Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

domingo, 15 de agosto de 2021

Sobre los partidos políticos, por Ángel Lombardi Lombardi

Sobre los partidos políticos

Twitter: @angellombardi


Ninguna Institución escapa a la evolución humana y los cambios correspondientes. La historia es dinámica por definición y cambiar es inevitable. Sociedad, economía, política, Estado, instituciones. Todo cambia. Heráclito, filósofo presocrático, lo dejó establecido claramente: todo fluye como el agua de un río. El cambio histórico también es constatable en todas las épocas. Tradicionalmente lento, en aceleración creciente en la llamada modernidad y posmodernidad, gracias a la portentosa fuerza impulsora de la tecno-ciencia.

Resistirse al cambio es estancarse y a la larga «perecer». En la teoría evolucionista de Darwin quedó claramente establecido. «Adaptarse» no era conformarse sino adecuarse a los cambios climáticos y de todo tipo que venían ocurriendo. No sobrevivió el más fuerte sino especies y animales «inteligentes» que supieron «cambiar con el cambio».

Los seres humanos y sus instituciones, «estamos en la historia y marchamos con la historia», concepto que tomo del Concilio Vaticano II y que la Iglesia ha asumido de manera plena, ecclesia reformata, semper reformanda. Toda institución humana siempre reformándose. Y ahora vamos al tema del artículo.

La llamada crisis nacional es de larga data, multicasual y compleja, pero una de sus causas principales fue la pobre respuesta política de las élites y del bipartidismo para reformar el Estado, sus instituciones, los propios partidos políticos y las dinámicas económicas que no fueron más allá del rentismo y un desarrollismo de escaparate. Las desigualdades aumentaron y el divorcio entre élites y dirigentes políticos y partidistas cada día eran mayores.

*Lea también: Cuando la abstención convierte en mayoría a la minoría, por Víctor Álvarez R.

Los partidos políticos dejaron de representar a la mayoría y esto se iba reflejando en el descrédito del político y el aumento de los no votantes en las elecciones.

A falta de reformas oportunas, surgió el oportunismo político de los audaces y el asalto al gobierno y al poder con sus nefastas consecuencias a la vista.

La política no puede ser reducida a los partidos políticos y el partido político no es un fin en sí mismo. Debe «representar» a la sociedad o a sectores de la misma y en el ejercicio del gobierno debe «rendir cuentas» a sus electores y a toda la sociedad. De no ser así, no pasan de ser «cascarones vacíos de «burócratas y clientelas» que viven de los recursos ajenos o del erario público, fuente principal de corrupción y desprestigio del político y de la política.

Esta «disfuncionalidad» de los partidos políticos los desnaturaliza y terminan siendo grupos de influencia para acceder a los cargos públicos, al gobierno y al poder. Al dejar de representar los intereses lícitos, reivindicaciones necesarias y derechos de los diversos sectores de la sociedad, los partidos y sus dirigentes terminan siendo medios o gestores de personas o grupos para el enriquecimiento propio y de sus socios.

El presupuesto que llegan a administrar para el bien colectivo o bien común, en su mayor parte termina en manos privadas de familiares, amigos, compadres, socios, etc. Como decía un amigo mío: política y partidos terminaban configurando minorías codiciosas e inescrupulosas de «socios, asociados en sociedad»; no otra cosa es lo que llamamos una sociedad de cómplices, porque este sistema de corrupción se generaliza «hacia abajo» y termina contaminando a buena parte de la sociedad: el «chiste» —que no es chiste— «no me den, pero pónganme donde haiga«, o el cínico e irresponsable decir que «con los de antes era mejor, porque robaban y dejaban robar», mientras que los de ahora roban más y solo para ellos.

Un empresario me decía que el gobierno de Pérez Jiménez había sido muy bueno y era mejor que los que vinieron después porque «solo pedían entre el 5% y el 10% de comisión». Con estos «hábitos y mentalidades» no se desarrolla un país.

Cuando hablamos de reformas del Estado, de las instituciones, de los partidos políticos, de la política, la economía y tantas otras cosas, estamos pensando en la realidad-real y cómo cambiarla realmente en positivo. Este es el desafío, no solo cambiar de gobierno sino seguir desarrollando un proyecto democrático sin los vicios, trampas y rémoras del pasado.

Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.

TalCual

1 comentario:

  1. Cuando hablamos de reformas del Estado, de las instituciones, de los partidos políticos, de la política, la economía y tantas otras cosas, estamos pensando en la realidad-real y cómo cambiarla realmente en positivo. Este es el desafío, no solo cambiar de gobierno sino seguir desarrollando un proyecto democrático sin los vicios, trampas y rémoras del pasado.

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