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martes, 8 de octubre de 2024

2 de octubre: ¡ni perdón, ni olvido!


Tomada de 24horasyucatan.mx

Maykel Navas

08.10.24

A 56 años de la masacre de Tlatelolco en Ciudad de México

El título de este artículo es el grito de reclamo y furia que se escucha en gran parte de México, cada dos de octubre. En las calles de la gran ciudad se organizan marchas en conmemoración a la masacre perpetrada por el Estado mexicano en contra de la protesta social, dirigida por los estudiantes universitarios, el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas (también conocida como Tlatelolco).

El año 1968 se caracterizó por grandes movimientos políticos, sociales y culturales; se podría catalogar como el resumen de una década de conflictos y reclamos de variados estamentos de la sociedad. El mundo vio a los estudiantes, unidos a otras esferas sociales, intentando cambiar al mundo. Es así como transcurrieron protestas masivas contra toda la conformidad establecida y anquilosada desde la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

El Mayo francés, las manifestaciones antibelicistas de los estudiantes norteamericanos, las protestas contra la dictadura en Río de Janeiro, la masificación de la contracultura, y muchas más, forman parte del contexto mundial donde se ejecutó la masacre en cuestión. En México se dan así estas protestas, bajo la solicitud de mayor democracia e igualdad social.

México estaba inmerso en la preparación de las “XIX Olimpiadas” de ese año y la “IX edición de Copa Mundial de fútbol”, de 1970. Estos juegos habían sido solicitados por el anterior presidente (Adolfo López Mateos 1958-1964) en 1963. Todo el esfuerzo gubernamental estaba centrado en la construcción y acondicionamiento de las instalaciones necesarias para la realización de esa cita deportiva.

Esa preparación incluía la conformación de una nueva infraestructura de comunicaciones, ya que los juegos serían televisados por primera vez en vivo y en directo, vía satélite, para el mundo entero. Este gran evento representó para el gobierno del PRI y el país en general, la posibilidad cierta de demostrarle al mundo que una nación en vías de desarrollo era capaz de realizar una actividad de esa envergadura, además, de demostrar el avance económico del país y su “exitoso” modelo político, unipartidista, al mundo.

Esa fue una de las razones por las cuales el gobierno de turno y en especial el presidente Gustavo Díaz Ordaz, uno de los principales responsables de la masacre, no podía tolerar las continuas manifestaciones estudiantiles y sociales de ese año.  Manifestaciones calificadas por el mandatario y los órganos represivos del Estado como un sabotaje político, auspiciado por el comunismo internacional con la intención de dañar la imagen nacional e internacional, derrocar al mandatario y abatir el sistema político mexicano, para conformar un Estado de corte comunista.

El presidente Díaz Ordaz no era ajeno a la aplicación de una fuerte represión ante los reclamos sociales o formas de organización sindical, fuera de su partido (PRI) e incluso la utilización de la fuerza militar en esa función. Recordemos que con la implantación de la Guerra Fría las fuerzas militares de los países latinoamericanos cambian su doctrina de seguridad y defensa del enemigo externo a enemigo interno, o más específicamente, tomaron funciones de policía interna.

Bajo esa concepción del enemigo interno y comunista, Gustavo Díaz Ordaz, y el secretario de Gobernación, López Mateos, organizan la represión contra el intento de los trabajadores ferrocarrileros de formar un sindicato independiente del partido gobernante (PRI) en 1959, ese mismo año, también fueron reprimidas y silenciadas las protestas de los maestros. El gremio médico recibió la misma dosis de represión y cárcel por parte del secretario de Gobernación.

En 1961 fue creado por orden presidencial, el Campo Militar n°1. Ese importante complejo militar albergó varios componentes élites del ejército, pero también, incluyó la prisión preventiva para todo lo que se considerara subversión de izquierda. Fue un centro de reclusión y tortura durante las presidencias de López Mateo, Díaz Ordaz, Luis Echeverría y López Portillo. Allí fueron llevados y maltratados los estudiantes detenidos en 1968 y fue el foco principal de la llamada “Guerra Sucia” contra la guerrilla de izquierda nacional entre 1970-1980.

Operación Galeana

La “Operación Galeana” fue el operativo militar-policial organizado y planificado por el gabinete de seguridad y defensa del presidente Díaz Ordaz, con el fin de terminar con las protestas estudiantiles y detener a los miembros de la dirección del Consejo Nacional de Huelga (CNH), estos eran los representantes y responsables del movimiento estudiantil y sus acciones.

Las investigaciones posteriores llevadas a cabo por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, designada por el presidente Vicente Fox, en el año 2000, y la Comisión Ejecutiva de Atención a la Víctima de 2018, han determinado que los responsables gubernamentales de la masacre fueron el mencionado presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, quien ordenó el uso de la fuerza militar para detener las protestas y la disolución de la organización estudiantil junto al secretario de Gobernación- y siguiente presidente de la República 1970-1976- Luis Echeverría, quien será responsable directo de otro hecho de grave de violación de derechos humanos (la Masacre del 10 de junio de 1971, también conocida como la “Masacre de Corpus Christi” acción combinada de militares, policía secreta y el grupo paramilitar denominado los “Halcones”, hecho en el que fueron asesinados alrededor de 220 estudiantes).

