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jueves, 10 de febrero de 2022

Castillo y la necesidad de manejar lo mejor y peor de la política, por Luis E. Aparicio M.


Castillo y la necesidad de manejar lo mejor y peor de la política

Twitter: @aparicioluis


Perú, ese país que se encuentra ubicado al oeste de América del Sur. Que limita con Ecuador, Colombia, Brasil y Chile. Conocido por sus invaluables riquezas de sus primeros habitantes, los Incas. Que alcanzó su independencia de la corona española el 28 de julio de 1821, aunque se concretó tres años más tarde en la batalla de Ayacucho, donde tuvo un papel relevante el venezolano Antonio José de Sucre. Este país, también, ha atravesado por momentos políticos duros, con dictaduras. Tiempos de terrible violencia de manos de grupos como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Y durante su democracia los eventos políticos signados por una gran turbulencia.

No obstante, si abrimos los motores de búsqueda de la internet, hoy el Perú es reconocido por el gran derrame petrolero en sus costas, que todavía resta por aclarar las responsabilidades de este gran ecocidio, y por la inestabilidad política que se ha venido sintiendo desde hace unos años atrás. Podríamos ubicar sus inicios desde el fin de la dictadura de Alberto Fujimori.

A pesar de su, por demás innegable, crecimiento económico, Perú, como ya señalamos, no ha podido superar el drama político al que ha estado sometido. Ubicándonos en los tiempos y los personajes, Alejandro Toledo, inauguró este periodo de inestabilidad, pasando por la reaparición de Alan García, Ollanta Humala (a quien todos calificaban como un segundo Chávez y resultó una especie de hombre que estaba allí, sin hacer, ni decir nada), Pedro Kuczynski, quien renunció a la presidencia, dejando a Martín Vizcarra y este a su vez abre paso para Manuel Merino hasta llegar a Pedro Castillo.

Pese a las contadas elecciones presidenciales y a su crecimiento económico, la situación política peruana sigue en medio de vendavales, enemistades y muy malas relaciones entre los cuerpos responsables de mantener estabilidad y crecimiento de cualquier país. Los enfrentamientos entre los poderes, legislativo y ejecutivo, continúan siendo una constante. A pesar de la disolución que enfrentó el Congreso peruano, lo que valió para una nueva elección parlamentaria, la tensión continua. Incluso hoy, se ha recrudecido.

El 2020, fue uno de los peores años para la democracia peruana. La presencia del covid-19 comienza a hacer mella en las pocas políticas públicas que tenía el gobierno de Martín Vizcarra para enfrentarla, lo cual llevó al Congreso a solicitar su destitución por “incapacidad moral” (razón contemplada en la Constitución de este país), recayendo su sustitución en Manuel Merino, lo que termino generando una gran cantidad de protestas que lo condujeron a la renuncia.

El congreso favoreció el nombramiento de Francisco Sagasti como nuevo presidente, con un plan llamado “gobierno de transición y emergencia”. No obstante, era otro intento con debilidades hacia la corrupción, ya que estalla en sus manos el llamado “vacunagate” (recordando el escándalo del Watergate, del periodo de Richard Nixon) por unas presuntas irregularidades de altos funcionarios de su gobierno en el proceso de vacunación por el covid-19.

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En la última elección presidencial, acudieron dos personajes pocos seguros para la estabilidad y sobrevivencia de la democracia peruana, por lo que los ciudadanos tenían muy poca opción en su escogencia. Comparando a ambos contrincantes; una con más acusaciones de corrupción y otro, solo conocido como un maestro de pueblo cuyo peso político era su conducta y carga valorativa como docente. Estos dos, fueron a la segunda y decisoria vuelta.

Así, en 2021, resultó electo el maestro Pedro Castillo, quien derrotó, por un margen muy estrecho a Keiko Fujimori, a quien, además de ser hija del expresidente Alberto Fujimori (primera dama (1994 y 2000, nombrada por su padre), se encuentra acusada de haber recibido dinero desde la empresa brasileña Odebretch. Esto último, y las muy malas relaciones de Keiko con el resto de los partidos políticos, debilitaron el apoyo para la segunda vuelta de otras organizaciones políticas a su candidatura. Además, nos atrevemos a decir que, de haber sido otro candidato, y no Fujimori, Castillo no habría resultado electo. Pero ese es otro tema.

