De qué vale el cuerpo, si el cerebro está vacío y tu alma marchita. Drauzio Varella.
Tres tareas, siempre inconclusas y que debemos completar, nos propuso el Dr. Oscar Arias en su visita a Maracaibo con ocasión del lanzamiento del Programa de Valores respaldado por varias instituciones regionales. La primera de ellas es superar el invierno de la corrupción; la segunda es sacudirse los miedos de la democracia, y la tercera, asumir como propio el renacer, o lo que él denominó la primavera de la ética.
Esta última es fundamental y posibilitará, a mi entender, el cumplimiento de las otras dos. El hombre no es sólo una realidad biológica, es también una realidad cultural donde siempre está presente el aprendizaje, y su base fundamental, que es el lenguaje. No hay humanidad sin aprendizaje cultural, dice Savater, y la humanidad es el rasgo común que nos hace iguales, es decir, el reconocernos como seres humanos y tratarnos como tales.
Haciendo uso de tu libertad puedes decidir entregarte como esclavo al mejor postor o jurar obediencia a cualquier tirano, pero, entonces habrás elegido no elegir por tí mismo. De allí la responsabilidad que tenemos como ciudadanos de elegir concienzudamente, cada vez que lo hagamos, de acuerdo a principios y valores éticos que son los que nos permiten discernir en base a las normas y conductas, buenas o malas, que al final, propician o no la convivencia en paz, para vivir un mundo mejor, con honestidad y sin temor.
La ética tiene que ver con nuestra recta actuación lo cual nos obliga a ser coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Un hombre íntegro se hace invulnerable a las múltiples formas de la corrupción. Un hombre íntegro logra la credibilidad de los demás, y la credibilidad genera confianza. Estos son principios inalienables que se exigen al liderazgo contemporáneo, dado que el mundo, y nuestro país con mayor intensidad, atraviesan por un largo invierno de corrupción, violencia, inmoralidad, crueldad y muchas otras manifestaciones de las perversiones de las almas marchitas, lo que a pesar de parecer conductas de seres humanos, sus sombras reflejan a las bestias apocalípticas.
Asumamos la gran tarea de rescatar los valores que nos permitan reconciliarnos con la vida, reconocernos como humanos y sobre todo, aquellos que nos distinguen como hombres íntegros. Entendamos los valores como los define Covey: “Atributos que le damos a los principios -esencia de lo que nos caracteriza, lo que verdaderamente somos- y a las cosas”. Ellos se basan en nuestras percepciones y en nuestra interpretación de la realidad. Los valores en la conducta humana se configuran con las actitudes y actúan como marcos preferenciales de orientación al sujeto en el mundo donde vive.
El pueblo venezolano, de acuerdo con el régimen que nos hostiga, tiene que estar dispuesto a escoger entre ser vende patria y entregarse en los brazos enjutos del totalitarismo cubano, que eso sí es hacer patria según la visión estrábica y borrosa de la dirigencia oficial; aceptar la implementación de ese “plebeyo placer del anacronismo” que es el socialismo que promueve la “la izquierda borbónica” al decir de Petkoff, hoy en posesión del poder; o decidirse por aceptar resignadamente la muerte, bien como parte de la filosofía del fracaso que ve enemigos en todas partes, o por razones de inseguridad, que al final es la demostración evidente del fracaso gubernamental, que se resume en la frase “Patria, Socialismo o muerte”.
El hombre íntegro venezolano tiene que darle un sentido esperanzador a la vida y proporcionarle ideales por los cuales luchar, que son muchos, entre ellos,entender a la patria como la define José Ingenieros: “Sincronismo de espíritus y corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de la humillación y en el deseo de la gloria.”
Por eso, debemos asumir otra frase más apropiada como “Patria, Capitalismo y Valores”, reconociendo al capitalismo como esa formidable maquinaria de generación de riquezas, como lo expresara alguna vez Emeterio Gómez, y educar en valores para retomar los principios correctos que nos definen como Nación.
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