Siguiendo con los responsables, cabe mencionar al general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado mayor presidencial, artífice del modelo de represión militar y partícipe en la planificación de las acciones represivas del 2 de octubre, conocida hoy como “Operación Galeana”. El general Crisóforo Mazón Pineda, jefe de campo de la operación militar de esa tarde. El regente del DF, el general Alfonzo Corona del Rosal, responsable del Gobierno Capital. El capitán Fernando Gutiérrez Barrios, director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), policía política; este cuerpo de represión e inteligencia logró infiltrar el movimiento estudiantil y la dirección del Consejo Nacional de Huelga (CNH), por lo que el gobierno siempre tuvo conocimiento previo de las acciones de protesta estudiantiles.

Por último, se encuentra al grupo policial “Batallón Olimpia”. Agrupación que suele ser percibida como una formación paramilitar, sin embargo, las investigaciones posteriores han determinado que fue un grupo compuesto por militares y agentes civiles de varios organismos de seguridad del Estado. Es necesario resaltar, que su actuación es clave para el fatal desenlace de aquella fatídica tarde del dos de octubre.

Los estudiantes y sus apoyos                                                        

Por parte de los estudiantes se encuentra el Consejo Nacional de Huelga, constituido el 2 de agosto de 1968, fue un órgano con claras tendencias de izquierda, conformado por estudiantes de institutos de educación superior y media superior como: la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, la Escuela Normal Superior, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el Colegio de México, además de universidades particulares y públicas del interior de la República como la Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Este consejo estableció como peticiones para negociar el fin del conflicto: libertad a los presos políticos, derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal, relativos al delito de disolución social, indemnización a los familiares de los muertos y heridos desde el inicio del conflicto, víctimas de la represión policíaca y de otras fuerzas, desaparición del Cuerpo de Granaderos (unidad de la policía federal entrenada para reprimir manifestaciones, acusados de ejercer violencia extrema en las protestas), destitución de los generales jefe y subjefe de la policía del Distrito Federal y del comandante del Cuerpo de Granaderos.

Un importante apoyo al movimiento estudiantil fue el brindado por el rector de la UNAM, el profesor Javier Barros Sierra, voz respetada por casi toda la sociedad mexicana. Defensor a ultranza de la autonomía universitaria. Fue él quien motivo a los estudiantes para que las protestas fueran pacíficas y trascendieran el ámbito meramente estudiantil, proponiendo cambios políticos y sociales que afectarán a toda la sociedad mexicana.

Al mismo tiempo, el movimiento recibió el apoyo de profesores, obreros, amas de casa, así como de intelectuales de la capital y de otras partes del país.

Inicio de la crisis y desenlace de las protestas estudiantiles de 1968

La situación política y social de esa década fue tensa, en 1968 se dieron las condiciones necesarias para su estallido. A partir del 22 de julio, cuando una violenta pelea entre estudiantes de escuelas de secundaria superior, fue terminada policialmente por el conocido Batallón de Granaderos. Allanaron el recinto, hirieron y se llevó a cabo la detención de muchos estudiantes y varios profesores. A partir de allí se iniciaron las protestas estudiantiles y la respuesta del Estado mexicano.

El 29 de ese mes las autoridades retoman varios anexos de la UNAM y algunos planteles de educación media. La repuesta del rector Javier Barros Sierra, al día siguiente, fue declarar el luto universitario, izar la bandera a media asta por la autonomía universitaria, y organizar una caminata de protesta con autoridades, profesores y estudiantes ante el atropello.

 Por consiguiente, la situación se fue agravando, para el 2 de agosto se formó el Consejo Nacional de Huelga. En los siguientes días se produjeron varias manifestaciones de protestas y se presenta ante la opinión pública nacional el pliego de proposiciones para el cese de la situación. La presión sobre el gobierno, por parte del Comité Olímpico Internacional, reclamando seguridad y las manifestaciones estudiantiles, que se incrementaban cada vez más, ocupaban espacios universitarios e incorporaban otros actores replicantes de la sociedad mexicana.

En septiembre, la respuesta del Estado se empieza hacer sentir y la represión se incrementa, la incorporación del ejército con sus tanques en las calles se hace frecuente. Los estudiantes se radicalizan y se resisten a negociar bajo la coacción del aparato de represión nacional. El 7 de septiembre se realizó el primer mitin en la plaza de Tlatelolco con mucha asistencia. El 13 de ese mes se lleva a cabo la Marcha del Silencio, la cual llega hasta el Zócalo (centro de la ciudad). La mayoría de los asistentes desfilan con adhesivos pegados a sus labios en protesta por la censura, no se presentaron incidentes.