Como ya la historia política peruana ha venido dando saltos, en apenas unos cuatro meses de su mandato, el Congreso, de nuevo, quiere destituir a Pedro Castillo, por la misma razón de siempre: incapacidad moral; un elemento muy citado en las últimas décadas de convulsión política. Para ese entonces, el maestro Castillo acusaba a una minoría de partidos y supuestos grupos económicos de no aceptar el resultado electoral. En ese entonces, Castillo se refería así mismo como “campesino, rondero y maestro”, cuya intención era el promover unos supuestos cambios estructurales, cosa que no le perdonaban, según sus palabras.

Desde ese entonces, Castillo ha salvado las barreras, incluyendo sus erráticas acciones en lo que va de su mandato. Pero aún retumban las palabras de Patricia Chirinos, solicitante de la declaración de vacancia para la presidencia, asegurando que Pedro Castillo, “no solo padecía de incapacidad moral, sino que también de incapacidad total para gobernar este país”.

Sin embargo, las palabras de Chirinos no han sido lo único que Castillo ha tenido que mirar muy de cerca. Su muy baja popularidad desde ese entonces, y hasta sus propios movimientos y sus palabras, cada vez que hace alguna declaración o nombrar a funcionarios que le acompañen en su gestión, deberían mantenerle preocupado. La primera muestra de desconocimiento del entorno fue cuando nombró a sus primeros colaboradores, colocando en el cargo de presidente del gabinete ministerial a Guido Bellido, ex integrante del grupo Sendero Luminoso y quien más adelante dejó el cargo.

Desde ese momento, Castillo no ha parado en sus traspiés como presidente de Perú. Si bien es cierto que ha nombrado a personas de origen poco conocido y hasta con fuertes acusaciones, todos ellos han formado una especie de fila para renunciar al cargo, alegando que Pedro Castillo, no es capaz de escuchar, ni mucho menos permitir que se le asesore en ninguna materia.

Y hay más, Mirta Vázquez, la sucesora de Bellido, también renunció, de manera irrevocable al cargo en el que llevaba un poco más de tres meses. Bueno es aclarar que esas renuncias traen como consecuencia la renuncia total del gabinete, es decir que Castillo se quedaba sin ministros en su gestión, y ahora enfrenta la incertidumbre de nombrar al cuarto gabinete en menos de siete meses.

¿Pero cuanta estabilidad política puede tener Perú? Pues bien, desde nuestro punto de vista, muy pocas o ninguna. Si Perú ha soportado tanta inestabilidad, tiene que ver porque no hay grandes temas políticos o adelanto de programas de gobiernos; por lo que se puede decir que la gestión de Castillo está en punto neutro, deteniendo el tiempo que pueda estar corriendo en contra de su gobierno. A eso se agrega la sensación de que todo sigue funcionando porque todavía se encuentran en marcha algunas de las políticas publicas de las anteriores gestiones, sumado a la expectativa de: “y ahora quien vendrá?”

Ante esa pregunta, uno de los diarios más importantes de Perú, El Comercio, abrió el pasado fin de semana su primera página, con una invitación, o sugerencia, para que Castillo evaluara la posibilidad de su renuncia y de esa manera evitar más polvorín en la arena política peruana. Así que agregamos otra pregunta: ¿lo hará?

Pedro Castillo, luce como una persona que no aprecia la lealtad, que se empeña en hacer lo que, desde su punto de vista, hay que hacer. Incluso, como testimonio queda su entrevista ante las cámaras de CNN en español, cuando confiesa: “no soy político, no fui entrenado para ser presidente”. Desde allí hay más preguntas: ¿qué hace ejerciendo un cargo para el que no está preparado?

Un presidente necesita manejar lo mejor de la política y muchas veces lo peor de ella. Una presidencia no es un salón de clase, aunque pudiera ser asociada, en algunas características. Van seis meses de su gestión y ya luce los síntomas de agotamiento, como si se tratara de unos dos años. Medio año de una gestión amenazada por la corrupción, la impopularidad y lo que mayor peso tiene: la incapacidad.

No es el escudo de “maestro”, lo que le va a evitar a Pedro Castillo lo que está a la vista. Está montado sobre un montón de dificultades, sin darse cuenta. Sigue empeñado en su discurso del “pobre yo, que soy un maestro” y la brecha de esas dificultades sigue ampliándose. Perú, y su democracia, sigue siendo la nave que navega a la deriva, con una tripulación que no se entiende y cuyo capitán no conoce para que funciona sirve, y como funciona una brújula.

Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD

TalCual

1 comentario:

  1. No es el escudo de “maestro”, lo que le va a evitar a Pedro Castillo lo que está a la vista. Está montado sobre un montón de dificultades, sin darse cuenta.

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