estados Unidos, por ejemplo, sin que la GNB del aeropuerto La Chinita lo meta en “un cuartico”, lo mande a desnudarse, hurgue en todos sus orificios y además lo someta a un intenso interrogatorio.
Por su parte, Capriles, puede llevar a sus niñas al colegio, cenar en un lujoso restaurante de Caracas con su señora y luego ir al Teresa Carreño para disfrutar de La Traviata, puede incluso encabezar la lista de candidatos al parlamento con la tarjeta de UNT y hasta con tarjeta propia.
Ninguno de los dos corre peligro alguno. ¿Por qué no tienen temor? Acaso los protege Dios o su particular Ángel de la Guarda. No, para nada.
Ahora, ¿podrá MCM salir de su escondite e ir a comprarse una “Reina Pepeada” en “El Rincón de la Arepa”? No para nada. Si lo hace, ya se encargará una gente vestida de negro, con pasamontaña negra y transportada en una camioneta negra, blindada y sin placas, de secuestrarla y desaparecerla, como han hecho ya con tantos.
Eso se llama “represión selectiva”.
Tanto Rosales como Capriles han perdido algo que es el gran bien en la política: la confianza. Ella es algo que no se regala, se gana. Es una relación positiva entre los dirigidos y quien funge de líder, para ello a quien se le otorga es objeto de una apuesta anticipada por su comportamiento futuro y deberá ser siempre el mismo, en todo tiempo y lugar.
En este sentido ambos han perdido la confianza de la gente. Es bien cierto que al principio se les excusó cierto comportamiento que estuvo distante de lo que se esperaba de ellos, especialmente, a Capriles, y a ambos se les trato con indulgencia pero, en esta hora, la relación con ambos es de desconfianza, una relación negativa.
En ese sentido, MCM se ha hecho con la confianza de la gente. Siempre ha sido la misma en todo tiempo y lugar, siempre ha actuado con la cabeza, el corazón y las manos. Cabeza, para actuar con racionalidad y cálculo, siempre parece que está urdiendo la mejor y más pensada salida, corazón para hacerse del sentido y los sentimientos de la gente y las manos, porque es una trabajadora incansable, como lo demostró en todo el proceso que arrancó con las primarias y culminó cuando se hizo de las actas oficiales que daban el triunfo a Edmundo González Urrutia.
Rosales y Capriles deberán aprender de ella, aunque en todo caso, como dice mi amigo Francisco Rojas: “La confianza es como el alma, una vez que se pierde no se recupera”.
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