Sus economías sufren y las naciones deudoras quieren que Pekín perdone o renegocie los préstamos. Hacerlo sería costoso. Rehusarse puede dañar la imagen global del gigante asiático.
Cuando el coronavirus comenzó a propagarse por todo el planeta, el ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán llamó a su homólogo en Pekín para hacerle una petición urgente: la economía del país iba en picada, por lo que el gobierno necesitaba reestructurar miles de millones de dólares en préstamos otorgados por China.
Pekín ha recibido solicitudes similares de Kirguistán, Sri Lanka y varias naciones africanas que desean reestructurar su deuda, prorrogar pagos o lograr la condonación de decenas de miles de millones de dólares en préstamos que vencen este año.
Cada una de estas solicitudes vuelve más contraproducente el deseo de China de convertirse en el mayor proveedor de servicios bancarios del mundo en desarrollo. Desde hace veinte años, China comenzó a otorgar préstamos globales a diestra y siniestra, canalizando cientos de miles de millones de dólares a distintos países con la intención de ampliar su esfera de influencia y convertirse en una superpotencia política y económica. Los deudores entregaron en garantía puertos, minas y otras joyas de la corona.
Ahora que se tambalea la economía mundial, cada vez más países le informan a Pekín que no pueden efectuar los pagos de su deuda.
China tendrá que tomar decisiones difíciles. Si reestructura los préstamos o condona las deudas, podría causar una gran tensión en su sistema financiero y enfurecer al pueblo chino, que ya sufre debido a su propia ralentización económica. Por otra parte, si China exige los pagos ahora que los países ya están enfadados con Pekín por su manera de manejar la pandemia, podría poner en riesgo su misión de convertirse en una nación con influencia global.
“En el ámbito político, China ya está a la defensiva”, dijo Andrew Small, investigador del fondo estadounidense German Marshall Fund. Añadió que si China ejerciera el derecho a tomar posesión de los bienes por incumplimiento de pago, “tendría en su poder activos estratégicos en países que ahora ni siquiera pueden darle de comer a su gente”.
La reputación global de China está en juego. Varios países han cuestionado abiertamente su papel en el brote del coronavirus, pues en un primer momento en enero los funcionarios chinos le restaron importancia a la gravedad y facilidad de contagio de la enfermedad. Pekín ahora vende y dona cubrebocas y otros equipos para ayudar a mejorar su imagen dañada. Una decisión equivocada podría causar un revés significativo en sus ambiciones globales.
Por otra parte, también los riesgos financieros son enormes. El Instituto Kiel, un grupo de investigación alemán, calcula que China otorgó préstamos al mundo en desarrollo por al menos 520.000 millones de dólares, la amplia mayoría en los últimos años. En tal caso, Pekín ha prestado más dinero que el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
El principal motivo de estos préstamos es la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, el programa de un billón de dólares del presidente Xi Jinping cuyo objetivo es financiar proyectos de infraestructura en todo el mundo y ganarse algunos aliados en el proceso. Desde que arrancó el programa en 2013, China ha otorgado unos 350.000 millones de dólares a distintos países, la mitad de los cuales se consideran deudores de alto riesgo.
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