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Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

miércoles, 23 de abril de 2025

La Ruta de la Seda y la batalla decisiva contra la hegemonía de China.



No es un tratado. No es un TLC. Es una red física de poder. Mientras Estados Unidos levanta muros arancelarios, China construye autopistas, puertos y ferrocarriles que atraviesan continentes y anulan las aduanas.

La estrategia es sencilla y letal: primero la infraestructura, luego la deuda, después el comercio. Y cuando un país ya depende de ti para mover mercancías, ya no necesitas convencerlo, solo abastecerlo.

Así funciona la Ruta de la Seda: convierte cemento en influencia, y préstamos en obediencia. Más de 150 países, 3,000 proyectos, y 1.3 billones de dólares después, China ya no pregunta cómo se comercia.

Lo decide.

Por eso Trump ha regresado para frenarla a toda costa. Por eso ha dinamitado la globalización para reescribir el soberanismo: quien controla los caminos, controla el destino.

¿Por qué Trump quiere detener la Ruta de la Seda?

Porque la entiende.

Porque sabe que no es un proyecto de infraestructura. Es un instrumento de poder.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (BRI, por sus siglas en inglés) no es un plan económico. Es un arma geopolítica. Más de 150 países firmaron convenios con China para recibir infraestructura a cambio de deuda, influencia, tecnología… y silencio.

China ha invertido más de 1.3 billones de dólares desde 2013 en más de 3,000 proyectos. Desde una autopista en Montenegro que dejó al país endeudado por décadas, hasta un megapuerto en Chancay, Perú, que le da a Pekín acceso directo al Pacífico Sur.

Trump ve con claridad lo que muchos aún se niegan a aceptar: la Ruta de la Seda es el plan maestro de China para reemplazar el liderazgo estadounidense, sin disparar una sola bala.

La verdadera jugada de China: Infraestructura primero, comercio después

China no está construyendo autopistas, está construyendo dependencia.

No está financiando puertos, está diseñando el nuevo mapa del comercio global.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) no es simplemente un programa de inversión extranjera. Es un modelo económico de poder geopolítico. Su arquitectura tiene una lógica muy precisa:

Primero, la infraestructura

Ferrocarriles, puertos, ductos, puentes, satélites, fibra óptica. No solo conectan geografías. Conectan economías al modelo chino.

Luego, la deuda

Casi ningún país puede pagar en efectivo lo que Pekín invierte. Entonces, entra el financiamiento chino. Bancos estatales como el China Development Bank o el EximBank prestan con condiciones suaves… al principio. Pero si no se paga, se negocia con activos estratégicos: puertos, licencias, bases logísticas, votos diplomáticos.

Después, el comercio

Una vez construida la infraestructura, China garantiza que sus empresas puedan vender sus productos, invertir sus servicios y abrir mercados sin necesidad de tratados.

Y lo más brillante: la evasión de aranceles.

Cuando EE.UU. impone barreras comerciales, China responde con logística. Las mercancías chinas entran a terceros países donde hay infraestructura BRI, se ensamblan localmente y salen al mundo como producto nacional.

Es una arquitectura circular: infraestructura → deuda → comercio → poder.

Una vez que la obra está terminada, ya no se necesita permiso para vender. Se tiene el canal de distribución.

Lo que está en juego no son los productos. Son las cadenas de suministro

La jugada maestra de China es que ya no piensa el comercio como un tratado entre gobiernos, sino como una red física de movimientos, almacenamiento y ensamblaje.

En vez de acuerdos multilaterales, tiene corredores logísticos.

En vez de aduanas, tiene zonas francas bajo su influencia.

En vez de competir con empresas, construye los caminos que las empresas necesitan.

Esto no es solo desarrollo. Es dominación comercial a largo plazo.

Por eso Trump quiere detener la Ruta de la Seda

Porque sabe que una vez construida la red, ya no hay manera de expulsar a China del juego. No puedes imponerle aranceles a una infraestructura que tú no controlas. Y no puedes sancionar un sistema que ya no depende del tuyo.

¿Cómo está Trump bloqueando el avance chino en 2025?

Ya no se trata solo de aranceles.

Eso fue el primer acto. Ahora estamos en plena escena final.

1. Financiamiento a cambio de ruptura

Trump no está compitiendo con excavadoras, sino con chequeras.

Está ofreciendo a los países que participan en la BRI lo mismo que China… pero sin la trampa de la deuda eterna.

Y con una condición clara: “rompe con China, y nosotros te financiamos”.

Panamá, tras presión directa de Washington, salió de la Ruta de la Seda.

Colombia, Ecuador, República Dominicana y Paraguay están en negociaciones para fortalecer sus lazos con EE. UU. y congelar convenios con China.

En África, EE.UU. ha comenzado a financiar corredores logísticos alternativos al dominio chino, con Japón e India como aliados clave.

Esto no es un plan B. Es una ofensiva frontal.

2. El muro digital

Trump entiende que hoy el verdadero campo de batalla no está en los mares, sino en los datos.

Huawei, ZTE y TikTok siguen siendo objetivos estratégicos.

Nuevas restricciones prohíben a países aliados instalar cables submarinos con tecnología china.

Estados Unidos está construyendo una nueva red digital atlántica que excluye completamente a China del ecosistema de datos.

El mensaje es claro: si eliges 5G chino, pierdes acceso a EE.UU.

3.  Una diplomacia de alto voltaje

En 2025, Trump ha lanzado una campaña diplomática de presión sin precedentes.

Visitas oficiales, condonación de deuda, acuerdos preferenciales de comercio.

Pero con una cláusula no escrita: “o China, o nosotros.”

Ya no hay espacio para la ambigüedad.

La neutralidad en esta guerra comercial es una forma de rendición.

La respuesta de China: resiliencia con agresividad

Xi Jinping no se ha quedado de brazos cruzados.

Ha reforzado alianzas con países que Washington descuidó durante años.

Aumentó su presencia militar en el Mar Meridional de China.

Lanzó una contraofensiva financiera con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB).

Reforzó acuerdos con Rusia, Irán y varios países africanos con términos más flexibles para mantener la atracción del BRI.

China ya no ofrece solo concreto. Ahora ofrece software, satélites, inteligencia artificial y financiamiento verde. Está mutando su estrategia. Se está adaptando. Y no se va a detener.

El cierre de esta obra aún no está escrito

Trump ha decidido ser el muro que frena el avance de China, no con concreto, sino con condiciones. No con diplomacia pasiva, sino con realismo estratégico.

La pregunta no es si la Ruta de la Seda puede ser detenida.

La pregunta es si el mundo está dispuesto a dejar de ser espectador de la construcción de un nuevo orden global diseñado por Pekín.

Porque hoy, más que nunca, el futuro no se debate en foros… se construye con contratos.

Y se pelea puerto por puerto.

Trump lo entendió tarde, pero lo entendió: La Ruta de la Seda no es un proyecto, es una encerrona geopolítica.

Y su plan no es solo contenerla: es desmantelarla, país por país, contrato por contrato, con la única herramienta que respeta Pekín: el poder.

Pero hay algo que ni Trump puede detener: El mapa del mundo ya no está en los tratados. Está en los corredores logísticos. En las cadenas de suministro. En los cables que nadie ve, pero todos usan.

Y si no se construye una alternativa, no habrá guerra comercial. Solo una rendición lenta. Y silenciosa.

Costa del Sol


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