Podrán imaginar los amables seguidores, (estoy censurada en X) y los contradictorios lectores: La característica, enunciada en el título de este artículo, se vincula con uno de mis temas predilectos, la ética. La mentira es anti ética. La verdad es compleja a veces, sin embargo, es la realidad. La ética es una pasión, junto al periodismo, la comunicología, los hijos y nietos. Escorpiana, como soy me cuesta trabajo ser suave y convincente a la hora de exponer ideas y opiniones. A veces estallo, furiosa al ver y oír, la sarta de sandeces que se dicen vía los medios oficiales, las mentiras, ni siquiera bien organizadas. Las promesas, incumplidas, con la “cara lavada”. El régimen transmite: mentiras, falsías, inventos, creen, ¿lo podemos admitir? Para nada Les cuento, esta vez me sorprendieron. Sí señor, lo lograron: se fueron a Rusia, a casa del “mal querido Putin” para “tantear,” si podían colarse en los famosos BRICS. Confieso, Putin como hombre, resulta insignificante, poco atractivo, entre los líderes que se ven en estos tiempos. ¡Dios! Me empezó a parecer, “pasable”, como se dice, cuando indicó que, por ese lado, él no podía entrar. No tuvo que hablar, no buscó al intérprete: recurrió a la kinésica, (ciencia que estudia los gestos humanos) y le indicó, “Ud. por allá, yo por aquí”. ¡Qué bochorno!¡Qué vergüenza! El tipo se quedó como si no fuera con él. De inmediato pensé: ¿Cuándo estuvo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, no aprendió nada de cómo se comportan en el mundo de la diplomacia? O, ¿se trata de un “desvergonzado”? O, ¿con severas fallas de auto estima? Probablemente, todas las anteriores. Sin embargo, comprendí: es un desvergonzado, de los que decía mi madre: “la vergüenza de ellos era verde, los burros creyeron que era pasto y se la comieron”. Recordé. Hace unos 2 o 3 años, se fue a China. Tampoco lo invitaron y no pudo aterrizar en Pekín. Lo mandaron a una ciudad, distante a unas 3 horas de la capital, lo mantuvieron allí hasta que: ¡en tren lo enviaron a Pekín! Escandalizada por esos hechos, lo narré. Los chinos, a los que conozco un poco, son sutiles. Me refiero a su trato: ceremonioso, suave, sereno y equilibrado siempre. Postura fácil de entender, imagínense, en aquella millonada de personas, sí se les ocurriera a un 5% de la población ponerse a dar alaridos. (¿¡) En una oportunidad, expresaron: “si los 1500 millones de chinos, se ponen de acuerdo y dan un salto a la vez, en el mismo sentido, pueden cambiar el eje de la tierra.” La consciencia de cuantos son y lo que se puede y debe hacer, está siempre presente. Insisto son sutiles. Hay que aprender a conocerlos. Las instrucciones de Confucio su mentor, repudiado por la revolución, pero no olvidado por el pueblo, así lo manda. Fui una pesadilla para ellos, me daba cuenta. Sin embargo, periodista, al fin y al cabo, me disculpaban; yo pregunté todo lo que quería, para escándalo de Adolfo y de mis anfitriones. Recuérdese, fui como periodista, en busca de la verdad. Gracias a ello me di cuenta de muchas cosas que no observaron, otros. ¡Gracias a Dios! A eso debo mi cambio, entre otras razones. Haciendo un paseo turístico por río, entre las Montañas de Kuilin (no sé si se escribe así), un espectáculo que dura unas 3 horas, más o menos. No tiene comparación a nada de lo visto, por nuestros ojos. (Bello e impresionante, solo Canaima, puede competir.) El barco repleto de gente; allí se podía oír el zumbido de una mosca. Silencio total. A la hora de la merienda, comieron y no se oyó nada. No sabíamos qué hacer para que no se oyera que comíamos y comentábamos. Un silencio sorprendente. Conversamos con el intérprete; dijo, sonriendo: “Si guardamos silencio, si todos hablamos, no oímos el ruido del río, ni otros sonidos, tampoco las aves.” ¡Son así!
Me enseñaron, en casa, pequeña, a “donde a una no la invitan, no se va.” No es cuestión de diplomacia sino de educación elemental. Siempre he creído que, donde no la quieren, no quedarse, es lo correcto. Siempre que sea posible. La escuela, un trabajo, pues no hay nada que hacer, sino “echarle pichón”. Presentarse, donde a una, ni te invitan, ni te aceptan, es como mucho. La furia ahora es con el presidente de Brasil, Lula Da Silva. ¡Imagínense! ¿¡Lula enfureció por que le mintió?! ¡¿Qué diremos los venezolanos que tenemos 26 años, sí 26 años, escuchando y oyendo mentiras? ¡Dios que castigo! ¡Apiádate de nosotros!
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