Republica del Zulia

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martes, 10 de septiembre de 2024

Democracia y desarrollo económico

Tomada de colecover.org

          Rafael Quiñones

“No puede darse una hambruna en una democracia funcional con elecciones periódicas, oposición y medios de comunicación relativamente libres”.  Amartya Kumar Sen, Premio Nobel de la Economía.

Quienes estudian la democracia desde un enfoque principalmente economista, usando herramientas cuantitativas, encuentran que el nivel de desarrollo económico, medido por el ingreso per cápita, es el mejor predictor de los regímenes políticos. Desde un enfoque basado en la teoría de la modernización, Adam Przeworski (2000) en el texto titulado: Economic Development and Political Regimes, señala que “las democracias pueden ser más propensas a surgir en los países que se desarrollan económicamente; o, habiendo sido establecidas por cualquier razón, las democracias pueden ser más propensas a sobrevivir en los países desarrollados” (Przeworski ,2000, pág: 39).

Esta teoría de la modernización política, económica y social de los países, define que un país se desarrolla económicamente cuando las estructuras sociales se transforman, llegando las mismas a ser más complejas, por lo que la sociedad civil que se opone a un régimen autoritario mientras sea más fuerte y rica, hará que este caiga como resultado de una sociedad lista para la democratización. De ahí que la modernización pueda ser una razón importante de la relación entre la incidencia de la democracia y el desarrollo económico, según estos estudios. Este sería el caso de países como Brasil, Checoslovaquia, Portugal, Corea del Sur y Grecia, ya que estos se desarrollaron productivamente bajo dictaduras y alcanzaron un gran desarrollo económico. Al alcanzarse el mismo, sus dictaduras cayeron más o menos cuando sus niveles de desarrollo lo predijeron según este modelo economicista.

Pero los mismos defensores de esta tesis también argumentan las limitaciones de esta explicación. “La modernización puede crear los ‘prerrequisitos’ para el conflicto político en torno a la forma del régimen, pero el modo en que esos conflictos se desarrollan permanece impredecible” (Przeworski et al., 2000, p. 51). Przeworski es el primer en reconocer las limitaciones de su modelo explicativo, y aclara que el desarrollo económico no es la única causa que explica la caída de una dictadura y el ascenso de la democracia. En su modelo, el crecimiento económico parece desestabilizar a las dictaduras en países con un nivel intermedio de ingresos ($1.000 a $4.000usd / $4.001 a $7.000usd), pero no en aquellos que son de bajos recursos ni en los que son ricos. Incluso dentro de ese intervalo, se dan varias excepciones que ponen en tela de duda que el crecimiento económico medido por ingreso per cápita, es una fuerte causa de democratización. En cambio, el modelo de Przeworski es bastante eficiente en ver la alta correlación entre crecimiento económico y sobrevivencia de una democracia.

Daron Acemoglu (economista turco), del Instituto de Massachusetts de Tecnología, y James A. Robinson (economista británico), de la Universidad de Harvard, son dos académicos que han saltado a la fama por resaltar la importancia de las instituciones políticas y económicas para la prosperidad de un país, junto con la importancia y relevancia de comprender la relación entre economía y política.

En su libro “Economic Origins of Dictatorship and Democracy” (2000), de los mismos autores de “¿Por qué fracasan los países?” y “El estrecho pasillo”, intentan explicar por qué surge la democracia y qué determina su estabilidad. Haciendo uso comparativo de países como Singapur, Sudáfrica, Argentina y Reino Unido, no intenta explicar las trayectorias que siguieron los regímenes democráticos y no democráticos, sino las dinámicas que se originaron en los mismos para establecer una democracia o para que esta se volviera inestable o nunca se estableciera.

Para los profesores Acemoglu y Robinson (quienes diseñan un modelo donde el esfuerzo de democratizar un país parte de la teoría de juegos desde una competencia estratégica entre número reducido de jugadores), la respuesta está en los costos y beneficios para ambas partes involucradas. Dichos jugadores son las élites y las masas sobre sus porciones respectivas, tanto en el juego político como económico.

Para los autores, las élites pueden ceder irrevocablemente algo de poder a las masas a través de la creación de instituciones democráticas. De esa forma, buscan reducir drásticamente la amenaza de la revolución que destruya completamente a las élites, el sistema productivo de la nación y les permita conservar algo de poder. La tesis principal de los autores es que ampliar los derechos (la democracia) es una forma más creíble de estar de acuerdo en compartir los privilegios políticos y económicos a futuro, más que una simple promesa de redistribución de la riqueza y la prosperidad que puede incumplirse, cuando es mucho más fácilmente que el derecho al voto. En el primer caso es una política económica, en el segundo es una institución.