La respuesta del presidente Díaz Ordaz no se hizo esperar, el 18 se produjo el allanamiento de la ciudad universitaria y la detención de más de setecientos estudiantes. A pesar de las protestas del rector y del resto de las autoridades, la ocupación duró 12 días. A partir de ese momento la espiral de violencia se hizo presente. Los enfrentamientos entre policías y estudiantes serían cada vez más violentos. Comienzan a hacer su aparición los elementos del Batallón Olimpia, escondidos con ropas civiles, agreden y detienen a numerosos estudiantes.

El 2 de octubre de 1968

En medio de esa situación llegaron al día 2 de octubre. La acción de represión fue denominada “Operación Galeana”. Fue una estrategia de represión desarrollada entre el ejército mexicano y el Batallón Olimpia, estuvo diseñada para terminar de una vez por todas con el movimiento estudiantil. Recordemos que apenas estaban a 10 días de la inauguración de las Olimpiadas México 68, evento donde el presidente necesitaba ser la única estrella brillando en esa apertura mundial.

La prioridad de la operación era la detención de la directiva de la CNH y de la mayor cantidad de estudiantes y elementos aliados de las protestas. Con el conocimiento de toda la estrategia estudiantil, por parte de las autoridades, el gabinete de seguridad planeó una trampa: se encerrará a todos los participantes, bloqueando sus posibles salidas. La plaza de las Tres Culturas está en medio de un gran complejo habitacional conocido como Tlatelolco, los altos y anchos edificios hacen un semicírculo sobre la plaza.

El ejército se desplegó a cuadras de distancia, en tres lugares escogidos donde acumularon tropas acompañados de tanques, así mismo en el borde de la plaza, cercano a los asistentes, apostaron a efectivos militares. Solo esperando la señal acordada para actuar. Al mismo tiempo, entre los manifestantes se infiltraron los miembros del Batallón Olimpia, quienes, para distinguirse entre ellos decidieron usar un guante o pañuelo blanco en la mano izquierda. Los oradores del CNH se instalaron en el tercer piso, espacio que sirvió de mirador. Allí instalaron los equipos y micrófonos para dirigirse a los asistentes (calculados entre siete mil y diez mil). Los dos primeros oradores se dirigieron a la concurrencia sin problemas, todo esto se desarrollaba bajo la supervisión de un helicóptero policial que sobrevolaba la concentración. Desde el edificio de la Secretaria de Exteriores grababan imágenes del sitio.

A las seis de la tarde fueron lanzadas dos bengalas desde el helicóptero. Una vez que tocaron el suelo, desde un apartamento del edificio Chihuahua comenzaron a disparar contra la multitud y contra los efectivos militares, quienes avanzaron hacia el centro de la plaza. Como es compresible, se desató el caos, los asistentes corrieron en todas direcciones, en particular hacia los edificios del complejo habitacional, al mismo tiempo, los integrantes del batallón desenfundaron sus armas y empezaron a disparar, acorralaron a los estudiantes y asistentes refugiados en las amplias entradas de los edificios.

Muchos estudiantes subieron por escaleras y ascensores buscando refugio en los apartamentos, acción que la mayoría consiguió. Sin embargo, no resultó tan exitosa, porque los hombres del batallón, sin orden judicial, allanaron todas las viviendas del complejo.

Por otro lado, la mayoría de quienes lograron abandonar la plaza y tomar las calles aledañas fueron tiroteados o detenidos por los militares que avanzaron con tanques y tropa sobre el punto de reunión. Hacia las once de la noche terminaron de sonar disparos. A esa hora, todo el complejo estaba tomado por policías y militares. La acumulación de cadáveres en la entrada de los edificios tornaba el ambiente en una zona de guerra.

Al día siguiente, el parte oficial y los medios de comunicación daban la cifra de 30 muertos como saldo de la operación. Igualmente, informaban de dos mil detenidos, entre estos la mayor parte de la dirección del CNH. Como era de esperarse, la versión oficial achacaba la responsabilidad de todo lo sucedido a los estudiantes y a la conspiración comunista que pretendían dañar el gran esfuerzo del Gobierno nacional frente al mundo.

Las investigaciones posteriores han logrado establecer las verdaderas responsabilidades del Estado mexicano (así como la del presidente y su gabinete de seguridad) en la muerte de estudiantes y civiles desarmados, hasta un número que oscila entre los 250 y 300 asesinados. Como se tenía previsto, las olimpiadas fueron inauguradas en la fecha pautada convirtiéndose en un éxito del presidente Gustavo Díaz Ordaz.

El presidente siempre defendió el operativo y sostuvo hasta su muerte en 1979, que había actuado apegado a la Constitución y las leyes mientras salvó a México de un gobierno comunista. Ciertamente el movimiento estaba derrotado, tocaría a los mexicanos padecer, en la siguiente década, los enfrentamientos armados, ahora sí, de una guerrilla de izquierda armada y la respuesta del Estado mexicano en la llamada “Guerra Sucia”

La actual mandataria Claudia Sheinbaum, al día siguiente de su investidura como presidente de México señaló: “el movimiento estudiantil de 1968 abrió las puertas de la participación política de muchísimos jóvenes y de la sociedad en su conjunto para un país democrático”.

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