Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

jueves, 10 de septiembre de 2020

La gente que sale de la caverna no vuelve

Es bien sabido que el odio y el amor son ciegos. Dentro de la caverna hay facciones que apuestan a que sus visiones son las válidas. La realidad no cuenta
«Llevamos veinte años con el régimen al frente del país, y una oposición que no logra, o no quiere descifrar el acertijo» (Archivo)

¿Todavía te sorprende algo? Cada quien ha venido escogiendo su propia caverna, y por lo tanto, sus propias sombras. Encadenados e imposibilitados de voltear, apostamos a que la realidad es esa, la de nuestros propios espectros, las formas como ellos van adoptando extrañas configuraciones, y las interpretaciones de los que dicen ser sabios. ¿Y sí los que pasan por sabios son solamente unos farsantes?

Desde el inicio del llamado proceso hemos librado la peor de las batallas, la de las certezas. El ecosistema criminal se organizó de tal manera que usó como sus más importantes voceros aquellos que lucían como más confiables para nosotros. De esa forma, muy temprano fuimos confundidos por falsos oráculos, aquellos que debiendo hablar por nosotros y velar por nuestros intereses, se habían volteado para ser la caja de resonancia de lo que el régimen quería hacernos saber. La cuerda floja fue desde el principio un negocio floreciente en el que intelectuales e influencers se fueron alternando para dar el mensaje en el momento propicio. Muchos de ellos, situados como asesores corporativos o miembros de juntas directivas, decían lo que convenía al régimen, en el instante preciso que se necesitaba. ¿Cómo podía ser falso si lo dijo “nuestro analista de confianza”? te imprecaban en la cara a los que comenzábamos a ser suspicaces. La ceguera se extendía.

Lo mismo ocurrió con el dinero sucio, otra forma de descalabrar cualquier esfuerzo para derrocar la tiranía. De nuevo las sombras nos jugaron una de las suyas. La realidad dejó de tener los atributos que antes tenía, entre otras cosas que la gente se preocupaba por demostrar cómo vivía y por qué vivía con tantas holguras. Dejó de hablarse de eso. Nuevas riquezas destilaban su purulencia. Viejos arruinados florecieron de la nada, y se transformaron en esos quistes que poco a poco van creciendo hasta ser obvios en la piel, pero como anomalía. Algunos llegaron a pensar en un futuro donde todos ellos, unos y otros, se licuaban en una nueva clase, practicando una endogamia tribal en la que parecían disolverse todos los pecados.

La política comenzó una extraña calistenia chamanística, de estertores alucinantes que, sin embargo, no se tradujeron nunca en algo especialmente amenazante, aunque tuvo momentos que parecieron cruciales. Llevamos veinte años con el régimen al frente del país, y una oposición que no logra, o no quiere descifrar el acertijo. Ha habido una creciente especialización en la parodia, que no es un juego ajeno a daños colaterales, víctimas inocentes y errores monumentales. Tal vez la paradoja constante sea un recursos extremadamente sofisticado de tortura psicológica, y al final traiga como consecuencia una desconfianza estructural en la política. Porque no es fácil ver como los líderes confiables de ayer se convierten súbitamente en los fiascos de hoy, y no uno, sino todos. Detrás tiene que haber una trama, una componenda, un libreto que aplican con rigurosidad para desolar la esperanza y hacer que los venezolanos perdamos el orgullo del gentilicio.

Poco a poco el régimen fue aplicando esa mezcla de extorsión, chantaje, represión y corrupción que ahora forma parte de la norma. Los políticos se reciclan a sí mismos, y sin ningún pudor, desempeñan el papel que les asignan, bien sea santones o sátiros, corderos o lobos, palomas o serpientes, pero siempre jurando que juegan limpio, a pesar de que la realidad diga lo contrario. Y lo que nos cuesta mucho es apelar al juicio de la realidad y asumir las consecuencias. Quedamos aferrados a una nostalgia, una imagen que no es honesta, porque no representa lo que efectivamente son. 

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1 comentario:

  1. Poco a poco el régimen fue aplicando esa mezcla de extorsión, chantaje, represión y corrupción que ahora forma parte de la norma. Los políticos se reciclan a sí mismos, y sin ningún pudor, desempeñan el papel que les asignan, bien sea santones o sátiros, corderos o lobos, palomas o serpientes, pero siempre jurando que juegan limpio, a pesar de que la realidad diga lo contrario.

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