Vaya paradoja la actual: mientras un régimen no democrático ocultó al mundo el incipiente e incontrolable brote del coronavirus Sars-CoV-2 -que atraviesa y mata a un número indefinido de seres humanos- algunos intentan configurar un esquema similar para sus países. Mayor control; menor libertad. Ese es otra de las posibles pandemias que podría dejar esta enfermedad en un futuro cercano. La tentación es grande es varios gobiernos, sobre todo pobres de espíritu institucional.
China, el gigante que deslumbró al planeta durante tres décadas por su voluminoso crecimiento, retrocedió casilleros en la arena internacional. Perdió la confianza de quienes supieron ser sus socios y cientos de demandas llegarán hasta las cortes internacionales para que Beijing pague con efectivo su desorden en materia de transparencia y sanidad. Esa falta de diafanidad en sus políticas internas es lo que pondrá en jaque sus negocios futuros con países desarrollados y con estructuras democráticas sólidas.
El alerta alrededor del régimen de Beijing y su omnipotente/presente Partido Comunista Chino (PCC) no nació, sin embargo, en las últimas semanas cuando se descubrieron las maniobras que había ejecutado para silenciar a los médicos que lucharon -y murieron- en el golpeado epicentro epidemiológico, Wuhan. Fue bastante antes. Esa luz roja se encendió cuando el poder central ordenó una brutal represión contra los ciudadanos de Hong Kong en junio de 2019 cuando salieron a las calles en protesta por los abusos a las libertades más básicas que llegaban desde la capital china.
Militarizada, el centro bursátil y comercial de Asia se vio bajo amenaza, golpeando sus finanzas como pocas veces en su rica y multicultural historia. Las protestas sobrevivieron hasta los primeros días de enero de este año, cuando la autocracia y el PCC estaban más detenidos en tapar lo que ocurría con una extraña neumonía infecciosa que en atender demandas de libre albedrío en una isla.
Los abusos cometidos por el gobierno de Xi Jinping, pues, no deberían constituir una novedad ni ser ajenos a los atentos ojos de cualquier político que eleve las banderas de la democracia. El esfuerzo intelectual para justificar estos atropellos básicos a los derechos humanos es encomiable. Digno de un estudio académico superior.
Los Estados Unidos y Europa, principales socios estratégicos de China en términos comerciales y de desarrollo en los últimos años, reverán sus posiciones políticas respecto a Beijing. Lo mismo harán países menos atentos a las instituciones, aunque seguramente se vean más comprometidos con las promesas de efectivo que de transparencia. Vladimir Putin también tendrá la difícil tarea de evaluar su vínculo con su socio Jinping. El coronavirus está haciendo estragos en el ya abandonado sistema sanitario ruso. Las sanciones saldrán en conjunto, pero para eso hay tiempo.
Esa transparencia a la que algunos verán con desdén por intereses a corto plazo, será clave en el futuro próximo para que China vuelva a ser considerada en el escenario internacional. El daño que el ocultamiento del coronavirus provoca en las economías de todo el globo es brutal y de dimensiones desconocidas. Su decidida falta de reacción -y de solidaridad con el resto de los países- desde un comienzo marcan a las claras la intencionalidad de intentar soslayar lo que terminó siendo una pandemia mortal para vidas humanas y para el motor productivo.
Pero además, China deberá dejarse someter a investigaciones internacionales transparentes que permitan saber qué fue lo que ocurrió en Wuhan y cuál fue el origen y el grado de negligencia de las autoridades tanto locales como nacionales. Australia ya levantó la voz y pidió una pesquisa independiente y sin la presencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La libertad de prensa y de expresión también representan un desafío para el futuro del régimen y quienes quieran ser parte de su falsa impostura. La ausencia absoluta de medios independientes que no sean auscultados por el PCC -salvo contados casos en Hong Kong- deberá ser revisada. ¿Cómo confiar en una administración centralizada que digita hasta el más mínimo detalle qué tiene que conocer la población y en qué momento? La falta de información desde el inicio del brote hizo que miles murieran en Wuhan… y luego en el mundo. A tanto llegó el control que las redes sociales eran silenciadas cuando querían levantar un aviso sobre que un virus similar al SARS estaba asesinando vecinos en la capital de la provincia de Hubei.
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La libertad de prensa y de expresión también representan un desafío para el futuro del régimen y quienes quieran ser parte de su falsa impostura. La ausencia absoluta de medios independientes que no sean auscultados por el PCC -salvo contados casos en Hong Kong- deberá ser revisada. ¿Cómo confiar en una administración centralizada que digita hasta el más mínimo detalle qué tiene que conocer la población y en qué momento? La falta de información desde el inicio del brote hizo que miles murieran en Wuhan… y luego en el mundo. A tanto llegó el control que las redes sociales eran silenciadas cuando querían levantar un aviso sobre que un virus similar al SARS estaba asesinando vecinos en la capital de la provincia de Hubei.
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