Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 7 de marzo de 2025

Breve historia del marcapáginas (O de cómo pasar la página y quedarse en ella) – Jean Maninat


Jean Maninat

Es de trivia, Johannes Gutenberg inventó la imprenta en el año 1440 con tipos móviles moderna similares a los todavía usados hoy día en imprentas arcaicas. Le dio al cristianismo su arma más poderosa para conquistar almas desde que Pablo de Tarso tuvo la revelación camino a Damasco: la Biblia impresa de 42 líneas. Gracias a ella la palabra divina alcanzaría los oídos de los analfabetos y a los ojos de los letrados. A partir de entonces, hombres -y algunas mujeres- tendrían en la punta del dedo índice la capacidad de pasar las páginas y recorrer el conocimiento a su alcance sin salir de casa. Sin embargo, también, se expandieron las reyertas escolásticas, los dogmatismos y las letras en estricta formación desataron crueles guerras entre hermanos por imponer su interpretación del texto impreso.  Noventa y cinco tesis (textos) impresas clavadas en la puerta de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg, en 1517, causaron el mayor cisma religioso que ha conocido Occidente: la Reforma.

A medida que el Libro se iba vulgarizando en diversas lenguas y escapaba a las manos exclusivas de burócratas religiosos dedicados a gestionar el culto del Cristo, surgieron cientos de sectas que, amparadas en las virtudes incontestables de sus interpretaciones de las lecturas sacras, dictaminaban herejías, anatemas, apostasías y otros fuera de juego, juicios fundamentalmente dirigidos a la alta burocracia eclesiástica y que requerían de intrincadas e interminables diatribas para dirimir quién llevaba razón en la interpretación (apropiación) de los textos sagrados. Usualmente eran los sectarios quienes terminaban asados en la hoguera. Una de estas sectas fue la poderosa Hermandad de la sacrosanta página inmóvil -de raigambre aristotélica- que argüía que la palabra divina se encontraba labrada en una página única y una vez descubierta, no había razón -salvo vanidad humana- de despegarse de ella. La sabiduría era estática como el vuelo de la flecha de Parménides. En las antípodas, la secta de la Corriente perpetua, argumentaba que el movimiento lo era todo, que como el de las esferas celestes, le daba cuerda al universo, según diseño del creador. Por tanto, el sentido del Libro estaba en la continuidad, no en la fijación estética-estática en una parcela de la verdad revelada. “Y, sin embargo se mueve”, habría musitado uno de sus representantes más movidos, antes de abjurar de sus creencias epilépticas ante un gran jurado inmovilista. La fama de acomodaticios los persigue desde entonces.

Ya en 1584, Christopher Barker, el editor oficial de la Biblia Inglesa le obsequió a la reina Isabel un ejemplar con un marcapáginas de seda

incorporado al libro. Y en la Pequeña Venecia, por el mismo año, Brunello di Montalcino, un inventor y viajero toscano, inventó el marcapáginas de cartón, que se insertaba en la página escogida sin perder su rastro. Ambos argumentaron que su versión del invento ayudaría a finiquitar las discusiones -que a veces pasaban a las armas- entre estáticos y epilépticos como los llamaba el pueblo llano vengativo y burlón, pues permitía pasar la página y volver a ella en un mismo movimiento de los dedos. En realidad, la querella doctrinal se acabó con la invasión del bárbaro del Norte, Ronaldo el impaciente, quien sometió el continente e implantó terribles impuestos aduaneros que amenazaban con secar el comercio y la industria conocidas. Ante el ímpetu de la amenaza de los aranceles desbocados y la anulación de viejas licencias, las sectas se transmutaron en quienes aplaudían las medidas imperiales y quienes las rechazaban pero calladitos para no atraer mucho la atención…

Pero eso es historia de otro costal.

https://cesarmiguelrondon.com/

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