DEL DOLOR
Apenas pude ver su visaje.
Esa multitud silente no se percató.
Iba arrastrado, raudo y sigiloso al torbellino del tormento.
Después del cepo y el suplicio, vino a nosotros y habló de su dolor.
DE LOS DESARRAPADOS
Dicen que la noche anterior pasó ultimando detalles de los pasos hirientes, dados en medio de soledades sin fin.
Uno a uno iba abrazando el sol, mientras el sudor acariciaba el frio metal por donde pendía la vida los desarrapados de siempre.
DE LA ETERNIDAD
Esta vez sólo pudo avisar sobre el sosiego antes prometido.
Después dijeron como lo vieron partir, apenas llevando el pan y las otras cosas a repartir.
Desde tiempos infinitos sólo predica para la eternidad.
CRISTO APARECIDO
Vos sabéis que. Un día a mediado del año 1983 en El Empedrao por los lados de la calle Pacheco hacía un sol de Padre y Señor mío; y en medio de tan reverberante situación, una vecina le rogó a su amigo el albañil Guillermo García que le consiguiera un pedazo de cartón para tapar el sol que penetraba por la ventana.
El afanoso albañil, ni presto ni perezoso, como tenía pedazos de cartones viejos, complació a su amiga y ésta pa’ salir del sofocón, de inmediato colocó el cartoncito que le había traído García, sin sospechar del evento que más tarde sería el asombro de todos los empedraeros.
Un día caminaba por el barrio el padre Carlos Fonseca, y con curiosidad vio que, en el cartón de la ventana de aquella casa, se reflejaba la cara del mismo Cristo. La noticia del milagro se extendió por todo el sector y los curiosos comenzaron a invadir la casita de la calle Pacheco.
El Cristo fue finalmente colocado en un sencillo altar, y desde entonces los católicos de Maracaibo lo conocieron con el nombre de Cristo Aparecido. Pa’ que vos sepáis.
El Cristo fue finalmente colocado en un sencillo altar, y desde entonces los católicos de Maracaibo lo conocieron con el nombre de Cristo Aparecido. Pa’ que vos sepáis.
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