El mandatario mexicano, en la evocación a Bolívar por su 238 aniversario, proclamó la necesidad de superar a la Organización de Estados Americanos por otros mecanismos de concertación continental.
Este sábado 24 de julio de 2021 pareció como si la América Nuestra de los tiempos de José Martí y mucho antes del Libertador Simón Bolívar, regresara de manos del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con un grito de dolor, no de Dolores como el de Miguel Hidalgo en 1810.
El mandatario mexicano, en la evocación a Bolívar en su 238 aniversario, proclamó sin aspaviento, pero con ardor, que es momento de una nueva convivencia entre todos los países de América, y sus razones fueron más que convincentes:
Es inaceptable, y está agotado, el modelo impuesto en el continente hace más de dos siglos, caracterizado por invasiones para poner o quitar gobernantes al antojo de la superpotencia (Estados Unidos), y existen condiciones inmejorables para que los países de América caminen juntos, sin que nadie quede atrás.
Hay que hacer a un lado la disyuntiva de integrarnos a Estados Unidos o de oponernos en forma defensiva; es tiempo de expresar y de explorar otra opción: dialogar con los gobernantes estadounidenses, convencerlos y persuadirlos de que una nueva relación entre los países de América es posible, aseguró convencido de esa posibilidad real.
Su demanda, proclamada dentro de la atmósfera sentimental y emocional de la ceremonia por el 238 aniversario del natalicio del Libertador entre los muros históricos del Castillo de Chapultepec que marca para siempre la resistencia heroica al saqueo de Estados Unidos en 1848 cuando se robó la mitad del territorio mexicano, tiene un poder simbólico con fuerza de huracán.
Para expresar la profundidad de tales convicciones, López Obrador conjuga la necesidad del cambio de mentalidad con la unidad para el fortalecimiento económico y comercial del continente americano y el Caribe, donde prevalezca el bienestar de sus pueblos, con la necesidad de a la OEA -ese monumento a la sumisión y el mercenarismo- por un organismo verdaderamente autónomo.
Es importante cómo López Obrador llega a esas conclusiones a partir del desarrollo histórico de América Latina y el Caribe en su proceso de descolonización de España y la emergencia de Estados Unidos como nuevo poder hegemónico, manipulador de los ideales de independencia frustrados por la Doctrina Monroe desintegradora de los pueblos de continente, con una meta de “América para los americanos” que dejaba al aire sus afiladas garras afiladas y su objetivo de sustituir a Europa y convertir al continente en su patio trasero.
Desde entonces, denunció el mandatario, Estados Unidos mantiene influencia predominante en América, excepto Cuba, nación que ha hecho valer su independencia.
Haber resistido 62 años sin sometimiento es toda una hazaña. Creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el Premio de la Dignidad.
López Obrador fue más allá todavía. Calificó a la isla como la nueva Numancia, aquella legendaria población celtíbera en Castilla y León (España), que resistió el asedio realizado por las tropas de la República de Roma bajo las órdenes de Publio Cornelio Escipión en el verano del año 133 ANE y prefirió suicidarse antes de rendirse a sus atacantes.
Pienso que, por esa misma razón, Cuba debiera ser declarada Patrimonio de la Humanidad, dijo con absoluto convencimiento, y esa expresión levantó aplausos de los presentes en honor al pueblo de la isla y sus 62 largos años de resistencia a todo tipo de ataques y agresiones, incluida una invasión militar, una amenaza nuclear y más 60 años de cruel e inhumano bloqueo peor que el de Calahorra, también en España.
Lo sustantivo -que prevaleció en el encuentro de cancilleres replanteado por el canciller Marcelo Ebrard- es la defensa de una integración económica con dimensión soberana, en el que las asimetrías de los participantes no sea un hándicap para beneficios de unos y perjuicios de otros.
El mandatario llamó a reflexionar sobre todas las aristas de la unidad con respeto a la soberanía de cada nación, así como pensar en los mecanismos más idóneos para su fortalecimiento económico y comercial a partir de la planeación de la política de inversión, laboral, de protección al medio ambiente y de temas de interés común donde prevalezca el bienestar de sus pueblos.
Estos sí son los verdaderos alaridos de América en su conjunto, que deben atenderse con la prioridad de su urgencia, y no aquellos que surgen de un desgarramiento inútil de vestiduras provocado por ambiciones y otro tipo de ansiedades y objetivos.
La América debe ser nuestra, sin temores a reconocer que el modelo aplicado durante dos siglos está agotado y los últimos acontecimientos, incluido la pandemia y el mal tratamiento que se le ha dado, muestran que llegó el momento de una nueva convivencia entre todos los países del continente.
La América debe ser nuestra, sin temores a reconocer que el modelo aplicado durante dos siglos está agotado y los últimos acontecimientos, incluido la pandemia y el mal tratamiento que se le ha dado, muestran que llegó el momento de una nueva convivencia entre todos los países del continente.
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