Los autores argumentan adicionalmente que como el costo de la represión constante por reivindicaciones económicas y sociales es demasiado elevado, se vuelve más práctico que la elite renuncie a parte de su poder, en lugar de vivir en una eterna confrontación con las masas. A su vez, los costes de las revoluciones también son demasiado elevados para las masas, por lo que es más atractivo aceptar compartir el poder con las élites que eliminarlas. Este elemento trata de explicar por qué en la mayoría de los casos de modernización de una sociedad, se exige este cambio institucional, porque la democracia implica un compromiso a largo plazo por parte de la élite.

Los autores afirman que es más probable que la democracia aparezca en una sociedad industrial o postindustrial que en una agrícola. Las élites de las sociedades agrícolas prefieren reprimir a las masas, hasta que esa represión genera la Revolución que destruye las élites En los países donde la democracia fortalece los derechos de propiedad y libertad económica, se da más poder a la mayoría tanto política como económicamente, lo que hace la situación más aceptable para las élites y masas en términos de equidad. Esto se debe a que la desigualdad económica hace que la democracia sea repelente para las elites y paradójicamente inmensamente atractivas para las masas, que con base a esa situación pueden generar condiciones que generan conflictos civiles, y en consecuencia, democracias débiles e inestables.

Acemoglu y Robinson argumentan que una amplia clase media tiende a impulsar un país hacia una democracia más sólida e institucionalizada, ya que la sociedad civil se vuelve más poderosa y los peligros de una democracia inestable fundamentada en el populismo se reducen (aunque no desaparecen del todo). De esta manera, los autores del estudio buscan explicar por qué se consolidó la democracia plena en países como Reino Unido, mientras que ha sido frágil en América Latina y tardó mucho en avanzar en Sudáfrica. En el Reino Unido, la combinación de desigualdad con industrialización y el ascenso de la clase media había hecho que la democracia fuera tolerable para la élite y deseable para las masas. En América Latina, la alta desigualdad y el predominio de la riqueza de recursos en una reducida élite hizo frágil la democracia. Lo mismo pasó en la Rusia previa a la Revolución bolchevique.

En Singapur, la prosperidad económica hizo que la democracia plena fuera menos atractiva para las masas, ya que de una forma las promesas de prosperidad generalizada se cumplieron (aunque The Economist ha registrado un lento proceso de democratización, que ha llevado a Singapur a no ser clasificado como un régimen autoritario sino como una democracia frágil). En África Sur, el alto nivel de desigualdad y los recursos naturales hicieron atractivo para las élites el recurrir a la represión, hasta llegar a cierto nivel de desarrollo económico, cuando los costos de la represión se volvieron inviables y fue necesario democratizar.

Acemoglu y Robinson analizan en qué circunstancias conviene a las élites ampliar los derechos políticos y económicos más que mantener un régimen autocrático. La desigualdad es un factor esencial. Cuanto más desigual sea una sociedad, más probable será que el establecimiento posterior de una democracia iguale la riqueza mediante la redistribución, aumentando el costo de la democratización por parte de las élites y su resistencia a democratizar la sociedad.

Otro factor determinante es el tipo de activos que poseen las élites. Si las masas de una democracia pueden expropiar fácilmente los activos, como por ejemplo la tierra, la transición hacia la democracia puede ser más costosa para las élites. La democracia no se ha afianzado en América Latina en gran medida debido a la gran desigualdad social y a la vulnerabilidad de los activos económicos del sistema productivo.

Es posible que las élites no quieran ceder poder, pero su capacidad para resistir dependerá de la facilidad y la eficacia con la que las masas puedan cuestionar el statu quo. Si estas pueden agruparse sin dificultades o expropiar fácilmente los activos sin destruir la base para la creación futura de riqueza, es más probable que deseen enfrentarse a las élites en términos revolucionarios. Ocurre lo contrario en las sociedades agrarias con masas dispersas, donde apelar a la represión autocrática es barata para las élites. No obstante, con la aparición del sector manufacturero y la urbanización, es más fácil superar los problemas de acción colectiva hacia una sociedad democrática, con la constitución de clases medias materialmente autosuficientes y una clase obrera empoderada, más abiertas al compromiso democrático y la generalización de los derechos políticos y económicos.

Acemoglu & Robinson argumentan en “¿Por qué fracasan los países?” (2014), que los países desarrollados tienen mayores beneficios económicos debido a las “instituciones políticas y económicas inclusivas” que desarrollaron. Dichas instituciones son una combinación de Estado democrático y del libre mercado en el cual:

  1. El Estado crea incentivos para que las personas inviertan e innoven, garantiza los derechos de propiedad privada y hace cumplir el derecho contractual amparado por el Estado de derecho democrático.

B) El Estado permite la inversión y el crecimiento a través de la educación y la infraestructura, como pilares de la democracia.

C) El Estado está controlado por sus ciudadanos, en lugar de estar monopolizado por una pequeña élite. Crucialmente, debe haber un principio democrático en el trabajo, en el cual las personas en la política establezcan instituciones y leyes que funcionen para la mayoría de individuos, en lugar de trabajar solo para beneficiar a los ricos.

