“Se sabe que son tiempos difíciles, se tiene que ser previsivos. El Ejecutivo impone las reglas. Tú decides si las acatas y continúas, o si no. El Trolly ha dado un acto de fe en esto”, dice María Dolores Ruiz, gerente de El Trolly, una de las areperas con mayor tradición en Caracas.
Fundada en 1953 por su padre, un inmigrante oriundo de Islas Canarias, El Trolly vio desfilar a personalidades del entretenimiento mundial. El cantautor mexicano, Armando Manzanero, el intérprete boricua Ricky Martin , el actor venezolano Édgar Ramírez, entre otros, degustaron sus tostadas rellenas con queso y un toque de tocineta.
Pero el movimiento no es el mismo de aquella época. Hoy, hay mesas vacías y gerentes pensando en estrategias para volver a llenarlas.
“Son muchos los obstáculos que se han impuesto. Hay que resolver el día a día. Si algo hemos aprendido los gerentes es a resolver el día a día y no pensar a largo plazo”, advierte Ruiz, quien desde la adolescencia ha trabajado en esta fuente de soda, ambientada al estilo vintage, con retratos de Elvis Presley, réplicas de guitarras eléctricas y rocolas.
Desayuno, almuerzo o cena…
La arepa en Venezuela es el antídoto para el hambre, a cualquier hora, pero en el país con el salario mínimo más bajo del continente, pagar por una arepa se vuelve un privilegio para muchos.
“Anteriormente, las arepas eran para todos los venezolanos. Quien quería, podía comprarlas, porque no era costoso. Desde hace un tiempo para acá, sí se ha vuelto complicado. Es un desayuno que implica un desembolso más grande. No todo el mundo puede”, afirma Antonio Rignanese, propietario de Loveat, una pequeña arepera, ubicada en un edificio de oficinas.
Precisamente, los costos de los alimentos con que se rellenan las arepas son uno de los factores que alzan sus precios, que pueden variar entre 1 y 10 dólares, dependiendo de su tamaño y de los ingredientes. Aunque en el restaurante de Rignanese, la arepa más cara – la de pollo mechado o la de carne- vale 3,5 dólares; en otros establecimientos se pueden pagar hasta 10 dólares.
“Nosotros nos hemos dedicado a hacerlo bien. No hemos bajado calidad para bajar precios. A pesar de que los costos en dólares han aumentado, hemos mantenido precios”, señala.
Hasta hace unos años, este tipo de negocios estaban llenos de madrugada y hasta el amanecer, de jóvenes que salían de las discotecas a comerse una arepa para recargar las energías, pero hoy el negocio se ha reinventado. Con la disminución de la vida nocturna en la ciudad y las restricciones de movilidad por la pandemia, las areperas operan a media máquina.
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“Los ingresos ahora son de 50 por ciento menos que antes de la pandemia. Marzo, abril, mayo y junio aquí no se despidió a ningún empleado, se asumió con pulmón ese gasto de esos meses. Ya en agosto, cuando se empezó a vender a domicilio, se pudo medio sobrevivir, porque estos son negocios que tienen que estar llenos para poder sobrevivir”, explica Víctor Jiménez, publicista de “El solar del este”, una de las más concurridas de la ciudad, donde, a toda hora pueden verse clientes.
Sin embargo, otros no han contado con la misma fortuna, y después de una década operando 24 horas, han tenido que cambiar sus esquemas y reajustarse.
“Un local que manejaba 60 empleados ahora maneja 30 y el tema de la pandemia perjudicó más la situación”, detalla Humberto Faría, encargado de la arepera Gran Horizonte, donde el flujo de comensales no es el mismo de otrora.
Aunque hoy, estos restaurantes en Venezuela deben sortear obstáculos para resistir, en el mundo hay alrededor de 500 areperas, que llevan el sabor del plato bandera de Venezuela, a países como Noruega, Sudáfrica o Nueva Zelanda, según el portal especializado en gastronomía, Locos por las arepas.
500 areperas, que llevan el sabor del plato bandera de Venezuela, a países como Noruega, Sudáfrica o Nueva Zelanda, según el portal especializado en gastronomía, Locos por las arepas.
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