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Andrés Cañizález 06.02.25
Los resultados de las elecciones de una nueva Asamblea Nacional, comicios celebrados el 26 de septiembre de 2010, abrieron una nueva etapa política en Venezuela. Por un lado, el caudal de los votos de la oposición nucleada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se equiparó al del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en un clima de polarización; y, por otro lado, se puso punto final al control absoluto que tuvo el chavismo sobre el parlamento venezolano, tras la fallida estrategia opositora de no concurrir a las urnas en 2005.
Estas dos nuevas realidades fueron producto de lo que Luis Lander definió entonces como la voluntad del venezolano de salir a votar en aquel 2010. De un registro electoral total de 17,7 millones de ciudadanos con derecho al voto, un total de 11,3 millones fueron a las urnas ese 26 de septiembre. La participación electoral se ubicó por encima del 63,8%.
Si se le compara con las elecciones de 2005, que fueron sin duda anómalas por la decisión opositora de no participar, el crecimiento fue notable, en aquella jornada la participación fue de un escaso 25%. Lander señalaba que incluso en comparación con el año 2000, cuando la votación parlamentaria se hizo conjuntamente con la elección presidencial, la participación de 2010 seguía siendo alta, ya que al inicio de este siglo XXI la presencia de venezolanos en las elecciones había sido de 54%.
El alto nivel de participación en 2010, según la lectura que realizaba la revista SIC del Centro Gumilla, también había sido producto de la polarización PSUV-MUD, con lo cual se había logrado movilizar a los venezolanos. Lander, quien en ese momento era director de la iniciativa social “Ojo Electoral”, hizo un balance positivo de aquel 26S, una jornada que pese al clima de polarización y alta presencia de venezolanos en las calles, transcurrió de manera tranquila.
Fue una fotografía de cómo el país estaba dividido en dos partes bastante similares: el chavismo (PSUV y aliados) y la oposición (MUD) sumaron 96,2% de los votos válidos. “El resto de las opciones políticas no llegó a congregar el 4%”, precisaba Lander, quien además recordaba que las fuerzas opositoras habían crecido en los últimos años, dado a que la proporción de votos en las presidenciales de 2006, cuando Hugo Chávez venció a Manuel Rosales, fue de 62-36. En 2010, en cambio, en una votación bastante pareja, el chavismo obtuvo el 48,1% de los votos y la oposición el 47,6%.
Adiós a la representación proporcional
Un editorial de la revista SIC posterior a las elecciones del 26 de septiembre reiteraba sus críticas al nuevo modelo electoral en Venezuela, producto de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, aprobada en 2009 con la aplanadora mayoría con la que entonces gozaba el chavismo en el Parlamento. Esta ley, según la publicación del Centro Gumilla, agudizó los problemas políticos en la composición de cuerpos colegiados, como fue el caso de la Asamblea Nacional. Las elecciones parlamentarias de 2020 fueron las primeras realizadas con este nuevo marco legal. “Se afecta la pluralidad de la representatividad y se impide el cumplimiento del principio constitucional de la proporcionalidad de la representación política”, sentenciaba el texto.
Y a todas luces se estaba ante un exabrupto. Con el 48,1% de los votos, el PSUV y sus aliados obtuvieron el 59,4% de las curules parlamentarias, la oposición (MUD) y Patria Para Todos -PPT-) había sido mayoría en los votos, pero sólo tuvieron 40,6% de los escaños. El ganador salió sobrerrepresentado bajo el nuevo modelo electoral aprobado en 2009. Esto según la mirada crítica de diversos analistas y observadores se traducía en una herida importante al modelo democrático y dejaba como letra muerta al texto constitucional que expresamente, en su artículo 63, explicita que la representación proporcional, junto a la libertad del sufragio, constituyen la base del sistema político venezolano.
