El país que va a recibir el presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia, el 10 de enero de 2025 es un territorio devastado. No por una guerra civil, como la acaecida en Siria, sino por el régimen dictatorial que impuso Hugo Chávez y han perfeccionado el títere Maduro y su camarilla castro-comunista cubana, tras 25 años de barbarie. Una nación a reconstruir íntegramente
La tarea va a ser ciclópea. Nunca ha habido un nuevo gobierno con tan alto compromiso. El nuevo Ejecutivo de Edmundo González Urrutia tendrá el reto de resucitar, no sólo el sentido del ejercicio democrático, de la cultura de la libertad y el compromiso con el respeto a los derechos de los ciudadanos, sino poner en marcha el sistema económico que la banda del régimen bolivariano destruyó, sustituyéndolo por el lucrativo negocio de narcotráfico.
En la campaña electoral, María Corina Machado invocaba el sagrado derecho de reunir a la familia venezolana dispersa por el mundo. Seguramente el nuevo Ejecutivo necesitará a los mejores, a los más preparados y con la amplia experiencia que les ha podido dar trabajar en el exilio. Y, desde luego, a los que aún resisten allí dentro de la inmensa cárcel que construyó el chavismo en Venezuela. Seguramente muchos volverán a poner su hombro en cada tarea, que será mucha y diversa. Pero otros muchos, los que han consolidado trabajo y familia por medio mundo, dudo que se animen a regresar para incorporarse a esta reconstrucción nacional. Toda ayuda va a ser indispensable.
Mientras estos esbirros cubanoides hacían su revolución en Venezuela, convirtiéndola en colonia de Cuba, los venezolanos sobrevivían con 80% de pobreza. Se iban caminando hacia el sur del continente millones de personas. Hoy hay en Venezuela 20 millones de ciudadanos en emergencia humanitaria. Las colas para que les den una caja de alimentos o medicinas se han convertido en el único medio de subsistencia. Desde 2017, el pueblo ha perdido un promedio de 17 kilos de peso. La desnutrición infantil es pandémica. El sistema sanitario colapsó bajo el régimen. Someten a su pueblo a constantes cortes de luz y agua. Un país petrolero sin gasolina ni gas. Con estos datos, no sería inconveniente pedir a las instancias internacionales una intervención humanitaria.
Desde 2014 a 2023 han entrado a las mazmorras del régimen sobre 16.000 presos políticos. 500 víctimas comprobadas de torturas. Más de 1.000 inhabilitados políticos, entre ellos la citada MCM y 8 partidos clausurados. Sobre 400 medios cerrados. Persecución frontal a los periodistas y cercenada la libertad de expresión y prensa. Estos torturadores de mujeres y menores de edad no les importa su pueblo. Están allí para enriquecerse y quedarse para siempre. El próximo 10 de enero se les acabará su impunidad.
Este régimen ha colonizado los poderes políticos, los del Estado y las organizaciones partidistas y civiles. 13 ministerios y 103 empresas están dirigidas por militares. El sistema electoral ha sido intervenido en acciones fraudulentas. Hasta el último, del que Vente Venezuela logró rescatar las actas de 33.000 mesas de votaciones. Ahí se les acabó el engaño. No han podido probar con esos documentos que ganaron, porque las cifras comprobadas de votos dieron la victoria aplastante a EGU.
Citar los datos de la debacle venezolana, producto de esos 25 años de dictadura castrense-policial, es dar la contabilidad de un país en ruinas. MCM ha repasado algunas cifras en una entrevista de Laurence Debray Burgos para el digital de Madrid, The Objective. Allí MCM dice: “En esa Venezuela de hoy hay una sociedad harta de la humillación y de la sumisión, decidida a luchar por su libertad y su dignidad. A pesar de, y también gracias a los riesgos, porque paradójicamente, en la medida en que Maduro reprime, más conciencia nos ha dado de la absoluta urgencia e inevitabilidad del cambio”.
Aquí el enlace a la entrevista al completo, ya publicada el pasado domingo por El Nacional:
Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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