Para soñar no hay que cerrar los ojos, hay que leer. Michel Foucault.
Decía el analista político y escritor venezolano, Rigoberto Lanz, que en Venezuela existen socialismos para todos los gustos. De lo que no tenemos dudas es que el modelaje de Chávez, Maduro y demás dirigentes de esa fracasada vía, carentes de ética y de principios, le han hecho un enorme daño a quienes todavía están convencidos de que ese puede ser un camino hacia la redención y la justicia social.
También nos dice Savater, que “hay que nacer para humano, pero que sólo llegamos plenamente a serlo cuando los demás nos contagian su humanidad.” En realidad es un nuevo humanismo lo que necesitamos y no nuevos totalitarismos disfrazados y encubiertos con un manto democrático.
Hemos podido percibir que definitivamente este régimen socialista, animado por su bodrio ideológico, retoza con la ignorancia de su pueblo. Por eso urge transformar ese pueblo en ciudadanos y he allí una de las razones por las que hay que cambiar nuestro sistema educativo. El pueblo es masa susceptible a los encantos mesiánicos, a la mentira compulsiva, a la hipocresía carismática, al filibusterismo político. El ciudadano, en cambio, es ese pueblo transformado en sujeto consciente de sus derechos y deberes, instruido y educado para hacerse refractario a quienes pretenden cegarlo con su infalibilidad. Hay que educar para formar ciudadanos, y esa es una de las responsabilidades de los partidos políticos, las familias, las escuelas, los liceos, y hasta las universidades.
La educación debe ser parte esencial de nuestras vidas, es un camino hacia la libertad. Lo he escrito antes, los países que han decidido asumir con responsabilidad la educación como base para su desarrollo han logrado en un tiempo relativamente corto, ponerse a la vanguardia de quienes muestran mayores niveles de bienestar de su población. Japón, Finlandia y Singapur son ejemplos de países que decidieron apostar por mejorar su sistema educativo y hoy en día sus cifras de crecimiento están entre las más altas del mundo y las de desempleo entre las más bajas.
Aquí es necesario traer a colación lo expresado por Savater: “quien sienta repugnancia por el optimismo, que deje la enseñanza y que no pretenda pensar en qué consiste la educación.” Por otro lado, Andrés Oppenheimer argumenta que mejorar sustancialmente la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación no son tareas imposibles, sólo que los países latinoamericanos están demasiado inmersos en una revisión constante de su historia, que los distrae de lo que debería ser su prioridad: mejorar su sistema educativo.
El desarrollo de las tecnologías de comunicación y de información han permitido nuevos avances en el proceso de enseñanza-aprendizaje. El Instituto Tecnológico de Monterrey, por ejemplo, intenta romper la barrera del tiempo y el espacio de su sistema escolar tradicional mediante la educación en línea. El desarrollo científico nos ha demostrado que no hay una independencia determinada de uno u otro hemisferio cerebral. Las neurociencias afirman que la imaginación está en los dos hemisferios, lo mismo que la atención, la concentración, la memoria, y la intuición, y que ambos pueden entrenarse.
La ciencia ha podido escanear el cerebro mientras piensa. Un cable de fibras neuronales permite que trabajen en equipo. Hoy la inteligencia se perfecciona con la tecnología y el poder del hombre está ligado a la lectura. La neuro imaginación es el camino para poner en juego la capacidad que tiene el cerebro de autoformatearse con la educación y la experiencia. La educación en valores permite la formación de hombres libres, de ciudadanos para vivir en democracia. Es obvio que la consideración de estos elementos obligan a un cambio sustancial de nuestro sistema educativo.
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