Pese a que los desafíos globales, como los conflictos en Ucrania y Oriente Medio, la expansión de China y las crisis económicas, probablemente reduzcan la atención internacional hacia Venezuela, la represión sistemática contra opositores, una profunda crisis económica y la amenazante nueva ola migratoria por cuenta de la consolidación de una dictadura liderada por Nicolás Maduro reforzarán la división regional con países polarizados entre quienes lo reconocen y quienes buscan presionar por un cambio democrático.
Así lo considera Daniel Zovatto, Global fellow del centro de pensamiento Wilson Center, al destacar que “un eclipsamiento total es improbable, puesto que la situación venezolana, la de mayor centralidad en nuestra región, tiene impactos directos en temas clave como la migración, la seguridad energética y los derechos humanos, lo que obligará a actores como EE. UU., la Unión Europea y también de América Latina, a mantener cierto nivel de presión sobre el régimen”.
Justamente, a su posesión presidencial del viernes pasado le sucedieron una lluvia de sanciones venidas de la Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos, mientras que el nivel de aprobación a su gestión en América Latina se está viendo seriamente reducido.
Aparte de sus tradicionales aliados de la región, Cuba y Nicaragua, la Venezuela de Maduro cuenta con el apoyo de China, Rusia, Irán y Turquía, aunque sus relaciones están más centradas en el ámbito económico y comercial que en coincidencias políticas.
“El mundo ha tenido un cambio de postura con relación al gobierno de Nicolás Maduro. Incluso, Rusia, China e Irán, que han sido aliados del régimen por décadas, han cambiado sus intereses a través de los años”, le dice a este diario Carolina Jiménez Sandoval, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola) al destacar que la escalada del conflicto en Medio Oriente y la llegada de Donald Trump al poder ubican los intereses de estas naciones en otras latitudes.
“Rusia es un país inmerso por casi tres años en una guerra de agresión contra Ucrania, a la vez que enfrenta la caída de su aliado Bashar al Asad en Siria, mientras que China es un país cada vez más pragmático hacia Venezuela e Irán es un país bastante abrumado en estos momentos por la crisis en Medio Oriente”, puntualiza la analista.
Los expertos consultados por este diario coinciden en que, de cara al periodo presidencial 2025-2031, el restablecimiento de relaciones diplomáticas con los actuales “enemigos” es una cuestión urgente, tanto por cuestiones políticas, pero, especialmente, económicas.
«Desde el punto de vista político, la democracia no es necesariamente el sistema dominante en estos momentos en el mundo y, sobre esa base, no se puede hablar de un aislamiento al régimen. Efectivamente, va a tener relaciones muy complicadas con la Unión Europea y con otros países latinoamericanos, como es el caso de Argentina, Chile, Ecuador y Perú. Pero, desde el punto de vista económico, Nicolás Maduro está asumiendo un tercer mandato con serias dificultades”, menciona por su parte Antonio de Lisio, investigador de la Universidad Central de Venezuela.
“Recordemos que Venezuela enfrenta una seria crisis económica y de abastecimiento de servicios básicos, como la electricidad, algo que ni siquiera con un abanico de liberación a las sanciones petroleras se va a poder resolver en el corto plazo”, comenta de Lisio.
Y es que, si bien la economía de Venezuela frenó su hundimiento en los últimos años, salió de la hiperinflación y los estantes de los supermercados ya no están vacíos, los analistas explican que el país sigue en una etapa de “cuidados intensivos” para recuperarse de las enormes pérdidas de la última década.
Justamente, a su posesión presidencial del viernes pasado le sucedieron una lluvia de sanciones venidas de la Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos, mientras que el nivel de aprobación a su gestión en América Latina se está viendo seriamente reducido.
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