Manuel Piar, nacido el 28 de abril de 1774 en Willemstad, Curazao, llegó a Venezuela a los once años junto a su madre, María Gómez. Desde joven mostró dedicación a la causa libertadora, participando en 24 acciones de guerra.
Sus mayores logros militares incluyen las batallas de El Juncal (1816) y San Félix (1817), donde liberó Guayana y creó las bases para los éxitos de Bolívar en 1819. Estas victorias consolidaron su papel como un líder clave en la lucha por la independencia.
Sin embargo, su destino fue trágico. Piar enfrentó un juicio acusado de conspirar a favor de una revolución de mestizos, quienes seguían marginados pese a la independencia. Bajo estas sospechas, y considerando a Piar como una amenaza, Bolívar ordenó su ejecución.
Piar, impactado por ser sentenciado por sus propios compañeros en la tierra que ayudó a liberar, aceptó su destino con resignación y dignidad, declarando que su corazón sufría más que su cuerpo.
El tiempo reveló el arrepentimiento de Bolívar, quien años después reflexionó sobre las ejecuciones de Piar y otros líderes. Expresó pesar por la injusticia cometida, reconociendo los efectos divisivos en la lucha patriótica.
Cuenta el Capitán Conde, quien hacía de su carcelero, que Piar asombrado al conocer su sentencia, entre otras cosas exclamó:
“El hombre ha nacido para morir, sea cual fuere el modo que la suerte le depare. Conformémonos pues. Cerró los ojos y quedó inmóvil en una especie de sopor”.
Después de media hora se levantó y me dijo: “
Capitán Conde, no crea usted y aun manifieste a todo el que se lo pregunte, que esto que ha advertido en mi sea una debilidad: no es cobardía, es solo el efecto de lo que ha debido sufrir mi corazón al oír esa bárbara sentencia porque nunca creí que mis compañeros me sentenciarían a muerte”.
La historia de Piar sirve como lección en la Venezuela contemporánea, destacando la importancia de la unidad y el respeto por las diferencias en la lucha por la democracia. Debemos insistir en recordar que en momentos tan cruciales como los que vive el país, la unidad y el reconocimiento mutuo fortalecen el camino hacia el rescate de la libertad.
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