D) El Estado mantiene el monopolio legítimo de la violencia

Las instituciones económicas inclusivas se dan paso gracias a instituciones políticas lo suficientemente centralizadas y pluralistas. Estas instituciones permiten generar una cantidad de leyes que favorecen la libre competencia, cortan el avance de los monopolios y oligopolios, y evitan que, por ejemplo, sólo los intereses comerciales de las élites sean el eje con que se mueva toda la economía.

Por otra parte, las instituciones políticas extractivas (gobiernos autoritarios) tienden a concentrar su poder en manos de una pequeña élite,  lo cual conlleva muy pocos límites en el ejercicio de su poder, y terminan promoviendo sus intereses mediante la captura del Estado y sus instituciones. Por lo general, las instituciones económicas extractivas se estructuran según el deseo de esta pequeña élite para, como su adjetivo lo indica, extraer recursos de la sociedad en general y ser ellos los únicos receptores. Como resultado, las instituciones económicas extractivas por antonomasia, acompañan naturalmente a las instituciones políticas extractivas (autoritarismo), por lo que dichas instituciones económicas existen gracias a las políticas extractivas creadas por esa élite que permiten un régimen de derecho débil que sólo vele por sus privilegios y reprima férreamente los reclamos de las masas.

A pesar de que estas instituciones económicas extractivas pueden generar crecimiento a corto plazo, resultan en escasez a largo plazo. Ya que, si bien generan gran riqueza en el corto y mediano plazo, originan en el largo plazo condiciones para rebeliones y guerras civiles que acabarán con el aparato productivo de un país.

En contraste, y por varios siglos, países desarrollados como Estados Unidos y Reino Unido, se han beneficiado de lo que se denomina el círculo virtuoso en el que las instituciones se han vuelto gradualmente más inclusivas, generando incentivos crecientes para los empresarios y el crecimiento económico, al igual que bienestar material y empoderamiento político a las masas.

Acemoglu y Robinson (2012) llegaron a esta conclusión por medio de una serie de estudios comparativos entre países que están muy cerca geográficamente: México y Estados Unidos; Corea del Sur y Corea del Norte; Botswana y Zimbabwe. Los autores argumentan que la diferencia crucial entre estos países son las infraestructuras institucionales que se han establecido a lo largo del tiempo, lo que a la vez explica su relativo desarrollo o subdesarrollo, y su orientación hacia la democracia y la autocracia.

Pocos académicos como Acemoglu y Robinson (2014), han profundizado en la importancia de las instituciones y cómo estas permiten predecir el crecimiento o no de una economía, y el fortalecimiento o no de la democracia. Para ellos, el tipo de instituciones políticas y económicas determinan un ciclo virtuoso (de existir buenas prácticas), lo que, al final, permite un desarrollo económico en presencia de la democracia y libre mercado, luego de alcanzar altos niveles de bienestar (el ciclo vicioso de autoritarismo y libertad económica restringida, contrario al virtuoso, trayendo pobreza, autocracia, explotación y exclusión social).

            Bibliografía:

            ACEMOGLU, D. NAIDU, S. RESTREPO, P., & ROBINSON, J. A. (2015). Democracy, Redistribution, and Inequality. A. Barnes & F. Bourguignon (eds.), Handbook of income distribution (Vol. 2) (pp. 1885-1966). Elsevier. https://economics. mit.edu/files/10394      

ACEMOGLU, D., & ROBINSON, J. A. (2000). Political Losers as a Barrier to Economic Development. American Economic Review, 90(2), 126-130. https://doi.org/10.1257/aer.90. 2.126  

ACEMOGLU, D., & ROBINSON, J. A. (2000). Economic Origins of Dictatorship and Democracy. Cambridge University Press.

ACEMOGLU, D., & ROBINSON, J. A. (2012, 18 de junio). 10 Reasons Countries Fall Apart. Foreign Policy, (194), 89-91. https://n9.cl/ygrqm  

ACEMOGLU, D., & ROBINSON, J. A. (2014). “¿Por qué fracasan los países? Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”. Revista Austral de Ciencias Sociales, 26, 139-146. https://www.redalyc.org/pdf/459/45931862008.pdf

ACEMOGLU, D., NAIDU, S., RESTREPO, P., & ROBINSON, J. A. (2019). Democracy Does Cause Growth. Journal of Political Economy, 127(1), 47-100. https://doi.org/10.1086/700936

            PRZEWORSKI, A., ÁLVAREZ, R. M., ÁLVAREZ, M. E., CHEIBUB, J. A., & LIMONGI, F. (2000). Democracy and Development: Political Institutions and Well-being in the World, 1950-1990. Cambridge University Press.

https://politikaucab.net/2024/09/10/democracia-y-desarrollo-economico/

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