Nuestra tragedia es ser lo suficientemente inteligentes para darnos cuenta de que no somos lo suficientemente inteligentes. Nuestra capacidad de entendimiento ya no deja mucha duda en nuestra mente que somos y seremos incapaces de conservar nuestro planeta y que los dogmas que pudiéramos llamar “religiosos” han terminado por vencer el sentido común y la sensatez. Estamos destruyendo al planeta en nombre de ideologías basadas en el egoísmo y en el resentimiento.
Digo esto al ver lo que sucede con nuestro planeta, un pequeño rincón del cosmos, único donde hay vida conocida, un pequeño punto de luz perdido en la inmensidad, posiblemente infinita, de un universo, sobre cuyo origen y destino es muy poco lo que hemos logrado saber. En relación al universo apenas somos lo que un grano de arena representa en un desierto infinito. Y, sin embargo, nos permitimos creer que el creador del universo luce como nosotros. Nos ha creado, pensamos, a su imagen y semejanza, cuando mucho parecería indicar que ha sido al revés. Si existiera una mini sociedad en el grano de arena, posiblemente cultivaría una creencia similar a la que hemos llegado a tener, con nuestro limitado nivel de razonamiento.
Pienso en estas cosas al ver cómo nos seguimos comportando en relación con el planeta Tierra, la pequeña nave en la cual somos pasajeros. Seguimos empeñados en destruirla, a pesar de que ella representa nuestra única alternativa aparente de sobrevivencia. Rodeados de planetas muertos, parecemos estar dispuestos a seguir ese ejemplo y convertirnos en un cuerpo astral sin vida, si la flora y la fauna que por millones de años nos convirtió en un excepcional planeta azul.
Cada día que pasa vemos a nuestro alrededor más y más evidencias de que nos estamos suicidando y que los responsables por la inacción que hace ello posible se regocija, pensando que están obteniendo una gran victoria sobre quienes tratan de tomar medidas para salvar lo que sea salvable.
En la reunión sobre biodiversidad que acaba de finalizar en Cali, Colombia, con renuencia de los líderes políticos más importantes para comprometerse a financiar acciones remediales eficaces, se pintó un cuadro trágico. En apenas 50 años el tamaño de las poblaciones animales del planeta ha disminuido en un 73%, medido en el Índice del Planeta Viviente. La declinación ha sido del 85% en seres de agua dulce, 69% en seres terrestres y del 56% en seres marinos. En América latina se ha registrado la mayor tasa de declinación, un aterrador 95%, mientras que solo en algunas áreas de Europa y América del Norte se ha logrado estabilizar esta declinación.
Las señales de que estamos llegando al punto de no retorno pueden verse en la muerte masiva de arrecifes de coral, en la deforestación de la Amazonia, en el colapso del llamado Giro Subpolar, la corriente marina del sur de Groenlandia y el deshielo del permahielo (permafrost), lo cual generaría vastos volúmenes de dióxido de carbono. Las promesas de los países para combatir estas catástrofes no podrán evitar un incremento de 3 grados centígrados para fines de este siglo, lo cual llevará a situaciones ambientales ya sin posibilidad de solución.
Esta semana está comenzando la reunión anual de cambio climático de las Naciones Unidas en Azerbaiyán. Los líderes políticos del mundo estar’
Aún ausentes, a diferencia de veces anteriores, indicando que poco les importa que el planeta se vaya al diablo. Los presidentes y dictadores de las 13 naciones responsables por el 73% de la contaminación del planeta estarán ausentes. China, USA, India, Indonesia, cuatro naciones que incluyen el 40% de la población mundial apenas enviarán funcionarios de segunda categoría. Este año 2024 es el más caluroso en nuestra historia. Este liderazgo nada entre dos aguas porque mientras habla de la necesidad de una transición hacia fuentes limpias de energía mantienen políticas basadas en el uso de combustibles fósiles. En algunos países claves como Estados Unidos una administración que establece medidas conservacionistas y regulaciones ambientales sale del gobierno y es remplazada por una que elimina todas estas disposiciones y promueve el uso masivo (DROLL BABY DRILL) de combustibles fósiles, porque su “religión” les dice que los conservacionistas son miembros de un culto satánico cuyo gran sacerdote es alguien como Bill Gates o Al Gore.
Hablando con un amigo quien cree que el cambio climático es una superchería, que no existe, me decía que estaba pensando en b=vender su apartamento en Florida para comprar algo lejos del mar. La razón? Por el problema de los huracanes y e inundaciones en Florida! Es decir, estaba aceptando que existe un problema real en los Estados Unidos pero su ideología le impedía aceptarlo en un sentido global. Yo guardé silencio y no le mencioné que en las alturas tendría el problema de los incendios forestales. ¿Para qué aguarle la fiesta?
El mayor obstáculo a una acción efectiva contra el calentamiento global sigue siendo que el Homo sapiens piensa primordialmente en su bienestar particular y no en el bienestar de la humanidad como un todo. Piensan que lo único bueno es lo que es bueno para ellos, sin darse cuenta de que lo que pudiera serlo en el corto lo destruiría en el mediano y largo plazo. Algunos (no todos) quienes dependen económicamente de la industria petrolera niegan la existencia de una amenaza de estos combustibles al ambiente, porque aceptarlo significaría atacar la industria que les da sustento. Lo mismo piensan quienes tienen una orientación fundamentalmente económica en sus vidas y lo reducen casi todo a un análisis financiero de costo beneficio. Para ellos la inversión requerida para combatir el calentamiento global tiene muy baja “rentabilidad” y se requiere en gran medida en aquellas áreas donde ellos no tienen incentivo alguno para invertir, es decir, la tragedia de los comunes. ¿Quién desea invertir grandes capitales para que los oso polares no mueran? ¿O para que no se inunden o desaparezcan algunas remotas islas del océano pacífico?
Como resultado de esta postura egoísta de los sectores del Homo sapiens con poder político y financiero todos nos estamos yendo al diablo. No comprenden que esa actitud solamente les compra una breve sobrevivencia. Es el caso del lorito que está en un bote sujeto a una tormenta en la mitad del océano. Cuando ve el problema vuela y se coloca en la parte superior del mástil, desde donde ve a los pobres hombres achicando furiosamente, sin muchas esperanzas. El lorito se regocija al ver estos inútiles esfuerzos, colocado en las alturas del mástil. No se da cuenta de que su posición, un par de metros por encima de los demás, apenas le permitirá unos minutos más de vida.
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