Republica del Zulia

Julio Portillo: Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia.

viernes, 24 de abril de 2020

Un Cuento de Hadas de clase media que tornó en pesadilla. El necesario despertar Humberto García Larralde

A la memoria de Emeterio Gómez,

Incansable polemista, de una honestidad intelectual a toda prueba.

La explotación de la riqueza petrolera en Venezuela tuvo un impacto prodigioso sobre el bienestar material de su población durante buena parte del siglo XX. De ser uno de los países más pobres y atrasados de América Latina se convirtió, luego de décadas de explotación del crudo de sus entrañas, en uno de los más avanzados en muchos aspectos.

De acuerdo con las series estadísticas recopiladas por el economista escocés, Angus Maddison, Venezuela inicia el siglo XX con un ingreso per cápita inferior al de Colombia, la mitad del de México, la tercera parte del de Chile y Uruguay, y cuatro veces inferior al de Argentina, el país más desarrollado de la región. Solo Perú y Brasil, entre los grandes, se encontraban con niveles de ingreso parecidos.

Para finales de la segunda guerra mundial el ingreso promedio de cada venezolano sobrepasaba al de la Argentina y el de los países europeos, salvo el Reino Unido y Suiza. Sólo fue durante la década de los 70 que Italia pudo superar el ingreso per cápita de Venezuela y España en la década siguiente. Esta holgura de recursos atrajo mucha inmigración del viejo continente, en particular de España, Italia y Portugal, y posteriormente, de países latinoamericanos. Fue una bendición para una economía en rápido crecimiento como la nuestra, pues aportó espíritu emprendedor, know-how y sentido práctico, expresados en numerosos negocios que generaron empleo y bienestar. Esta posición privilegiada subsistirá hasta finales de la década de los ’70.

Con financiamiento de origen petrolero, el estado venezolano construyó autopistas, puertos, aeropuertos y dotó al país de un sistema eléctrico nacional que era envidia de la región. Temprano, en los años cuarenta, pudo erradicar la malaria y pronto siguieron otras endemias que diezmaban al campo. Los gobiernos democráticos, sobre todo, se forzaron porque la salud y la educación pública tuviesen la más amplia cobertura y fuesen de calidad, llegando el Hospital Clínico Universitario de Caracas a ser referencia médica para la cuenca del Caribe en las décadas sesenta y setenta.

El analfabetismo fue vencido y el país formaba una población creciente de profesionales que constituyeron la columna vertebral de la modernidad: ingenieros, médicos, educadores, científicos de variadas disciplinas, abogados y muchos más. La educación pública hasta niveles universitarios, gratuita y de calidad, dio lugar a una gran movilidad social, cumpliéndose los sueños de muchas familias humildes de ver a sus hijos vestir toga y birrete.

En los años ‘50 y ’60, la moneda venezolana mostró ser una de las más sólidas del mundo, exhibiendo el país una inflación menor, en promedio, que la de los Estados Unidos. Sin desconocer que todavía subsistían lacras propias de un país en desarrollo, era notorio que en Venezuela había operado lo que en otras latitudes se hubiera denominado como “milagro” económico.

Esta historia de éxitos, como hoy sabemos, se truncó hacia finales de los años ’70. A pesar de intentos de variados gobiernos posteriores por revivir esta dinámica o, precisamente, debido en gran medida a estos esfuerzos, los venezolanos vieron esfumarse sus expectativas de mejora como perceptores de un ingreso que hasta hace poco había obrado cambios prodigiosos. Esta frustración tiene que ver con la naturaleza de las instituciones que se fueron forjando en el país al calor de la explotación petrolera y su imbricación con el comportamiento político, económico y social de las élites que comandaron el desarrollo nacional.

Las posibilidades que ofrecía el caudal de ingresos provenientes de la exportación de crudo fueron asentando prácticas populistas cada vez más acentuadas, alimentadas por la ilusión de poder acelerar las metas del desarrollo. Fue conformándose una cultura política fuertemente enraizada en el rentismo –el usufructo dispendioso por parte del estado de rentas internacionales captadas por la venta de crudo en mercados mundiales--, que alimentó el petropopulismo.

En retrospectiva, puede decirse que los venezolanos pudimos vivir un Cuento de Hadas de clase media durante varias décadas del siglo pasado, alimentado por servicios públicos que funcionaban, una infraestructura moderna, empleo y acceso a educación gratuita y de aceptable calidad hasta el nivel universitario, que permitieron una vigorosa movilidad social. Ingresar a la clase media y realizarse ahí en lo personal, con carro y apartamento propios, estabilidad, posibilidades de viaje y de graduarse --y/o que sus hijos lo hicieran--, se transformó en sueño compartido por muchos venezolanos.

A pesar de las verrugas que subsistían en el sistema y que seguían interponiéndose a que estas condiciones fuesen efectivas para todos, no pocos lograron que se les cumpliera.


El legado de Emeterio Gómez vivirá en la fructificación de esa nueva Venezuela.

Economista, Profesor UCV

1 comentario:

  1. En retrospectiva, puede decirse que los venezolanos pudimos vivir un Cuento de Hadas de clase media durante varias décadas del siglo pasado, alimentado por servicios públicos que funcionaban, una infraestructura moderna, empleo y acceso a educación gratuita y de aceptable calidad hasta el nivel universitario, que permitieron una vigorosa movilidad social. Ingresar a la clase media y realizarse ahí en lo personal, con carro y apartamento propios, estabilidad, posibilidades de viaje y de graduarse --y/o que sus hijos lo hicieran--, se transformó en sueño compartido por muchos venezolanos.

    ResponderBorrar