Más de veinte años de diatriba continua entre Venezuela y los Estados Unidos de Norteamérica han transcurrido sin que ninguna de las dos partes haya cedido terreno en sus posiciones. Esto ha sucedido también en cuanto a las relaciones de nuestro país con otros tantos del resto del planeta y que poco han incidido en la situación que enfrentamos actualmente en la patria que Simón Bolívar dejó como herencia a las generaciones que le sucedieron. Toda esa anomalía se debe a la insultante verborrea mediática de las autoridades venezolanas.
Pero es obvio que el gobierno venezolano, una vez que ideologizó las relaciones diplomáticas del país, estimule constantemente confrontaciones innecesarias, tanto con mandatarios como con instituciones de naciones vecinas. Por supuesto, una conducta de tal naturaleza, y además recurrente, termina cerrando caminos importantes a los efectos de la comunicación con los entes internacionales. Se trata, en el fondo, de una práctica que es, de hecho y de derecho, antagónica con los principios y fundamentos de la globalización. Sobre todo si se entiende que este factor de globalización incide determinantemente en el comportamiento, la actitud y el desempeño de los gobiernos y las sociedades de todo el planeta.
Pues bien, coincidencialmente, este tres de noviembre terminó, con las elecciones respectivas, un proceso electoral presidencial de los EE.UU, al mismo tiempo que en Venezuela comienzó formalmente la campaña electoral que culminará con el acto de votación, el seis de diciembre, para elegir la Asamblea Nacional. Vale recordar que ya más de sesenta países, de los más poderosos y democráticos del mundo, de manera contundente, desconocerán los resultados de dicha elección, porque en el respectivo proceso se han dejado de cumplir normativas democráticas fundamentales.
Lo cierto es que ambos acontecimientos comiciales, sin exageración alguna, copan la atención de la mayoría de los venezolanos en este momento; unos, porque los induce un interés particular y otros que se suman al efecto de las expectativas prevalecientes. Sin embargo, a pesar de esta común percepción, nadie tiene seguridad de que las cosas en Venezuela cambiarán. Está claro que la tragedia en nuestro país es política; y esto guarda relación con el sistema nazicomunista que, hasta ahora, se ha impuesto en Venezuela. Lógicamente la solución sólo vendrá cuando cambie el sistema político.
Con respecto a las elecciones nacionales para elegir los Diputados a la Asamblea Nacional, es muy difícil emitir opinión certera. Pero lo que sí se puede predecir ya, desde este mismo momento, es que todo apunta al empeoramiento de la situación después del seis de diciembre. Aunque resulte doloroso saberlo y decirlo, tal como transcurre el ejercicio político en Venezuela, la tragedia prevalecerá y, lo que es peor, se incrementará.
ANTONIO URDANETA AGUIRRE
Educador – Escritor
urdaneta.antonio@gmail.com
@UrdanetaAguirre
Con respecto a las elecciones nacionales para elegir los Diputados a la Asamblea Nacional, es muy difícil emitir opinión certera. Pero lo que sí se puede predecir ya, desde este mismo momento, es que todo apunta al empeoramiento de la situación después del seis de diciembre. Aunque resulte doloroso saberlo y decirlo, tal como transcurre el ejercicio político en Venezuela, la tragedia prevalecerá y, lo que es peor, se incrementará.
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