Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 30 de marzo de 2025

La democracia sui géneris Por Fernando Rodríguez


Basta leer la primera acepción del término democracia en el DRAE para llegar a conclusiones muy útiles: “Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”. Es una definición milenaria que podrían aceptar los atenienses del siglo V a.C. y a pesar de que su contenido haya sido matizado o enriquecido con el tiempo, en esencia permanece.

El resto de sus grandes principios –digamos la libertad de expresión, la división de poderes, los derechos humanos…– la suponen. Se completa necesariamente, cuando no es la primitiva democracia directa, por el sistema de elección de esos representantes.

Por el contrario, la dictadura –dice el DRAE– es el “régimen político que, por la fuerza o la violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales”.

Sin duda, no todo es tan sencillo como este cotejamiento, pero sí para lo que nos interesa. Valga decir que para que haya democracia, libertad cívica, se impone sine qua non el respeto a la transparencia del acto constitutivo del soberano, el acto electoral. Solemos llamar fraude a la violación de sus normas. Y nada puede justificar su imposición salvo la fuerza, negación de su naturaleza misma. De manera que nuestros sagaces “políticos” –de eso se jactan- no son democráticos cuando pretenden oponer al legítimo ejercicio del soberano razones pragmáticas e inmediatistas, tales como la inconveniencia de un candidato frente al poder constituido por cualquier forma de animadversión, como si la política no fuese esencialmente juego de contradicciones.

Es lo que viene haciendo un sector político, más bien escuálido, algo alacranoide a su pesar, que afirma que sí, que el mariacorinismo ganó ampliamente las elecciones presidenciales pero perdió el poder por su prolongada e intensa animadversión a Maduro y su circo. Y como era cosa sabida desde hace mucho no ha debido ni siquiera sentarse a la mesa de juego. Eso hace que a mi entender el fraude no es sólo de Maduro sino tolerado por sus blanqueadores silenciosos, equívocos o descarados. Y por supuesto no me refiero a los que niegan la evidencia de los numeritos, que pecan de imbecilidad o cinismo crónico.

Por supuesto, que su diagnóstico es razonable pragmáticamente hablando, se perdió ganando, al menos hasta ahora. Lo que es intolerables son las jerarquizaciones de sus razones, su repartición paritaria de culpas y su axioma de que solo amorosamente se puede salir de las dictaduras. Y que quieran convertir en teoría política esa ramplonería inmediatista.

EL NACIONAL.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario