Estamos ante un caso de alta traición a los intereses nacionales en connivencia con un régimen corrupto y totalitario, el de Venezuela.
Si en la tarde del jueves 21 de noviembre, tras la declaración de Aldama a petición propia en la Audiencia Nacional, Pedro Sánchez no acudió a la Zarzuela a comunicar al Rey la disolución de las Cortes y la convocatoria inmediata de elecciones generales se debió precisamente a la naturaleza de esas declaraciones, que revelaban la existencia de un régimen auténticamente bolivariano en España, creado en íntima colaboración con el de Venezuela y cuya naturaleza, genuinamente comunista, tiene como características esenciales la corrupción y la represión. Corrupción económica para la élite que ocupa el poder; represión para los medios y los partidos de oposición que se opongan a sus delitos y a la voluntad explícita o implícita de no dejar el poder. Sánchez no recurre a las urnas porque teme pasar de la Moncloa a la cárcel. Y con motivos.
El régimen del 20 de enero nació en el aeropuerto de Barajas
Muchas veces he dicho que el régimen de corrupción que preside Sánchez nació en el aeropuerto de Barajas, la noche del 20 de enero de 2020, en que Delcy Rodríguez, en vez de ser detenida al pisar el espacio Schengen como vicepresidenta del régimen narcotraficante de Caracas, número 2 y 3 en las listas de más buscados por el FBI y la Interpol, fue agasajada por Ábalos y su séquito, en cuyas manos dejó cuarenta maletas, que, sin pasar aduana por la gestión de Koldo, se perdieron en la noche de Madrid. Ahí estaba Aldama, empleado de Air Europa, encargado de rescatar 200 millones de dólares que le debía el gobierno de Maduro, del modo fiscalmente más conveniente para ambos.
En La vuelta del comunismo detallo las once versiones distintas que dio el Gobierno sobre lo que pasó esa noche, todas falsas, a las que se han unido después otras nuevas, no menos falsas, de Marlaska y Ábalos. Marlaska, mintió descaradamente en las Cortes al decir que Delcy nunca pisó suelo español, pese a las fotos publicadas por Fernando Lázaro en El Mundo. Ábalos, tras ponerme dos demandas por haber detallado, según su asesoría legal, el contenido de las maletas, que lógicamente estarían cerradas y, sin pasar aduana, ocultaban su contenido, dijo que, en realidad, nunca hubo maletas en Barajas, que eso eran fake news, olvidando que él estuvo varios meses comentándolas.
La indignación de Maduro y la sumisión de Sánchez
Pero la gran novedad de la declaración de Aldama es que sitúa ese viaje dentro de un proceso que, en última instancia, sólo puede entenderse como la compra del Gobierno español, con Sánchez a la cabeza, por el régimen narcoterrorista de Caracas. Recién llegado al poder, Sánchez había reconocido, como todos los países de la UE, a Juan Guaidó como presidente encargado para la transición democrática en Venezuela. Entonces, según sus propias palabras ante el juez Ismael Moreno, Maduro se enfadó, y era y es tan grande la influencia, léase capacidad de chantaje, del régimen bolivariano, que de inmediato se pusieron a trabajar en Madrid y Caracas para restaurar la relación privilegiada, de auténtica hermandad, que, desde la presidencia de Zapatero, tienen el régimen comunista y el PSOE y todos sus aliados comunistas del Grupo de Puebla.
Maduro, que periódicamente insulta a España, y a los políticos que le molestan, sabe todo lo que se ha robado en la embajada de España, quienes, cómo y cuándo. El gran trujamán de esa corrupción, creador del diplocubil que confió a Raúl Morodo, es Rodríguez Zapatero, al que Delcy llama "mi príncipe", con resbalosa carga de arrope. Y Sánchez decidió lo que, sin duda, ya tenía decidido: insertar su régimen de corrupción en el corrupto nicho diplomático y político de su predecesor, mentor y sacamantecas. De inmediato se pusieron a la obra los negociantes y negociadores, que son los mismos, a ambos lados del Atlántico. El encuentro entre dos mundos, como llamaron los cursis de Felipe González al Descubrimiento de América, fue, en este caso, solamente un relevo de garitas aduaneras y la puesta al día de las tarifas del tráfico de influencias en Madrid.
Antes incluso de la moción de censura, Sánchez ya había ideado un andamiaje de corrupción institucional en favor de su familia, y, naturalmente, de su cabeza, que es él. Mercedes Serraller ha reconstruido en Vozpópuli el itinerario del contrato de su hermano en Badajoz, un prodigio de adivinación del presidente de la Diputación que fue recompensado con la jefatura del PSOE extremeño. También Begoña había empezado la construcción de su imperio de trinque sostenible, pero, en su primer intento, el Instituto de Empresa, rechazó su propuesta de Cátedra. Ya en la Moncloa, la acogió como Africa Center, financiada por Globalia, con Air Europa y Javier Hidalgo al aparato. Un modelo que después repitió en la Universidad Complutense, en los penosos términos conocidos.
Pero lo que describe Aldama, que estuvo al lado de Begoña en todos sus viajes mundo adelante, en términos de tal intimidad que un día pueden dar demasiado de sí, es mucho más que la corrupción de un presidente y su familia. Es la de todo el Gobierno y todo el partido, con tres vicepresidentas –Calviño, Ribera, Montero– dos ministros –Illa y Marlaska– su mano derecha en el Gobierno y el partido en esa época -Ábalos- y su sucesor en la Secretaría General del PSOE –Santos Cerdán–, que en el congreso sevillano de esta semana puede salir despedido u ovacionado, aunque el aplauso sea de adiós.
Ni Sánchez acude a Zarzuela ni Maduro reconoce su derrota
Cualquier gobierno europeo, incluso la más mediocre de las democracias, ante esta confesión a petición propia, en el que el primero en incriminarse es Aldama, habría dimitido en bloque y convocado elecciones generales. Ni siquiera moción de confianza cabe en este caso, porque estamos ante un caso de alta traición a los intereses nacionales en connivencia con un país extranjero y un régimen corrupto y totalitario, que es el de Venezuela. Si Sánchez rechaza los usos habituales en democracia es por lo mismo que Maduro tras perder las elecciones ante Edmundo González y María Corina Machado: porque el suyo no es un régimen democrático y sólo admite la fuerza como argumento.
Cuando no hay más legitimidad que la legalidad sobrevenida de unas sentencias que se dictan desde el Gobierno a unos tribunales corrompidos por él, las instituciones representativas se vuelven inservibles, y la opinión pública carece de cauces eficaces para manifestarse ante unas circunstancias excepcionales que no pueden sustanciarse por los medios habituales. Dicho de otro modo: Maduro sólo se irá por las malas y Sánchez se niega a irse por las buenas. Aldama ha descubierto que el Gobierno de Madrid es tan bolivariano como el de Caracas. Y que, al Venezuela, capital, Madrid, le corresponde el España, capital, Caracas. Ambos regímenes corruptos, ambos tiránicos.
Libertad Digital puede presumir de haber contribuido como el que más al descubrimiento de la corrupción del gobierno de Sánchez, que actúa como un régimen con sus propias leyes, su propia policía, su propia Hacienda y su propia política exterior. Dos hitos son especialmente importantes: uno es el hallazgo de "Villa Delcy", el chalé alquilado para la estancia de la vicepresidenta de la narcodictadura venezolana, que ha sido respaldado por las declaraciones de Aldama y ampliado con la cena para agasajar a Delcy, organizada por él mismo, que iba a presidir Sánchez y completar media docena de ministros. Y que, antes de hollarla el feo pie de la prinsesa zapaterosa, fue revisada para garantizar su sagrada seguridad por la policía de Marlaska, redomado embustero.
El rescate de Air Europa, otra estafa fundacional
El segundo hito informativo me parece aún más importante y pocos medios lo han reseñado o advertido su importancia –Javier Redondo en El Mundo es la excepción–, tal vez porque Aldama, por muy buenas razones, no lo mencionó en detalle ante el juez. Me refiero al fraude en el rescate de Air Europa, que, como descubrió Miguel Ángel Pérez, necesitó de un sistema de corrupción bien engrasado para llegar a término. En primer lugar, Air Europa no necesitaba perentoriamente el rescate de 756 millones de euros, porque tenía bienes inmobiliarios por valor de unos 2.000 millones de euros. En segundo lugar, el Gobierno podía descubrir este dato, de forma que, con la valiosísima colaboración de El País, que lo publicó y nunca lo revisó ni desmintió, fingió una fusión con otra compañía, para volatilizar los números que acreditaban su solvencia.
Sucede que esa fusión no pasó de titular del Izbestia de Prisa, y Calviño no la revisó pese a descubrir que, antes de pedir el rescate, los Hidalgo se habían repartido 37 millones de bonus o malus. Como eso se publicó, Calviño le remitió un enlace a Koldo, para que el Señor Uno supiera la golfada de sus amigos. Pero el rescate siguió adelante. Aldama se lo comunicó a Hidalgo mes y medio antes de que se publicara, y todos ellos fueron felices y se zamparon las perdices de nuestros impuestos. Air Europa llevó en sus alas a la República Dominicana la perdigonada de una comisión que, por el claro riesgo de chapotear en la ilegalidad, tuvo que ser cuantiosísima. Allí espera el juicio final.
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