Lander revisó dos casos específicos para mostrar lo dañino del modelo. En el caso del estado Zulia, con fuerte raigambre opositora, el perdedor con su modelo fue el chavismo. La MUD alcanzó allí 54,8% de los votos, 10% más que el chavismo, pero al trasladar esto al número de escaños hubo una diferencia de 60% a favor de la oposición. Sólo tres diputados para el PSUV y aliados y 12 legisladores para la MUD.
En el caso del estado Lara, otro ejemplo mencionado por el director de “Ojo Electoral”, la votación no fue polarizada como en gran parte del país, y más bien los resultados terminaron divididos entre tres: PSUV y aliados (40,8%), MUD (30,1%) y PPT (28,4%). Sin embargo, el partido disidente del chavismo terminó siendo el gran derrotado con la asignación de cargos en la Asamblea Nacional, ya que no alcanzó ninguno. De los nueve diputados, seis fueron para el PSUV y aliados y tres para la MUD.
Francisco Monaldi, Richard Obuchi y Alfredo Guerra, explicaron en un artículo que realizaron sobre aquellas elecciones que no fue exclusivamente la reforma legal de 2009 el origen de la sobrerrepresentación opositora en las parlamentarias de 2010, aunque obviamente se había dejado atrás lo señalado por la Constitución vigente para establecer una ley que beneficiaba al partido mayoritario, así la diferencia a su favor fuese mínima.
Se tomaron decisiones para aumentar el peso en número de diputados de estados menos poblados del país, pero en los cuales el chavismo tenía una posición casi que hegemónica. “Como consecuencia, un voto en el estado Delta Amacuro vale casi seis veces más que un voto en los estados Zulia o Miranda”, precisaron los autores.
Otro factor que usó el chavismo a su favor, según detectaron Monaldi, Obuchi y Guerra fue lo que se conoce como el Gerrymandering. Este es un término de ciencia política referido a una manipulación de las circunscripciones electorales de un territorio, uniéndolas, dividiéndolas o asociándolas, con el objeto de producir un efecto determinado sobre los resultados electorales.
Lander lo sintetizó así: “el país fue dividido en 87 circunscripciones para elecciones nominales; cada entidad federal, 24 en total, conformó a su vez una circunscripción para los votos lista; fueron definidas tres circunscripciones (oriental, occidental, sur) para la elección de igual número de representantes indígenas a la Asamblea Nacional (…) Por último, todo el territorio nacional constituyó otra circunscripción para dos elecciones adicionales: elección de representantes al Parlatino y un representante indígena ante este mismo parlamento regional”.
La nueva etapa
Sin embargo, pese a estas manipulaciones, la oposición nucleada en la MUD logró aguarle la fiesta al chavismo, como analizó Gema Sánchez Medero. Pese a que Hugo Chávez colocó, como era su costumbre, a estas elecciones de 2010 en una suerte de plebiscito sobre su gestión, no hubo un voto mayoritario arrollador a su favor; tampoco se alcanzó la meta puesta por el propio gobernante de contar con mayoría calificada, para poder seguir operando desde el legislativo sobre el resto de poderes, sin negociar con ninguna otra fuerza, sin contrapesos parlamentarios como fue en el lapso 2005-2010.
Para Sánchez Medero, que los diputados del chavismo por sí solos no pudiesen designar o remover a magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, a los máximos jerarcas del Poder Ciudadano (Fiscalía, Defensoría, Contraloría) o a los rectores del Consejo Nacional Electoral, constituía en sí una victoria democrática en una Venezuela que ya cumplía más de una década bajo la égida de Hugo Chávez. Se abría una nueva etapa en el proceso político.
Fuentes:
Centro Gumilla (2010). “Editorial: La política necesaria” En: SIC. N° 729. pp. 386-387.
Lander, Luis, (2010). “Las injusticias consagradas”. En: SIC. N° 729. pp. 388-391.
Sánchez Medero, Gema (2010). “Análisis de las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre de 2010 en Venezuela”. En: Cuestiones Políticas. Vol. 26. N° 45. pp. 42-81.
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